LA POBREZA CON EMPLEO
› Por Artemio Lopez *
Sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec puede observarse que la brecha entre salarios formales e informales, medida como porcentaje de plus salarial recibido por el trabajador formal respecto al informal por igual carga horaria y actividad, aumenta como tendencia desde el año 1994. En el primer trimestre del año 2006, esa brecha alcanza el 63,1 por ciento (los empleados en negro ganaban un 63 por ciento menos que sus pares en blanco), la segunda más alta después de junio de 2004.
Así las cosas, constataciones estadísticas evidentes demuestran que el aumento del salario mínimo tiene efectos benéficos múltiples sobre el mercado de trabajo que van desde subir los pisos de negociación salarial para los trabajadores bajo convenio, hasta moderar el efecto de “anclaje a la baja” de los salarios formales, frente a la presión inaudita que ejerce sobre el mercado de trabajo un ejército de trabajadores informales como el existente hoy, de 4,5 millones de personas dispuestas a trabajar por el 37 por ciento del salario de sus pares formales. Sin embargo, el sostenido aumento de la brecha salarial entre trabajadores formales e informales en la misma serie temporal en que se eleva sistemáticamente el salario mínimo, confirma que la fijación del mínimo no tiene efectos importantes para acortar la diferencia entre salarios medios en blanco e informales (ver cuadro).
Los efectos socioeconómicos regresivos del trabajo informal son muy profundos. Mientras el 40 por ciento de los asalariados informales residen en hogares del estrato pobre por ingresos, sólo lo hace el 7 por ciento de los trabajadores formales; siendo entonces la tasa de empobrecimiento del trabajador informal un 466 por ciento más intensa que la de los trabajadores en blanco.
Este impacto diferencial de la pobreza por condición de formalidad es el que explica de manera muy consistente la persistencia de un “núcleo duro” de pobreza por ingresos que, dada la elasticidad empleo/pobreza actuales (por cada punto de empleo cae 1,4 punto la pobreza), habrá de consolidarse en torno al 20 por ciento de la población. De no aplicarse políticas específicas para atacar este núcleo duro y mejorar la distribución del ingreso, el peligro es que la pobreza se convierta entonces en un índice inelástico respecto de las variaciones en los niveles de empleo.
* Director de la Consultora Equis.
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