Viernes, 20 de noviembre de 2009 | Hoy
TEATRO › SE PRESENTARON DOS LIBROS DURANTE UN EMOTIVO HOMENAJE A ALBERTO URE
El director y docente sufrió un accidente cerebrovascular en 1998, por eso asistió en silla de ruedas al tributo que se le rindió en el Cervantes. El Salón Dorado estuvo repleto de “fans de Ure”, según la actriz Cristina Banegas.
Por Hilda Cabrera
Sobre el malestar cultural en la ciudad, el director y docente Alberto Ure opinaba tiempo atrás que no había que encarar la vapuleada identidad urbana con una defensa apasionada: “Esa identidad existe. Se aprovecha o no. A mí nadie me dice que tengo que ser porteño, lo soy”. Esa misma afirmación, pero bajo otra forma, rescatan los títulos de dos textos suyos que apuntan a convertirse en saga. El primero, Sacate la careta (una exhortación a no disimular y una propuesta dirigida a una mujer), fue publicado en 2003 por la editorial Norma; y Ponete el antifaz, presentado el miércoles en la Sala Luisa Vehil (Salón Dorado) del Teatro Nacional Cervantes, por el sello editor del Instituto Nacional del Teatro. El encuentro quiso ser homenaje y suma de libros, puesto que también se presentó en sociedad –editado por el INT para su distribución gratuita entre los teatristas del país– un nuevo texto del periodista José Tcherkaski: Rebeldes exquisitos, donde se incluyen entrevistas hechas por el autor a Ure, en la etapa anterior a la de su enfermedad y su recuperación. El director nacido en Buenos Aires en 1940 –que sufrió en 1998 un accidente cerebrovascular que lo obligó a apartarse de su actividad– se hallaba en la sala en su silla de ruedas, ubicada a un costado de la primera fila de butacas.
Desde allí escuchó qué se decía sobre él en la mesa-homenaje. Lo destacaron el periodista y crítico teatral Carlos Pacheco, a cargo de la selección y edición de Ponete..., junto al periodista y también crítico Alejandro Cruz. Pacheco se refirió al Archivo Ure, dos enormes cajas que contienen textos ensayísticos, bocetos escenográficos y de vestuario, entrevistas periodísticas y críticas a sus espectáculos: “Ure buscaba, confrontaba, se enojaba con su tiempo y con sus pares. Estaba perdido y lo manifestaba. Se encontraba y lo disfrutaba. Nunca fue un transgresor, como muchas veces se dijo, y por eso se lo cuestionó o negó. Es un creador en búsqueda permanente. Con un discurso complejo a veces, pero movilizador siempre”. Beatriz Lábatte, teatrista de provincia e integrante del Consejo Editorial del INT, insistió en la importancia de difundir estos trabajos a nivel nacional. A su turno, Tcherkaski contó experiencias vividas junto a Ure (“los Toso Cabernet que se tomaron a lo largo de cinco años”) y sacó conclusiones respecto de Rebeldes..., donde entrevista además a la dramaturga y novelista Griselda Gambaro y a la actriz, directora y docente Cristina Banegas. Esta, a su vez, se refirió con cálidas palabras a Ponete..., integrado por ensayos y reflexiones escritos del director cuando se desempeñaba como periodista en el diario Tiempo Argentino y entrevistas al fallecido artista polaco Tadeusz Kantor y al dramaturgo español Fernando Arrabal.
Banegas asintió cuando el comentario compartido fue la voracidad de Ure por la lectura: “Era inalcanzable. Hasta que descubrí que tenía insomnio. Claro, leía entre cuatro y cinco horas más por día que nosotros”. La actriz señaló algunos textos, entre otros aquel que dice: “He renunciado a la estética para siempre y a los sueños que alguna vez tuve de dirigir en el Colón. Ahora, en mi escuela, no me interesa formar actores. Mi generación se dedicó a la actuación para terminar siendo modelos comerciales. Yo, en cambio, quiero formar provocadores, seres capaces de transmitir ideología dramática antes que las técnicas de un arte”. Agradeció los innumerables mails enviados a su casilla y leyó dos cartas a pedido de sus autores y escritas en distintas situaciones. Una del actor, dramaturgo y director Eduardo “Tato” Pavlovsky, que comienza diciendo: “En este país del olvido, quiero que sepas, Alberto Ure, que hoy te recuerdo mucho. En este momento de estallido de las vanguardias teatrales, es bueno hacerlo. Porque sos el gran precursor...”. El texto, que cierra el libro, fue publicado por Página/12 en agosto de 1998.
La segunda carta es reciente. La había enviado horas antes el dramaturgo y docente Ricardo Bartís, fundador del Sportivo Teatral, entusiasmado con esta nueva entrega: “Tuve el privilegio de estar en la presentación de Sacate la careta, libro imprescindible que, entre lúcidas y socarronas viñetas, da cuenta de un cuerpo teórico profuso y dinámico, de una envergadura excepcional. Hay allí, a mi entender, algunas de las reflexiones sobre teatro más importantes del siglo pasado. Imposible dejar de lado en este esquemático comentario tu escritura, tu estilo pendenciero, insólito, irresistible. Antes Sacate la careta, ahora Ponete el antifaz. Ya en los títulos el procedimiento teatral, el simulacro y la afirmación de lo menor como territorio de enunciación. Con admiración y cariño. Hasta la victoria siempre”.
La gente amiga y quienes fueron compañeros de trabajo colmaron la sala. Eran tantos que alguno se atrevió a conjeturar que el piso del Salón Dorado no resistiría. Los presentes eran todos “fans de Ure”, según Banegas, a cargo de la compilación y el prólogo. Ure se inició en el teatro en la década del ’60, estudió con Carlos Gandolfo, y en Estados Unidos tomó contacto con las enseñanzas de Richard Schechner, Van Italie y Joe Chaikin. Al regresar dirigió Palos y piedras (1970), Casa de muñecas y Hedda Gabler, de Henrik Ibsen, con Norma Aleandro; Sucede lo que pasa, de Gambaro; Telarañas, de Pavlovsky (1976); una versión de Atendiendo al señor Sloane, del inglés Joe Orton, con actuaciones de Pavlovsky y Jorge Mayor. Por entonces viajó a Brasil y España, donde concretó algunas puestas, y ya nuevamente en la Argentina llevó a escena La señorita Julia, de August Strindberg.
En Teatro Abierto dirigió El 16 de octubre y Varón V, dos obras de Elio Gallípoli. Otros montajes fueron Antígona, de Sófocles; El campo, de Gambaro; y en 1985 otro texto de esta autora, Puesta en claro; El padre, de Strindberg; Mal de padre, de Gunnar Nykvist; Los invertidos, de José González Castillo; Noche de reyes, de William Shakespeare; Amor! Valor! Compasión!, de Terence McNally; En familia, de Florencio Sánchez; una versión de Don Juan, de Molière, en 1996; y Diez minutos para enamorarse, de Dorothy Parker (1997). Se desempeñó como director adjunto en el Centro Cultural Recoleta y como director contratado en el Teatro San Martín. Desdeñoso siempre de los cargos culturales, los consideraba –al menos en los ’90– “cotos de caza donde hay ciervos, elefantes... que se renuevan, a veces, cuando cambia el gobierno”. Realizó trabajos para la TV (Bárbara Narváez y Zona de riesgo) y fue director de casting de los canales 13 y 2. Tal como destacó Banegas en el homenaje, “es bueno alegrarse y celebrar estos trabajos de Ure, leerlos, comentarlos y reflexionar no solamente sobre el teatro, sino sobre el país que tanto le importa”.
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