ENCUESTADORES DEL INDEC
Testigos de la debacle
Los encuestadores del Instituto Nacional de Estadística y Censos han sido testigos privilegiados de las principales transformaciones que experimentó el país durante los últimos años. La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se viene realizando en los conglomerados urbanos de más de 100 mil habitantes desde que el mercado laboral era estable y la mayoría de la gente tenía trabajo. Cuando la tasa de desocupación comenzó a aumentar, los trabajadores del Indec fueron los primeros en visualizar la desintegración del tejido social y el consecuente crecimiento de la pobreza y la indigencia. Además de las cifras, los sucesivos relevamientos sirvieron para presenciar los momentos críticos que atraviesan los más necesitados.
A mediados de los ‘90, el trabajo en blanco comenzó a ser reemplazado por changas que eran vistas como algo transitorio por quienes las realizaban. La gente no quería que le preguntaran sobre las changas porque para ellos no era trabajo. “En una oportunidad un empleado bancario se negó a contabilizar como trabajo las tareas de jardinería que había tenido que realizar para sobrevivir y terminó llorando junto al encuestador”, afirmó a Cash, Clyde Trabuchi, directora de la EPH. Luego la changa se comenzó a captar mejor porque la sociedad se fue acostumbrando. Sin embargo, al Indec le costó en un comienzo clasificar las categorías ocupacionales que fueron surgiendo. Desde las actividades en los clubes del trueque hasta el cartoneo y la tercerización que llevó, por ejemplo, a una costurera empleada de una fábrica textil a trabajar en su casa para la misma empresa, pero ya no en su condición de asalariada.
En los últimos tiempos las historias más impactantes están vinculadas al hambre. En algunas viviendas de barrios muy pobres los encuestadores se encontraron con chicos que no paraban de llorar por no haber comido mientras la madre intentaba controlar la situación para poder terminar de responder la encuesta, pues tenía expectativas de que sus respuestas le facilitaran la reinserción laboral. En otros barrios la reacción es totalmente opuesta. La marginalidad creciente les impidió a los encuestadores ingresar a las zonas más peligrosas. “Siempre se hacen contactos con los referentes de las villas más difíciles, pero hubo casos en los que fue imposible ingresar. Nosotros tampoco queremos hacerlo con la Gendarmería porque no tiene ningún sentido forzar las respuestas”, afirmó Trabuchi.
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