Miércoles, 22 de octubre de 2008 | Hoy
TEATRO › VALENTíN MEDEROS Y DESDE LO MáS PROFUNDO, SU DEBUT COMO AUTOR
El joven dramaturgo protagoniza en La Otra Orilla una pieza en la que asume diferentes máscaras para retratar la dualidad interior de un adolescente. “Es poner en el cuerpo la contradicción como sólo se puede hacer en el arte”, dice.
Por Hilda Cabrera
La singular dualidad interior de un adolescente es corporizada en Desde lo más profundo, obra de Valentín Mederos interpretada por este actor que debuta después de años de estudio con el director y autor Hugo Midón, y últimamente con el también autor y director Omar Pacheco. Mederos cuenta que asistió a otros talleres, entre éstos el de Juan Laso, quien lo dirige y ha colaborado en la dramaturgia del unipersonal que presenta los sábados a las 22 en La Otra Orilla. Sobre esa dualidad interior que es al mismo tiempo combate y principio organizador, Mederos extrae seres imaginarios arrancados de los sueños, y otros elaborados a partir de las presiones sociales o de sencillas observaciones sobre el entorno. El adolescente de su ficción “ve” esos personajes en los sueños, los imagina transitando libremente por la calle y los recibe en su propio cuerpo. Conducido por Laso –actor y director que ha estrenado, desempeñando uno u otro rol, o los dos a la vez, espectáculos como Viaje Zapucai (viaje del payaso Zapucai al Amazonas), Instalación escénica sobre la filosofía de Michel Foucault, Juventud, mierda divina y Tripa corazón–, Mederos destaca dos personajes, “el que toma el significado del opresor, que es siniestro y oscuro”, señala, y el oprimido, cuyo estado se traduce en un cuerpo que se paraliza y en la dificultad para comunicarse.
–Se dice que cuando el oprimido reconoce que en él se aloja el opresor, gana autonomía. ¿Es ésa la intención en la obra? ¿Los opuestos funcionan como complementarios?
–La obra tiene esa cosa de los opuestos que se da en las personas y en la sociedad, pero no tomé la dualidad como algo psicológico sino corporal.
–¿Cómo es eso?
–Es poner en el cuerpo la contradicción como sólo se puede hacer en el arte, que en este sentido es una herramienta que permite expresar todo. Imaginé a estos personajes de la obra, que son uno, interactuando en un tablero que representa el juego de la vida. El que conduce el juego es el personaje del poder absoluto. El adolescente transita por ese tablero experimentando en cada casillero distintas situaciones. En uno queda encerrado, en otro consigue comunicarse a través de los medios y en otro más convertirse en títere. En la obra es un adolescente, pero no sólo los jóvenes atraviesan estos estadios: también los adultos tienen sensaciones parecidas y sienten malestar cuando se los maneja.
–Sorprende que sea un joven quien asuma la contradicción de forma extrema, cuando en general los adultos la niegan.
–Sé que exagero al llevar la contradicción al extremo, pero el deseo por una vocación, o el deseo de ser lo que uno quiere en la vida y no lo que le dicen que debe hacer, es muy fuerte en mí. Justamente, creo que es en la adolescencia cuando toman mayor fuerza las contradicciones.
–¿Qué le ofrece el teatro?
–Comencé a estudiar en el teatro de Hugo Midón. Era lo que convenía a mi edad: tenía 10 años. Me sentía bien en las clases. Empecé a interesarme en cómo era la relación de las personas en el teatro y en la vida, sobre todo porque ciertos aspectos de la sociedad me molestaban. A los quince años, ahora tengo diecisiete, escribí un texto sobre las cosas que me ocurrían y las que soñaba. Si me hubiera dedicado a la música, hubiese hecho algo para expresarme desde la música. Esto que siento y digo no es un mambo personal, porque lo veo también en otras personas. ¡Vaya a saber qué me hace pensar así! Quizá tenga que ver con mi crianza, con la escuela, con lo que sucede en el mundo y rechazo. En mi casa me alentaron desde el primer momento: me dieron cuerda libre. Cuando me metí en el teatro, aprendí más de mis experiencias. Amo al teatro, me parece que es una herramienta social espectacular, porque tiene que ver con lo grupal, con organizar a la gente.
–¿Por qué ese acento en el opresor y el oprimido? ¿Se trata de una oposición tipo víctima y victimario?
–No. Con el director lo planteamos como opuestos sin otro agregado. Esta es mi primera obra, y salió por necesidad después de organizar el material durante un año. La hacemos con mucho entusiasmo. Luca Pacella es italiano y compañero en el estudio de Omar Pacheco. Llegó a la Argentina hace dos años y se quedó. Es nuestro asistente de luz y sonido. Andrea Doumanian, profesora de expresión corporal, tuvo un fuerte protagonismo en mi formación. La escenografía la hice con ayuda del artista plástico “Pollo” Wesenack. Es una obra barata, porque nos ocupamos de todos los materiales.
–¿Cuál es el próximo trabajo?
–Estamos generando un grupo de estudios con el director Omar Pacheco. Me gustan su estética, su manejo de la luz, el ritmo escénico. Quisiera generar con mis compañeros un centro cultural de vanguardia, donde se pruebe seriamente, y no, como se hace, mostrar espectáculos que se presentan como nuevos, cuando en realidad son expresiones en las que se trata de romper por romper.
Funciones de Desde lo más profundo en La Otra Orilla (Teatro-Estudio del autor y director Omar Pacheco), Urquiza 124, los sábados a las 22.
Reservas: 4957-5083.
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