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¿En qué medida la crisis mundial ha impedido el cumplimiento de las metas del milenio?

–El primer problema es presupuestario. Una crisis supone, entre otras cosas, una baja abrupta de los ingresos. En el caso de América latina, a diferencia de otras crisis, esta no vino por el lado del mercado financiero o por el descontrol de la situación macroeconómica, sino porque se apagaron los motores del consumo internacional, pues básicamente los grandes mercados de América latina –Norteamérica y Europa– pararon. Esos motores bajaron su velocidad. Entonces, el nivel de ingresos de la región bajó. Y eso influyó en términos presupuestarios: bajó la recaudación, los niveles de inversión, las fuentes de empleo.

¿Qué efectos genera este problema presupuestario?

–Que los mecanismos de redistribución por la vía del Estado se debilitan, y se complica el cumplimiento de las ocho metas del milenio. En nuestros países, el déficit en la política social, en parte, es compensado con la informalidad y el avance sobre los recursos naturales: sobre los bosques, sobre la biodiversidad, sobre los recursos costeros. Hoy la economía formal es muy dependiente de los recursos: si hay que competir contra niveles de rentabilidad anteriores, es un incentivo para acabar más rápidamente con los recursos naturales. Por todos lados es un mal negocio para los objetivos del milenio. Aunque hay una diferencia respecto de otros momentos.

¿Cuál?

–Como América latina no tenía un problema estructural grave, la salida ha sido relativamente rápida. Y los niveles de pobreza, que en otro momento tardaron más años en recuperarse que lo que tardó el ciclo económico, hoy están un poquito más alineados. Hoy la región tiene más elementos para verse a sí misma sólida y capaz, incluso, de innovar en esta nueva economía de los servicios ambientales, de los recursos naturales