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Viernes, 27 de febrero de 2009

TEATRO › OMAR AITA HABLA DE SU PUESTA DE LOS SIETE LOCOS

Poner a Arlt sobre tablas

En la obra que se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación, el director aprovecha la resonancia del escritor en el presente para indagar “si nosotros también, como esos personajes, no vivimos una mentira construida por el poder”.

 Por Hilda Cabrera

¿Es Roberto Arlt el dramaturgo del hombre desesperado? El director Omar Aita prefiere decir que las obras de Arlt tratan esa angustia ontológica que se detiene en preguntas del tipo para qué estamos o cuál es nuestra proyección en la vida, por supuesto sin dar respuesta. Intérprete, autor y docente, Aita dirigió, entre otras, Acróbatas en el aire, Corpiñeras, La foto, una versión de Esperando a Godot y ahora una adaptación de Los siete locos, novela de 1929 en la que artistas y autores siguen descubriendo situaciones que se reiteran en el presente. Como entonces, sacrificadores y sacrificados se incrustan hoy en los estamentos de una sociedad convulsionada. Los sueños de una sirvienta humillada que se suicida (Trescientos millones), los remordimientos de un homicida que se corporizan en fantasmas (El fabricante de fantasmas) o las desventuras del individuo robótico (el personaje del Hombre Cúbico) resuenan tanto como El Rufián Melancólico, Remo Erdosain o El Astrólogo, personajes de Los siete locos y de una escritura de abruptos cortes que vira hacia lo fantástico y es recorrida por un “grotesco discepoliano”. Narración y teatro en los que se reiteran asuntos clave en Arlt (1900-1942), como el dinero y el mal. Un inicial ejemplo de esto es Escenas de un grotesco, boceto escénico publicado en 1934 y germen de Saverio el cruel. De Los siete locos, Aita seleccionó secuencias filosóficas y de crítica social, elusiva a veces como la reflejada por el escritor en La fiesta de hierro o directa como en El desierto entra en la ciudad, donde escribe: “¿A qué mártir... le tuvieron todas las horas de su existencia amenazado con el infierno de la cesantía, con la tortura de la desocupación?”.

–¿Qué descubrió en su relectura de Los siete locos?

–Mi primera impresión se relaciona con el comportamiento de personajes que responden a una gran mentira. Esa es también mi idea sobre casi todo lo que hacemos. Me pregunto si nosotros respondemos también a una gran mentira construida por los que tienen poder.

–¿Cree que hay conciencia de ese manejo?

–Los personajes parecen no darse cuenta. Ellos arman su negocio sin importarles si son morales o inmorales.

–¿O sea que es lo mismo armar una conspiración que inventar algo para salir de pobres?

–En la escena de la convención de los “revolucionarios”, el Astrólogo propone generar recursos, y cuando le preguntan si esos recursos son morales, la respuesta es que eso no tiene interés, que la cuestión es ganar más. Si se puede vender más caramelos simulando ser ciego, mejor. No es un crimen dar lástima. Estas pequeñas mentiras abren el camino a otras que se desarrollan abarcando a una sociedad y hasta a un país.

–¿La teatralidad es inherente a las novelas de Arlt?

–Pienso en El juguete rabioso, Los lanzallamas y Los siete locos. Su primer acercamiento al teatro fue El humillado, adaptación de un fragmento de Los siete... que dirigió Leónidas Barletta en el Teatro del Pueblo. No es complicado ser fiel al relato: destaqué esa teatralidad sectorizando el espacio, un poco a la manera del cine y con la colaboración de la escenógrafa Soledad Ianni y el iluminador Carlos Di Pasquo.

–¿Dónde reside su fidelidad?

–En que seguí los textos de Arlt, aun cuando introduje modificaciones a través de los enlaces y la síntesis, porque mi intención era tomar las secuencias que se relacionan con su pensamiento filosófico y con cuestiones sociales. La historia de Remo Erdosain está allí, lo mismo que su entorno y la mirada que distorsiona y contrasta. Algunos textos tienen hoy algo de premonitorio, como las menciones a la explotación de las minas de oro a cielo abierto y las referidas a la complicidad de los militares con las grandes empresas. Después tomé los personajes que considero más entrañables y contradictorios, tan parecidos a lo que somos y tan funcionales a la gran mentira que nos la pasan como verdad, y la creemos.

–¿Siempre la misma trampa?

–Y la misma náusea. Esa situación que se reitera sólo sirve para generar una esperanza vana. El Astrólogo augura la creación de una ideología donde no interesa el signo sino la mezcla, porque así nadie la va a entender, pero va a ser atrapado por ella. Lo fundamental es que la gente crea en una mentira que empuje y distraiga.

–¿Es posible construir un camino propio e independiente en un clima social semejante?

–Lo importante es defender esa independencia y transmitir los elementos de orden estético e ideológico en los que cada uno se sostiene. Arlt vivía en un mundo que se desmoronaba, sabía de la dureza de una vida sin futuro y pudo construir una obra que se pregunta sobre el sinsentido y la extrañeza de vivir.

–¿Cuestiones que son hoy motivo de reflexión?

–Hoy existe la curiosidad por conocernos y saber más de la sociedad, sobre todo desde lo más intuitivo. Lo veo en el público. Tuve esta experiencia con Esperando a Godot, si se quiere una obra intelectual. Un chico que asistió a los ensayos comentó que era la primera vez que veía una obra y no entendía por qué antes no le habían hablado de teatro. Esto me recordó mi propia historia. Había ingresado a Filosofía y Letras, pero me fui al año y quedé sin saber qué hacer hasta que mi hermana me habló de teatro. Estudié y me encontré al poco tiempo en un escenario. Terminé los estudios, pero dejé el teatro cuando estuve proscripto por la dictadura. En esos años vi a mucha gente aprovechar las ausencias para ocupar lugares. Regresé recién en 1984 y retomé como actor y titiritero. Ingresé al Grupo de Titiriteros del San Martín y estuve hasta el ’93. Estudié dramaturgia con Mauricio Kartun y Roberto Co-ssa e hice adaptaciones como Romeo y Julieta, que dirigí en 1994 y por varias temporadas.

–¿Proyecta otro estreno?

–El de mi primera obra por encargo, y es para la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, como anticipo de los festejos del Bicentenario. Se titula Vaya usted, Castelli y trata el fusilamiento de Liniers. El teatro de la provincia creció mucho y viaja a Europa sin tocar Buenos Aires. Para Los siete locos recibí apoyo del Teatro de la Universidad de La Plata. Tuve la suerte de contar con un elenco excelente y buena gente, como Pablo Iemma, que se unió un mes antes de estrenar porque el actor que protagonizaba a Remo Erdosain se bajó del proyecto. César Drago, vestuarista, adaptó la ropa que nos cedió la universidad a la moda de los ’30 y el equipo sacó la obra a flote, como diría Arlt, por prepotencia de trabajo.

* En Los siete locos actúan Pablo Iemma, Julio Ordano, Andrea Juliá, Coni Marino, Enrique Papatino, Darío Levy y otros. La adaptación y dirección es de Omar Aita. La obra se ofrece en el C.C. de la Cooperación, Corrientes 1543, viernes y domingo a las 21 y sábado a las 20.

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Aita dirigió, entre otras, Acróbatas en el aire, Corpiñeras, La foto y una versión de Esperando a Godot.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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