Viernes, 12 de junio de 2009 | Hoy
TEATRO › ENTREGA DE LOS PREMIOS MARIA GUERRERO
En la ceremonia que distinguió lo mejor de la escena en la temporada 2008 fueron premiados, entre otros, Claudio Tolcachir, Guillermo Cacace y Beatriz Spelzini. Asimismo, hubo reconocimientos a la trayectoria para Griselda Gambaro, Agustín Alezzo y Mirtha Legrand.
Por Cecilia Hopkins
¿Qué hacía Graciela Alfano dando notas en el foyer del Teatro Cervantes? Ocurrió poco antes de comenzar la entrega de los Premios María Guerrero 2008. Media hora después se supo que era la encargada de entregarle una estatuilla a Raúl Lavié, el sorprendido invitado a cargo del único break de la noche, que consistió en dos temas de su repertorio: “Honrar la vida” y “Gracias, Buenos Aires”, esta última canción dedicada a la presencia de Mirtha Legrand, madrina del premio, en virtud de ser una de las figuras porteñas que nombra la letra. Concurridísima, la ceremonia se abrió con la actuación del Ballet Metropolitano de Buenos Aires que ofreció Bastones dorados, coreografía mencionada en el programa como homenaje a los artistas de varieté. Algo excedida en el tiempo, la serie de cuadros alternó melodías y pasos ligados al music hall con algunos pasajes de Vivaldi, zapatillas de punta, galera y bastón. Premio instituido por la Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes desde 1984, el María Guerrero consiste en una estatuilla de peltre que se entrega todos los años “y hoy en esta sala, como corresponde”, según puntualizó el director del teatro, Rubens Correa, en referencia a anteriores ediciones que debieron organizarse en otros espacios, a causa de los conflictos del Cervantes. Junto a Correa estaba la presidenta de la Asociación creadora del premio, Norma Duek, además de los delegados de sus auspiciantes, la Oficina Cultural de la Embajada de España y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Las Menciones Especiales fueron las primeras distinciones que se entregaron: al grupo de teatro de la Asociación Odontológica Argentina (por su puesta de La Nona, de Roberto Cossa) y a La Calle de los Títeres, agrupación artística que hoy –según se denunció luego de que la inefable Sarah Bianchi recibiera la estatuilla– se encuentra obligada a organizar funciones en plena calle, a pesar del clima, por tener su sala clausurada, sin razón aparente. El premio Estímulo fue recibido por los cuatro integrantes ternados: Leonardo Azamor, por El alma de papá; Maruja Bustamante, por Adela cazando patos; Vanesa Butera, por Hairspray, y Marcelo Minino, por Lote 77. Quien tuvo que improvisar un paso de comedia fue Beatriz Bonet: subió a entregarle el premio a Marta Díaz, directora de la Feria Internacional del Libro y, al comprobar que no estaba en la sala (tampoco anunciada en el programa de mano), agradeció en nombre de la ausente y bajó rauda del escenario pretextando la rotura del cierre de su pollera. Dos fueron los premios a la Trayectoria: uno para la dramaturga Griselda Gambaro, el otro para el director y maestro Agustín Alezzo, quien lo dedicó “a todos los actores con quienes trabajé, de quienes tanto aprendí, y a todos los escenógrafos y técnicos que mantienen a los espectáculos tal cual como fueron estrenados”.
A la hora de entregar los premios a los rubros más esperados sonó una música batalladora, como en las ceremonias del Oscar. El premio al Mejor Escenógrafo/Vestuarista fue para Marcelo Valiente, por El hombre inesperado. Javier Daulte entregó la estatuilla al Mejor Autor, Claudio Tolcachir, por Tercer cuerpo (estaba ternado junto a Ricardo Bartis y Marcelo Katz), en tanto que Oscar Barney Finn entregó el premio al Mejor Director, Guillermo Cacace, por su puesta de Stefano, de Discépolo (estaba ternado junto al mismo Bartis y Emilio García Wehbi). El galardón a la mejor actriz fue para Beatriz Spelzini, por Rose, de Martin Sherman (ternada junto a Maricel Alvarez, Betiana Blum y Emilia Mazer), y al Mejor Actor, a Raúl Ramos, por Stefano, quien competía junto a los consagrados Pompeyo Audivert, Antonio Grimau y Jorge Marrale. Ya promediando el acto fueron entregados los diplomas de reconocimiento. Uno fue para el productor Pablo Kompel (factótum de Baraka, Gorda, Pura ficción y La muerte de un viajante); el otro, entregado por Enrique Pinti, fue para Mirtha Legrand, quien realizó un pequeño monólogo de agradecimiento: “Yo pensé que se habían equivocado cuando me dijeron que me darían este premio en este teatro maravilloso –arrancó–; pero después me quedé pensando y, disculpen mi vanidad, yo creo que con mi edad y mi empeño honré la vida al dedicársela al público argentino”. El último premio fue para el pianista Bruno Gelber, quien recordó haber tocado un concierto en esa misma sala cuando tenía 11 años.
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