Lun 19.01.2009
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TEATRO › MARIELA VITALE PROTAGONIZA UNA VERSION MUSICAL DE LA NOVELA DE JORGE AMADO

Emme en la piel de Doña Flor

La cantante y actriz encarna el legendario personaje literario, llevado luego al cine y al teatro. Emme aclara que “sería penoso que el público viniera por los desnudos, porque los hay, y no por el espectáculo en sí mismo”.

› Por Cecilia Hopkins

“Me puse Emme porque es la primera letra de mi nombre y lo escribí así por una cuestión visual”, resume la cantante Mariela Vitale en una entrevista con

Página/12, con motivo de su nueva incursión en el teatro musical. Su primera experiencia la tuvo hace tres años al encarnar a una mítica stripper rosarina en Rita, la salvaje, con libro de Gonzalo Demaría y dirección de Ricky Pashkus. La segunda, en Mujeres bonitas, la comedia musical que interpretó al año siguiente junto a Natalia Lobo, Cecilia Milone, Patricia Palmer y Laura Oliva. Ahora le toca protagonizar la versión musical de la novela del brasileño Jorge Amado, Doña Flor y sus dos maridos. “Si hay algo en común en los tres personajes que hice –analiza Emme–, es que se puede decir que son unas sobrevivientes y que en gran medida siguen creyendo en el amor verdadero, a pesar de que les han mentido siempre.” Acompañada por Miguel Habud (en su segunda interpretación del personaje del primer cónyuge de la bella, ver recuadro) y Marcelo Mazzarello, en el rol del segundo marido, la obra subió a escena en el teatro Broadway bajo la conducción de Daniel Fernández.

Con un elenco integrado por 18 actores y bailarines, música de Eduardo Blacher y coreografía del mismo Fernández, la obra cuenta la historia a partir de un texto escrito por Leandro García, a cargo también del personaje de La Muerte. Una presencia necesaria en la trama, ya que será la encargada de traer nuevamente a la vida al primer marido de Doña Flor, el licencioso Vadinho. Porque la bella Floripides Guimaraes –o Doña Flor, como la llamaban en Bahía–, a pesar de haber lamentado la conducta de su compañero a causa de sus escapadas y desbordes nocturnos, una vez muerto, extraña la intensa vida sexual que compartían. Un vacío que siente más aún cuando vuelve a casarse con Teodoro, un metódico y desapasionado boticario, aquí interpretado por Mazzarello. Por suerte para ella, por obra de un pase mágico del destino, Vadinho volverá del más allá para consolar a su viuda y prodigarle las atenciones a las que la tuvo acostumbrada. De allí en más, el espectáculo –una producción que hace pocos meses fue estrenada en Nueva York– promete un sinfín de “situaciones hilarantes, una comedia picaresca de enredos llena de alegría y vitalidad, con canciones, música y coreografías”.

La acción comienza en el cementerio, en el entierro de Vadinho, junto a su madre, interpretada por María Concepción César. “Doña Flor se siente abandonada por su marido y por eso escucha los consejos de su madre, que también fue abandonada –explica Emme–. El hecho de que su padre se fue dejándolas a ambas es decisivo: ella quiere formar parte del mundo de Vadinho, aunque sabe que no le es posible.” La intérprete opina que el de la madre es un personaje que “tiene mucho más peso que en la novela o en la película”, haciendo referencia a la versión cinematográfica de 1976 de Bruno Barreto, protagonizada por Sonia Braga y José Wilker. No obstante, Emme aclara que no alcanzó a leer la obra de Amado: “Todo fue muy rápido –-asegura–, porque mi primer ensayo fue el 1º de diciembre y desde ahí todo fue muy vertiginoso”. Una vez leído el guión del espectáculo, la primera escena que debió ensayar fue, según adelanta, “la más erótica de todas, que es el encuentro entre Doña Flor y Vadinho”, reunión que se produce en un torbellino de telas rojas que enlazan al cuerpo de baile y a los protagonistas con impactante proyección de fondo. Aparte de la danza y las canciones, hay una presencia que colabora en el relato: es la figura del autor, el propio Amado, quien presenta al público a los personajes como si en ese momento estuviese dándole forma a su novela.

Hija de Lito Vitale y Verónica Condomí, la actriz aclara que a sus 25 años no se considera aún una artista: “Creo que un artista se hace con el tiempo y esto es algo que aprendí de mis padres, a quienes respeto muchísimo porque han sabido ser fieles a sí mismos”, afirma. “También creo que la amplitud mental es algo que aprendí de los dos: tanto en lo musical como en la vida no hay que ponerse límites.” Y aunque en mayo pasado Emme fue tapa de Playboy (“fue una decisión mía y lo hice porque me entusiasmó la idea”, aclara), sostiene que “sería penoso que el público viniera por los desnudos, porque los hay, y no por el espectáculo en sí mismo”.

De su personaje, Emme considera que “es una mujer muy ingenua, que no tiene conciencia de su cuerpo ni de lo que despierta en los otros. Yo diría que tiene una sensualidad interior. Y que este erotismo lo tiene puesto más que nada en la cocina, que es su pasión”. Como Doña Flor es maestra de arte culinario, la actriz adelanta que se la verá cocinando “esos guisos de gusto intenso, bien brasileños, con mucha cebolla y picante”, casi como un modo de escaparle a lo cotidiano. La relación con su segundo marido será, por el contrario, una experiencia de vida hacia el orden, la seguridad... y el aburrimiento: “Ella es mucho menor que él y le enseña cómo debe hacer las cosas para que todo esté según su gusto”.

Emme tuvo, de chica, una formación actoral que comenzó con Hugo Midón y continuó con Nora Moseinco, experiencias que ella valora, pero que pone en su justo lugar: “El teatro era para mí un juego que tenía más que ver con improvisar y disfrazarme, porque nunca pensé en dedicarme a la actuación”, afirma. También hizo estudios de danza clásica y contemporánea, lo cual le ayudó, según cuenta, a encarar las coreografías de Ana María Stekelman y Ricky Pashkus, en Rita, la salvaje, y de Fernández, en esta nueva experiencia. En cuanto al canto, que es donde pisa con mayor seguridad (su primera actuación en vivo la hizo a los 17 años, primero con amigos y familiares; luego formó su propia banda, Rim-Shot), es en esta oportunidad donde siente que su Doña Flor puede expresarse de un modo más similar al que lo hace habitualmente: “Los temas tienen más que ver con el pop, en cambio en Rita... estaban más ligados a lo folklórico y no tenía la posibilidad de usar mi voz como acostumbro a hacerlo”.

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