Lun 06.10.2008
espectaculos

TEATRO › JOSé MARíA MUSCARI HABLA DE LABORATORIO TEATRO

“Será un happening político”

“La década del ’90”, “La lucha de clases”, “Los símbolos patrios” y “El peronismo” serán los temas que el director abordará en el espacio público de investigación que el Rojas programará desde mañana. Muscari reivindica la frivolidad “como medio de batalla”.

› Por Cecilia Hopkins

Hace un año, bajo el nombre de Laboratorio Teatro y con la coordinación del director Matías Umpiérrez, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038) se abría un espacio público de investigación con el fin de mostrar al espectador el abordaje que realiza un director en particular sobre temas fijados de antemano. El elegido para inaugurar este proyecto experimental había sido Gustavo Tarrío y su Grupo Sanguíneo, creador de los espectáculos Afuera y Elegí canción, entre otros. Seleccionados por la coordinación del proyecto, los temas que le fueron asignados fueron “La década del ’90”, “La lucha de clases”, “Los símbolos patrios” y “El peronismo”. Con igual formato e inspirado en los mismos ítem, los martes y miércoles de octubre (ver recuadro) el director José María Muscari continuará con la propuesta. Será éste el primer estreno en el Rojas del creador de Mujeres de carne podrida, Shangay y Fetiche, entre otras obras caracterizadas por el desborde y el desenfado, su marca de estilo. Y si bien se trata de un experimento, Muscari no tiene dudas acerca del resultado que obtendrá: “Un happening político, un show con contenido social, una revista freak de actualidad comprometida, una saga de libre asociación poética y metafórica”, según adelanta en una entrevista con PáginaI12. El elenco estará integrado por Julia Amore, Diego Benedetto, Elsa Bloise, Hector Bordoni, Maruja Bustamante, Soledad Cagnoni, Laura Espinola, Emiliano Figueredo, Armenia Martínez, Dina Pugach, Diego Rinaldi, Felipe Rivera Valencia y Roberto Yáñez.

–¿Qué opinión tiene del teatro político en el sentido más estricto?

–Hay personas como Tato Pavlovsky o Norman Briski, o –ya como showman– Enrique Pinti, que hacen teatro político. Lo hacen divinamente, cada uno en su estética. Mi incursión no es estricta en lo que se refiere a lo político en sí mismo. Creo que hoy todo está tan politizado –en la calle hay escraches, piqueteros, movilizaciones– que cualquier reflexión sobre la actualidad no asume ningún valor ni tampoco suma como metáfora poética. Todo está muy mezclado y vapuleado. Estamos tan anestesiados que lo que en otro momento podría ser leído como una denuncia hoy ya es anacrónico. El teatro político está en la calle. Y yo voy a hacer teatro con lo que me pasa caminando por la calle.

–Se anuncia que en sólo cuatro semanas se estrenarán cuatro espectáculos diferentes. ¿Por qué cree que se pone el acento en la celeridad del proceso, como un atractivo adicional?

–Porque la propuesta consiste en mostrar algo que no esté cerrado o “cocinado”. En medio de esa celeridad, de los pocos ensayos, creo que algo de nuestra política cotidiana cobra valor: los políticos cambian, mutan, se camuflan. Creo que será sorprendente el resultado que obtendrán los 13 actores –mi “seleccionado” del under que me acompañan en mis diversas producciones– más la presencia de algunos invitados sorpresa.

–¿Cómo es un happening político, un show con contenido social?

–Los temas propuestos no serán utilizados como líneas narrativas ni como idea de historia sino como si fuesen universos explotados de manera caótica, antojadiza, conceptual, pero nunca ortodoxa. Estarán presentes nuestras fantasías y reflexiones desde nuestro lugar más político. Pero el público estará compartiendo el espacio con los actores y habrá algo para comer o tomar para que se cree una atmósfera de show. Será forma y contenido amalgamados desde la impunidad creativa.

–La frivolidad en el campo de la política está instalada desde hace años. ¿Por qué tomar este signo tan visible para hacer teatro?

–Tanto mis obras como yo mismo, como artista, fuimos tildados de frívolos. Tal vez porque mis espectáculos, aun los más “under” fueron masivos, en cierto grado. O porque soy poco respetuoso frente a “lo prestigioso”. Mi juego estético y ético incluye a la frivolidad como medio de batalla y propuesta.

–Además de la trivialización de la política, ¿qué otras cuestiones caracterizaron a los ’90?

–Fue un universo ficcional el que construyó nuestra identidad en los ’90, con el sushi, la pizza y el champagne, y Fairuz y Yuyito González en la cama de nuestro presidente. Los ’90 fueron nefastos y festivos, el símbolo de un pueblo hasta hoy marcado por la apariencia, por intentar ser lo que no somos, emular el imaginario de Miami y toda su bosta de exportación. Creo que los ’90 son la base de nuestra despersonalización como sociedad.

–¿Cuál es su visión de la lucha de clases?

–Es una lucha ya perdida. La clase baja es el foco de acusación, la clase media casi no existe y la clase alta digita a sus empleados de clase baja por el pancho y la coca, indicando dónde salir del micro a piquetear. Mis actores decidieron encarnar la lucha obrera dialogando con una pantalla en la que se ve un capítulo de la mítica serie Dinastía.

–¿Qué tratamiento recibirán los símbolos patrios?

–Contrariamente a lo que puede suponerse, serán objeto de alegría, con el himno de Charly, Aurora, la bandera y el escudo. Vamos a filtrar por allí nuestra sensibilidad de niños, nuestras sensaciones más extrañas y dolorosas.

–¿Qué piensa del peronismo como movimiento social y político?

–Como todo partido, tiene sus ambigüedades. Por identificación o no, todos tenemos algo a favor o en contra del peronismo. En una época lejana, creo que representó al pueblo. Ya no: ningún partido político está cerca del pueblo. Muchos de ellos crean ficciones de esa cercanía por conveniencia. Creo que en Perón, Evita y Menem, tan diferentes ellos, están expresados lo bello y lo nefasto del peronismo.

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