Lunes, 26 de octubre de 2009 | Hoy
TEATRO › ALFREDO ARIAS REGRESA A BUENOS AIRES PARA MOSTRAR TRES TANGOS Y TATUAJE
El actor, director, dramaturgo y régisseur radicado en Francia estrenará en París un espectáculo compuesto por tres obras, de las cuales dos son las que adelantará en El Cubo. “La Argentina es el laboratorio de mi memoria”, dice.
Por Hilda Cabrera
Mientras se encontraba en Buenos Aires a la espera de concretar un proyecto cinematográfico, el actor, director, dramaturgo y régisseur argentino Alfredo Arias, quien reside en Francia, elaboró un espectáculo compuesto de tres obras que presentará el 10 de noviembre en el Théâtre du Rond Point, de París. La película no se hizo, pero Arias no dilapidó su tiempo. “En el origen pensé armar un espectáculo alrededor de Alejandra Radano con música de Axel Krieger, cuyas composiciones están entre lo popular y lo sofisticado”, cuenta. Lo que siguió fue una labor junto con Gonzalo Demaría, traductor y adaptador. Atraído por el cine policial argentino de los años ’30 y ’40, donde, dice, el común denominador era el triángulo amoroso (marido, mujer y amante), supo que ése sería el eje de Tres tangos, que se ofrecerá el lunes 26 a las 20, a manera de ensayo general abierto en el Teatro El Cubo, de Pasaje Zelaya 3053. Dividida en tres cuadros, la obra se desarrolla en lugares y épocas diferentes. En el Buenos Aires de la década del ’30, en un paquebote (de viajeros y correo) italiano de los años ’50 y el tercero en la Place de la Contrescarpe, de París, donde Arias “aterrizó” en los ’70: “Allí me reunía a tomar café con los artistas que vivían en la zona, con Jérôme Savary y Copi, que estaba trabajando en Loretta Strong y llegaba siempre con algo de maquillaje”.
Tres tangos y Tatuaje serán los dos trabajos que se verán en El Cubo (el segundo a las 22), a modo de muestra del tríptico que irá a París, donde se incluye Cabaret Brecht Tango Broadway, presentado ya en Villa Ocampo. La cultura argentina y sus personajes son fuente de inspiración para Arias, quien incluye a inmigrantes y exiliados. Las fotógrafa alemana Grete Stern –exiliada de su país cuando el nazismo y fallecida en 1999 en Buenos Aires– es una figura insoslayable para el director. Autora de importantes trabajos, ilustró en su tiempo varias publicaciones con fotomontajes, “collages surrealistas” –en opinión de Arias– que influyeron en la producción del tríptico, en el que participan, entre otros músicos, integrantes de la orquesta Hypnofón, de Alejandro Terán.
Tatuaje nació del descubrimiento, también en Buenos Aires, de un libro de memorias, Botín de guerra, de Miguel de Molina: “Me atrajo la fuerza y voluntad de supervivencia de este artista perseguido por el franquismo y su encuentro con Eva Perón en la Argentina”. Molina, que nació en Málaga en 1908 y murió en Buenos Aires en 1993, fue torturado, obligado al exilio y apaleado por homosexual. Arias señala una primera estadía del cantante en el país, su expulsión, la búsqueda de refugio en Uruguay y el pedido hecho a Eva Perón para regresar al país: “Eva lo autorizó, y en ese gesto descubrí a dos personajes que fueron marginados en algún período de su vida y llegaron a ser perfectos en sus respectivos escenarios. Eva en el escenario del país y Miguel en el escenario del canto”.
–¿Quiso escenificar una biografía?
–No. Aquel encuentro despertó en mí fantasías de una época que apenas conocí en la infancia. Tejí una historia sobre lo sucedido a Molina en España, después en México y la Argentina, de la que fue echado. Imaginé su regreso y su identificación con Eva en una Argentina en la que halló la gloria y padeció su decadencia.
–¿Qué diferencia a Molina de otros cantantes de entonces?
–Lo veo como al anunciador de una estética “sofisticada”, y desde esa idea lo relaciono con personalidades como la de Marlene Dietrich, Caetano Veloso o David Bowie, artistas que anuncian algo diferente en el escenario. En este espectáculo hay un degradé de la palabra hacia el canto. Yo hago un primer relato, Marcos Montes canta y cuenta, y Carlos Casella canta muchos temas. A Eva Perón la interpreta Sandra Guida, y Alejandra evoca a Conchita Piquer (la gran rival de Miguel de Molina) y hace el papel de una burguesa argentina que se enamora de este artista y pretende casarse. En Tres tangos, la introducción es de Larry Hager, Radano es la mujer en los tres cuadros, y Casella –que es bailarín, coreógrafo y cantante– y Montes –un actor formado en las disciplinas de la comedia musical– hacen los papeles de amante y marido. En París presentaremos una pareja de bailarines argentinos que ya viajó.
–¿Cómo se reciben estas fantasías en Francia?
–El público es muy seguidor y está dispuesto a que uno le proponga otros mundos.
–¿Cuál es el camino para lograrlo?
–No ser oportunista y meterse con sinceridad en los temas que uno plantea. No hay que servirse de las cosas: hay que servirlas. El público entiende: sabe instintivamente si eso que se le cuenta es verdad.
–¿Qué encuentra en sus regresos?
–La Argentina es el laboratorio de mi memoria. No vengo con ambición de conquistar o hacerme ver. Hay algo mucho más íntimo y valioso en estos viajes: trabajar sobre aquellas cosas que me formaron. Ese es mi patrimonio oculto. Trabajar sobre las películas argentinas de los años ’30 me genera imágenes y sensaciones muy vitales porque no concibo el recuerdo como algo paralizante.
–¿Lo ha sido para los que emigraron?
–No para mí: abrir esos arcones me enriquece. Uno no puede disfrazar sus raíces, aunque hayan sido dolorosas y accidentadas. Cuando me fui de la Argentina tuve que reconstruir mi interior. No es simple. He tenido la suerte de que se me haya escuchado y protegido en Francia. Eso me autoriza a llevar a los franceses lo más recóndito de mi persona.
–¿De qué depende esa disposición social?
–De la capacidad para escuchar. En la Argentina hay tanta dificultad para escuchar y construir la propia historia que se le escapan sus valores. En teatro hay una variedad enorme de puntos de vista, pero no un equilibrio cultural.
–En sus espectáculos no olvida a los artistas populares. ¿Es una forma de lograr ese equilibrio?
–Los artistas populares me inspiran, pero para hacer algo sofisticado, como el Cabaret... que construimos alrededor de las interpretaciones de Sandra y Alejandra. Me asombra que aquí una misma persona pueda hacer cosas tan diferentes. Alejandra hizo Canciones degeneradas, Chicago, canta tangos... Esto es una particularidad de los artistas argentinos. Conozco gente que investiga y colecciona y hace música o pinta. Esto invita al trabajo arqueológico. Deseaba que estos espectáculos fueran vistos durante una temporada por el público argentino. No pudo ser, pero quiero que algo quede de este paso. Por eso vamos a mostrar dos de las obras del tríptico en El Cubo, Tres Tangos y Tatuaje, con luz fija, sin los trajes, pero con nuestra actuación y la interpretación musical, que en las dos obras es relevante.
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