Viernes, 20 de noviembre de 2009 | Hoy
TEATRO
Entusiasta y defensor del cine nacional como pocos, Teo Kofman se ha ido dejando una obra relevante como artista, una destacada trayectoria como hombre en el derecho de los trabajadores agremiados, y un inolvidable recuerdo de persona íntegra para todos aquellos que tuvimos el orgullo de ser sus amigos. Había nacido en La Plata en 1940, y desde siempre supo que el cine sería el espacio donde desplegaría sus deseos de crear y crecer con potencia y alegría. Con estas dos condiciones logró superar los contratiempos que un espíritu libre siempre debe enfrentar en los inicios. Comenzó su carrera cinematográfica como asistente de dirección de los españoles Luis García Berlanga y Mario Camus; y en la Argentina con Rodolfo Kuhn, Enrique Carreras, Héctor Olivera, Doria, Solanas... Tuve la suerte de conocerlo y que me distinguiera con su amistad cuando ambos trabajamos en Paula contra la mitad más uno, de Néstor Paternostro, donde conformamos un grupo de amigos con Claudio Reiter, Osvaldo Pizzini y muchos otros, que perduraría en el tiempo. Desde entonces, nuestros sueños y proyectos de filmar juntos alcanzaron el delirio, ya que las posibilidades eran inexistentes. Pero luego de que yo publicara una novela que él consideraba muy cinematográfica, se nos volvieron a encender las luces. Mientras preparábamos el proyecto, él hizo lo imposible para concretar la realización. Pero era quimérica esa historia en la época de los militares. Además, la novela estaba prohibida. Nunca bajó los brazos y ni loco –sus palabras– abandonaría el proyecto. Eso que podía parecer exageración no lo era, porque cuando llegó la democracia y pudo hacerse el film, él, sin dudar, colocó su casa como garantía. Fuimos felices, así de simple. El debutó como director y yo vi mi historia en movimiento y color. Entre muchos galardones, recibió el Premio Mutisia-Dorada como mejor director. Nunca dejé de agradecerle, personal y públicamente, el logro del film, con actuaciones memorables de Gabriela Flores, Emilio Bardi y Héctor Bidonde, y la producción de su gran amigo Ricardo Feliú, a quien un tiempo atrás Kofman le rindió emotivo recuerdo en un cortometraje. Perros de la noche fue un gran éxito y junto con Hombre mirando al sudeste, de Subiela, tuvimos el honor de participar en el Festival de San Sebastián en 1987. Luego, Kofman filmó Los corruptos, una coproducción brasileño-paraguaya, y participó en diversas empresas y escenarios que incluyen la televisión, donde dirigió para Canal 9 El jardín de los infiernos, con actuaciones de lujo como las de Ana María Picchio, Arturo Bonín, Pepe Soriano, Hugo Arana y Arnaldo André. También fue muy importante su papel como docente en el Enerc y el Incaa, y su labor como investigador en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. Se valora su participación en Historia del cine sonoro, y Algunos aspectos económicos y culturales del cine argentino (Universidad de La Plata). Y el más reciente: Introducción a la realización cinematográfica (Incaa, 2008). Fue extremadamente generoso al transmitir sin reservas toda su experiencia como hombre de cine a las nuevas generaciones. Deja como herencia una camada de realizadores con su mismo espíritu creador, una familia maravillosa, y amigos llenos de gratitud que han sentido su amistad, siempre recta y cabal, como un privilegio inmaculado.
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