Viernes, 10 de octubre de 2008 | Hoy
TEATRO › ENTREVISTA AL DIRECTOR ROMAN PODOLSKY
Escribió junto a la actriz Marta Paccamici Por su puesto, una obra que se refiere “a los proyectos personales que se hacen y se deshacen al ritmo de las sucesivas crisis de nuestro país”. El unipersonal va los sábados en El Portón de Sánchez.
Escrita entre el director Román Podolsky y la actriz Marta Paccamici, Por su puesto es la historia de Moni, una vendedora de panchos que defiende la idea de realizar un proyecto cultural para la gente de su barrio, amén de encontrar un medio de vida y calmar, de paso, su módica sed de figuración. No obstante su empecinamiento, los planes de la animadora cultural en ciernes encuentran trabas, sencillamente, porque no figuran dentro de las prioridades de un antiguo conocido suyo, hoy burócrata municipal.
El unipersonal de Paccamici, que está presentándose los sábados en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034), viene a confirmar el cambio en la producción de su director, el mismo Podolsky, que hace algunos años puso en escena Una cabeza de más, sobre un texto del japonés Kenzaburo Oé, y Las mucamas, versión de Las criadas, de Jean Genet, y hace más de 10, estrenó La zarza ardiendo, de José González Castillo. Desde 2006, dos obras de su autoría dan cuenta de su actual tendencia a desarrollar pequeños conflictos individuales que dejan a la vista problemáticas de vital importancia. Así, Harina, unipersonal de Carolina Tejera, habla sobre los pueblos fantasma originados por el achicamiento de la red ferroviaria y Guardavida, interpretada por Nacho Vavassori y Elvira Massa, pone de relieve el valor de las situaciones efímeras pero gozosas de la existencia por sobre un fondo de enfermedad y muerte. “Moni refleja la relación conflictiva entre evolución e involución que parece darle entidad a nuestro país desde tiempos inmemoriales”, reflexiona Podolsky en una entrevista con PáginaI12. Concretamente, el director se refiere a los efectos de los sucesivos momentos de inestabilidad vividos por el personaje a lo largo de su vida adulta: “Moni está hecha de agujeros y de pedazos, de lo que pudo preservar de sí tras enfrentar sucesivas crisis: ella también refleja la bronca y el resentimiento de creerse merecedora de un futuro mejor y chocarse con una realidad que se lo niega. En este sentido, podría afirmarse que Moni es un producto típicamente argentino”, es su conclusión.
–¿El emprendimiento que el personaje quiere realizar es solamente cultural?
–El proyecto que ella dice tener es más bien ecléctico. En el Centro Cultural podrían convivir talleres de artes y oficios con peluquería y asesoramiento para mujeres y hombres golpeados. O para la fabricación de salchichas, tal como lo expresa en el espectáculo. No hay un programa. Hay más bien una respuesta inmediata a las necesidades que va planteando la lucha cotidiana por la vida. Y sobre todo, las de ella. En su ideario corresponde ayudar al prójimo, pero en la práctica no está exenta de terminar reproduciendo lo que critica. En eso, ella también es bastante argentina.
–¿Qué figura representa el Lobo?
–El Lobo –personaje que nunca aparece en la escena y sin embargo es una referencia permanente en la misma– es un oscuro funcionario municipal. Representa al Estado. Es como Moni, pero a diferencia de ella él “llegó”, “la hizo” y mantiene a capa y espada su ínfima cuota de poder. El personaje encarna además una dimensión erótica que no es indiferente para Moni. Al fin y al cabo, el poder no carece de cierto erotismo.
–¿Qué implicancias tiene la burocracia en la obra?
–La relación entre Moni y la burocracia que El Lobo representa es de oposición entre el individuo que pretende hacer valer sus derechos y una máquina ciega que se lo impide. Es la clásica forma de entender las cosas en términos de “buenos y malos” que lleva a la circularidad, a la impotencia y al resentimiento, todas figuras por las que el personaje de Moni transita durante la obra. La demonización de la burocracia es el argumento que oculta la incapacidad de realizar su proyecto, lo que la sostiene en su queja.
–Su teatro cambió hacia una dramaturgia propia. Sus obras parten de conflictos personales que representan otros, más generales...
–Creo que el teatro se hace de la singularidad. Cada uno de nosotros tiene respuestas propias a los mismos fenómenos. El teatro es un espacio fructífero para explorar esa infinita diversidad. Por eso me gusta escuchar a los actores y extraer de sus dichos la singularidad con la que más tarde crearemos los personajes y las situaciones de cada espectáculo.
–¿Se puede decir, entonces, que el tema de lo personal establece una relación entre sus tres últimas obras?
–En Harina trataba de imaginar las respuestas personales de una humilde panadera que se quedó sola en un pueblo donde ya no pasa el tren. En Guardavidas, indagar metafóricamente sobre cómo siguió la vida de personas que militaron en los años ’70 y se salvaron mientras otros compañeros desaparecieron en manos de la dictadura. Y ahora, en Por su puesto, hablar de los proyectos personales que se hacen y se deshacen al ritmo de las sucesivas crisis de nuestro país. En todos estos casos, evitar el panfleto, el lugar común, se dio justamente por la vía de la exploración de la singularidad. Se trata de escuchar las versiones personales de los hechos. Para el teatro, son más interesantes que los hechos mismos.
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