Viernes, 27 de febrero de 2009 | Hoy
TEATRO › JAVIER VAN DE COUTER Y SU UNIPERSONAL SOBRE LA LUCHA GAY
Uno de los más persistentes éxitos del off Broadway neoyorquino, La noche que Larry Kramer me besó, de David Drake, pide, según su protagonista, “cambios en las políticas de salud, por los derechos humanitarios de los enfermos de sida y contra la discriminación”.
Por Cecilia Hopkins
Nominada al Lambda de literatura (premio que en Estados Unidos recibe lo mejor de la literatura lesbiana, gay, bisexual y transexual), La noche que Larry Kramer me besó, de David Drake, fue estrenada en 1994 con la interpretación del propio autor y aún hoy es uno de los unipersonales que permaneció en cartel por más tiempo en la historia del off Broadway. Hace ocho años tuvo una versión cinematográfica en Estados Unidos (no estrenada en cines en el país) dirigida por Tim Kirkman y también protagonizada por el mismo Drake. La obra, que describe el proceso de autoconocimiento que emprende el protagonista desde los 6 hasta los 33 años, hace referencia a Larrry Kramer –autor, guionista cinematográfico y activista gay comprometido desde los primeros años de la aparición del sida– porque el protagonista siente que le debe a ese autor el reconocimiento de su identidad sexual. El haber visto su obra El corazón normal fue un acontecimiento en su vida, una experiencia comparable a un beso metafórico. En el nuevo Teatro Antesala (Gorriti 3956) acaba de subir a escena la versión argentina de este texto, con dirección de Martín Alomar, interpretado por Javier Van de Couter, conocido por su labor en la tira El tiempo no para, de la cual fue también guionista. “Apenas leí la obra la consideré un desafío –afirma el actor–, porque es un texto muy intenso y político que además me comprometía personalmente, y me pareció un acto de amor hacerla: pertenezco a una generación para la cual el sida ha estado siempre presente en la necesidad de cuidarse y de hacerse análisis.”
Nacido en la Patagonia pero formado en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), Van de Couter tiene, a sus 33 años, una amplia experiencia teatral en virtud de haber trabajado a las órdenes de Alberto Félix Alberto y Roberto Villanueva, entre otros. “Es un texto difícil de interpretar y hacerlo ‘de verdad’, porque el autor escribió esta obra para él mismo, desde una gran angustia”, explica Van de Couter. “Es una especie de diario cronológico de un personaje que a los 16 años tiene su primer enamoramiento y sufre la primera discriminación cuando sus padres se enteran. Todo está dicho al público, pero la obra va creciendo en despliegue de movimiento y desde lo visual, con música y proyecciones”, detalla.
–El personaje de la obra es de Baltimore y viaja a Nueva York para experimentar lo que es vivir en una gran ciudad...
–Sí, igual que yo, que nací en Carmen de Patagones y vine a Buenos Aires a los 17 años. Así que puedo entender bien el impacto que siente, sé de lo que estoy hablando cuando hago la obra.
–¿Por qué dice que es una obra política?
–Lo es porque habla de la militancia y de la lucha en relación al sida. También habla de la indiferencia de los gobiernos frente a ese tema. Hace alusión a Larry Kramer porque es un dramaturgo que impulsó el movimiento Act Up (“Actuemos ya”) en los ’80, cuando nadie quería hablar sobre el sida. La obra misma es una denuncia: pide cambios en la políticas de salud, pide por los derechos humanitarios de los enfermos de sida, pide que la gente en general tome conciencia sobre la enfermedad, que se luche en contra de la discriminación. Aunque es cierto que las cosas cambiaron mucho, porque ya no existe la indiferencia sobre el tema que había años atrás.
–¿Cuál cree que es el aporte de esta obra al tema de la identidad sexual y el sida?
–Creo que esta obra contribuye a esa lucha. En el país también cambiaron las cosas, pero igual hay que seguir trabajando sobre el tema del sida. Hay un cambio en la actitud de la gente. El activismo gay fue tomando otra forma, me parece que antes era más agresivo y hoy se contempla el problema desde otras estrategias, hay menos enfrentamiento. Y como ya se derrumbó el miedo que antes había, la gente sale del teatro con una visión optimista. Además se produce en el espectador una relación de identificación muy grande, sea gay o no, porque la obra, como expresión teatral, habla de la militancia y la lucha en general sobre una idea.
–¿Qué aspectos le parecen más acertados de la descripción del ambiente gay que aparece en la obra?
–Hay mucho humor e ironía. Esto se ve cuando el personaje va al gimnasio, cuando se muestran la promiscuidad y la búsqueda de-sesperada del sexo anónimo. Y cuando se hace la descripción de los “modelos” de gay: el que busca sexo anónimo, el deportista, el agente de bolsa durante el día y el “amo del universo” durante la noche, el moreno de 1,90 o el frágil que busca sexo a escondidas en los boliches. Aquí o en Nueva York, el ambiente gay es muy parecido.
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