TEATRO › ENTREVISTA AL DRAMATURGO, GUIONISTA Y ACTOR RICARDO TALESNIK
En Hoy estás, su obra más reciente, montada en el Teatro del Pueblo bajo la dirección de Daniel Marcove, el autor vuelve a mostrar su afinidad con los temas que aluden a la convivencia, proyectando, según admite, elementos de su personalidad.
› Por Hilda Cabrera
Miguel finge seguridad, y se acomoda en el ataúd antes de que se lo impongan; se vale del humor para esquivar el final e inventa “una muerte de mentira”. Para alargar el plazo, simula interés por saber qué se dirá de su persona y qué chistes circularán por su velorio. A su alrededor se mueven otros personajes, reales o imaginarios, comunes como él, reconocibles en la vida diaria, perdedores algunos. Lo compone Ricardo Talesnik en su reciente Hoy estás, obra en la que Irene Almus y Omar Lopardo se multiplican en esos otros personajes, semejantes en algún punto a los de anteriores piezas del autor: son los que idean raras estrategias para ganarse la vida, como el Luisito de Cómo ganarse una fiesta, o toman conciencia de una existencia rutinaria, como el Néstor de La fiaca. En tanto autor, adhirió al realismo crítico de los ’60 y se sintió atraído por los experimentos del Instituto Di Tella. Inclinado al humor, ha sabido descubrir absurdos en las situaciones más dramáticas y conflictivas, especialmente las de pareja, que retrató incluso bajo el formato de teatro dentro del teatro ideando obras en las que un matrimonio de actores ensayaba sketches de índole conyugal. Lo atrapan los temas relacionados con la convivencia, en parte porque está entre los que reinciden: “Necesito compartir y aspiro a la convivencia en un espacio reducido”, dice. ¿Miedo a la soledad? “Miedo a la muerte, y ganas de ser inmortal, algo que no explicito en Hoy estás, pero que se traduce en el deseo de los personajes de ser exitosos y tener poder”, resume.
–¿Lo asusta mostrar aspectos de su personalidad en la escena?
–No tuve conciencia de que partía de mí mismo hasta bastante después de haber escrito La fiaca, que se estrenó primero en Chile (en 1967) y después en Buenos Aires. Ese empleado que rompe con su rutina no era yo. Eso pensaba hasta que descubrí que no era así, que en realidad estaba hablando de mí, y no por la fiaca, sino por lo que le ocurre internamente. Me había quedado sin trabajo, sufría angustia económica y no quería acabar en una oficina, donde en realidad nunca había estado. A nivel consciente, le quería dar duro al sistema y mostrar cómo las estructuras sociales y económicas condicionan al individuo. Pero los motivos profundos no eran ésos.
–¿Cuáles, entonces?
–La necesidad de jugar, de recuperar la libertad imaginativa de la infancia, de vivir intensamente el presente.
–¿Diferencia lo propio en Hoy estás?
–Sí, pero pongo mucho de mí en los personajes. El miedo a la muerte es el miedo de Miguel y el mío. También yo quiero evitarla. Pero no hay sólo cosas mías. Este es un trabajo en colaboración con los actores, y ellos son tan buenos que me arriesgo a desaparecer del escenario.
–¿Practica el humor fuera de la escena?
–Soy bastante dramático: me pongo mal por pavadas.
–¿Qué opina del humor que se hace hoy en televisión?
–La televisión me interesa. Lo pasé muy bien trabajando en el guión de Mi cuñado, con Luis Brandoni. Ahora el humor está metido en algunas telenovelas. Los programas con sketches de humor desaparecieron. Está Peter Capusotto, que es bueno. Abundan los programas que parodian a otros de la televisión y pretenden hacer reír con eso. Los productores prefieren lo que rinde: utilizar siempre el mismo elenco, con algún invitado, y tener publicidad todos los días.
–¿Produjo espectáculos?
–Los que hacíamos con mi ex mujer Henny Trailles y mis unipersonales, como el que presenté en Nueva York, En camiseta, casi una autobiografía y una terapia. Ahora, adelanté el dinero para algunos gastos, pero trabajamos en cooperativa. Nos conocemos bien. Daniel Marcove dirigió un espectáculo que presenté en Punta del Este, en 2002. Las obras que llevamos de gira con Henny no necesitaban gran producción. Viajamos por toda América. Con Traylesnik, hicimos presentaciones en lugares serios, como el Teatro Estudio de Lee Strasberg, en Los Angeles. Era una obra casi totalmente muda. Llamé a unos amigos para que asistieran. La mostramos a Strasberg y un grupo de alumnos de último año. Se rieron mucho en la primera parte. Strasberg felicitó a Henny. A mí, nada. Pensé que había estado muy mal, pero mis amigos dijeron que no, que no había visto nada criticable. No sé si me engañaron, pero me agarré a esa versión. En esos años resucité como actor.
–Una experiencia que conoció de chico...
–Sí, por mi mamá. Vivíamos en Corrientes y Libertad, y me llevaba a ver todos los espectáculos, todas las películas y todas las orquestas de tango y de jazz. Tengo lindos recuerdos del Politeama. Me sabía la letra de las obras, y en dos ocasiones me llamaron para cubrir papeles. Uno fue en una compañía italiana y otro en la compañía de Luis Arata. Lo que digo de mis viejos en Hoy estás es verdad: sus discusiones de pareja eran interminables porque los dos querían tener razón.
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