› Por Ernesto Kritz *
El efecto arrastre del salario mínimo sobre los sueldos en negro es muy débil. La brecha de ingresos entre los empleados en blanco y en negro, medida por la encuesta permanente de hogares, no ha disminuido en los últimos años, e incluso el año pasado se ha incrementado un par de puntos.
Más aún, la proporción de ocupados que ganan menos que el salario mínimo ha crecido notablemente desde 2003. Hoy más de la mitad de los trabajadores informales perciben ingresos inferiores al salario mínimo. En 2003, el 16 por ciento de los “asalariados no registrados estables” cobraba menos que el salario mínimo. En el segundo semestre de 2005 esa proporción se elevó al 55 por ciento. En 2003, el 30 por ciento de los “asalariados no registrados inestables” percibía menos del mínimo contra el 60 por ciento en el segundo semestre de 2005.
Lo sucedido en los últimos años demuestra que el salario mínimo no logra establecerse como piso del mercado, que no hay manera de trasladarlo o imponerlo en el sector informal. Lo que sí puede ocurrir es que dentro del sector informal, donde existe una alta rotación laboral, haya mejoras de remuneración ante el cambio de trabajo en un contexto en que se anuncian permanentemente subas del mínimo. Así, puede ocurrir que alguien que gana 400 pesos pase a un empleo donde le pagan 450 pesos.
A nivel general, la brecha entre los salarios promedio en blanco y en negro es elevadísima. Pero incluso estudios sobre categorías laborales homogéneas (para el mismo nivel de educación) muestran que la brecha supera el 40 por ciento. Semejante brecha salarial es un incentivo a “negrear” enorme, que se suma a las cargas laborales que debe afrontar el empleador en blanco.
* Director de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL)
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