Dom 11.01.2009
espectaculos

TEATRO › ENSAYO GENERAL DE CASH, DEL DIRECTOR JOSE MARIA MUSCARI

Intimidad de los actores en la víspera del estreno

El niño mimado de la cartelera marplatense, con En la cama, abre la trastienda de su nueva obra a horas de su próximo debut en Buenos Aires y revela cómo pasó de volantear en la calle Corrientes a ocupar la sala principal del Maipo.

› Por Julián Gorodischer

La generosidad de Muscari, hay que decirlo, permite el ingreso a un ensayo general de la pieza Cash, de estreno previsto para el miércoles 14 en el teatro Maipo, no sin antes entregar una advertencia: “Esto es un privilegio: ver algo en proceso. Los actores que trabajan conmigo hacen cambios muy contundentes entre un día y otro y lo que se verá en el estreno es diametralmente opuesto”. Hace años le decían El Chino y paraba en La Continental de Corrientes y Callao, en cuyo frente volanteaba durante las noches de sábado; ya entonces se llevaba bien con la convocatoria masiva, en ese entonces acarreando público “a la gorra”. Apegarse a los códigos de la tevé facilitó desde el principio la digestión. También ayudó a agotar funciones intercalar el habla con canciones. Muscari pide que no se juzgue con código moral la vanidad de los actores. “Los exculpa la presión extraordinaria que caracteriza a la víspera”, aclara.

“Todos los objetos son una porquería, una mierda”, se escuchará después, y rige un pacto. Las devoluciones luego de lo actuado esta tarde se darán con la sequedad de un reto. Asegura Muscari que eso no da lugar a roces ni malentendidos que persistan. “Hoy mismo Dani (por Aráoz) me llamó y hablamos una hora sobre una devolución que le hice.” Como lo que se autoatribuye es ser capaz de ensamblar “la realidad del actor y el personaje antes de que aparezca la máscara” acata también los costos: “Juego con lo más sexy y explosivo del actor y eso despierta al divo”.

Primeros cinco minutos

La materia con la que trabaja es de descarte para el teatro culto. La televisión provee sus figuras y también su detrito: entonación cantada para los textos, una gestualidad puramente exterior, un mismo tema para todas las intervenciones (en este caso: el dinero). La marca de autor se verifica en iniciativas que, en ocasiones, sólo él llena de sentido revulsivo. “Me gusta que entres a un teatro y veas a Juan Carlos Dual con un cuello ortopédico durante toda la obra” (lleva un cuello de plástico de principio a fin y no se lo justifica en escena). “Eso enrarece –sigue Muscari–. Es algo no previsible.”

–Pensé que ese actor estaba lesionado...

–Me gusta que pienses que se lesionó. Es parte de la propuesta de mi teatro: es indivisible lo que es verdad y lo que no.

Ronnie Arias baja, entonces, colgado de un signo euro. “Soy un invento de la televisión que ahora hace teatro”, le hace decir Muscari. “No comulgo con que los actores representen un rol”, justifica. El ejercicio de la autoridad está legitimado por afirmaciones tajantes y juicios subjetivos: “Me gusta”, “No me gusta”. No hay “Por favor” ni “Gracias”: lentificarían la corrección. La atmósfera se congela cada vez que manipula el megáfono. Su voz se sube a la de los actores, se transmite amplificada hasta en el hall. No es la expresión histérica –desmentirá después– de la loca de atar sino un cuidadoso método que prevé, para la víspera, el modo autoritario para regir el trato. “Puedo hacerlo porque antes estuvimos un mes y medio trabajando de otra forma. Primero hubo improvisación.” Un día, hace poco, pidió que lo escucharan porque tenía algo que decirles:

Habla Muscari

“El interés de cada actor es individual.”

“Ustedes no tienen conciencia de totalidad, en cambio yo sí la veo.”

“Las reacciones que ustedes puedan tener son inseguridades del momento previo a un estreno.”

“El arte es siempre muy personal y muy relativo.”

“Mi lugar de creación no es el ustedes.”

“Sólo a mí se me ocurre que Carolina Fal pueda hacer Electra. O que Ronnie haga de Ronnie en una obra de teatro. O que Viviana Saccone haga un topless en En la cama. No me gustan los prejuicios.”

“Uno de mis mayores talentos es armar elencos. El de Cash me llevó tres meses. Tuve que cubrir casilleros de disposición al trabajo, observar si iban a poder poner su ego en mi universo y percibir que me entendería bien con cada actor. Por eso les hice muchas preguntas, charlé sobre lo que les pareció esta obra, les pedí que fueran a ver mis otras obras y recién después decidimos trabajar juntos.”

“¡Sean soldados!”

La obra avanza

En su obra Crudo fue, más que nunca, autobiográfico para exponer un álbum familiar ilustrado por monólogo, fotos, videos y (siempre agradeciendo a Jonathan Caouette, que lo hizo primero en la película Tarnation) pinchaduras telefónicas familiares. Cash lo corre del centro del problema, pero sigue siendo metadiscursivo al máximo. Su manera de mejorar a los actores malos es subrayarles la falta y aumentarles la caricatura mediática: la acentuación del estigma televisivo los hace devenir en personajes nuevos. Suplanta la falta de una trama fluida con la enunciación del problema en voz alta: “Por abajo, en las obras de Muscari –dice Ronnie Arias–, hay algo que no termina de pegar, de funcionar. Es como un sandwich seco que no tiene mayonesa.” Comparte con el teatro de Sofovich la inclinación por la escenografía de diván y las puertas que se abren y se cierran (por donde ingresan los actores), pero los pasos de comedia se ensucian hasta cuestionar el molde. “Mi teatro –contrapone, sin embargo– no es paródico.”

“Cash”

Siendo todavía El Chino ya quería brillar en una marquesina de Corrientes y llenarse de plata. La paradoja es que se hizo emblema del “teatro independiente”. Coincide en que eso fue un gran malentendido: “Yo quería estar en la calle Corrientes o en el Maipo”. Logró llegar al podio taquillero con En la cama, que lidera la cartelera marplatense detrás de las revistas. Una sola de sus obras (las gestiona en simultáneo, como si fuesen franquicias) habilita a fin de año la compra de un departamento. Siendo El Chino iba en dupla con un amigo del barrio, El Colo, que en algún momento se dedicó a la acrobacia callejera. Paraban –recuerdo– en una mesa del fondo de la pizzería. Pasados de cerveza Quilmes, se dedicaban a entablar conversación monotemática (la promoción de las obras) con integrantes de otras mesas. Aun teniendo garantizado el lleno de la siguiente función, ofrecían “2 x 1” con desesperación frenética. Más cerca, llegó el arribo a un teatro oficial (con el biodrama Fetiche en el Sarmiento). El año pasado, con En la cama, su obra devino en un buen negocio.

–¿Cuáles son las concesiones?

–Ser inteligente –tomen nota– para hacer concesiones que parezcan concesiones, pero que queden en el campo de las especulaciones.

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