En la década pasada, cuando la producción automotriz llegó al medio millón de vehículos, sólo el 20 por ciento de las partes de esos rodados eran nacionales. Las terminales ensamblaban en el país piezas traídas del exterior, fundamentalmente de Brasil. Este fenómeno significaba que esa enorme producción derramaba muy poco sobre la economía nacional, ya que tres de cada cuatro empleos generados para producir una unidad surgen del sector autopartista. Por otra parte, la balanza comercial del sector terminaba siendo deficitaria. A partir de 2003, la situación cambió y las piezas nacionales llegaron a participar en más del 45 por ciento promedio del armado de los vehículos de producción local. Pero esa relación está cambiando nuevamente.

En 2006 las terminales redujeron la participación local y, además, los autopartistas incrementaron su déficit comercial. La exportación de piezas sumaron 2000 millones de dólares y la importación, con un crecimiento del 45 por ciento en sólo un año, alcanzó los 4800 millones de dólares. Dos mil millones llegaron desde Brasil. Los autopartistas abrieron nuevos mercados, incluso algunos de la calidad de Estados Unidos, que ya es el segundo comprador de piezas argentinas. También se incorporaron España, Francia y Alemania, entre otros de similar calidad y exigencia a la hora de elegir proveedor. También Venezuela aportó lo suyo creciendo en los últimos dos años a un ritmo del 50 por ciento anual. Pero la fuerza de la industria brasileña barre con cualquier esfuerzo. Los autopartistas no cuentan con un acuerdo de comercio administrado como el de las terminales y, además, aún sienten el éxodo de muchas empresas que se mudaron al socio mayor del Mercosur cuando estalló la gran crisis de 2001 en Argentina. Además, muchas terminales importan partes de Brasil, las ensamblan y exportan el vehículo nuevamente al país vecino, que es tomado en el comercio administrado como el 100 por ciento de producción local. También existe un déficit crónico con Europa, que lanza generalmente sus vehículos primero en sus países, contando con sus proveedores locales y luego es difícil desplazarlos.