Jueves, 8 de abril de 2010 | Hoy
TEATRO › LA ZARANDA PRESENTA SU ESPECTáCULO FUTUROS DIFUNTOS, EN EL METROPOLITAN II
El grupo andaluz retorna a Buenos Aires con una obra estrenada hace dos años en Toulouse. La obra está ubicada en un manicomio en el que falta el regente y los internos “estropean lo que les queda de vida peleándose por el predominio”.
Por Hilda Cabrera
Ni el ojo controla ni la mano castiga, pero a los marginados que han quedado atrapados en el manicomio les pesa la libertad y estropean lo que les queda de vida peleándose por el predominio. Reflexionar sobre la libertad es uno de los caminos para ingresar a Futuros difuntos, el más reciente espectáculo de La Zaranda – Teatro Inestable de Andalucía La Baja. La compañía regresa a Buenos Aires con esta obra estrenada en el Théâtre Sorano, de Toulouse, en noviembre de 2008, y llevada en gira por ciudades españolas y latinoamericanas. El autor es Eusebio Calonge y actúan Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos. El director es el mismo Sánchez, quien adoptó para ese rol el nombre de Paco de La Zaranda, por aquello de cernir el propio material y desechar lo superfluo. La obra irá por tres semanas al Metropolitan II a partir de hoy, con entradas accesibles. Estos artistas cuentan con seguidores a los que retribuyen poniendo un límite al precio de las localidades para que todos puedan encontrarse con esta creación de contenido simbólico inesperado, como lo han sido los anteriores trabajos ofrecidos en salas del Complejo Teatral de Buenos Aires, el Teatro Nacional Cervantes y el Liceo. Apenas desembarcados, los integrantes de La Zaranda dialogan con Página/12 sobre este nuevo viaje exploratorio. Futuros... plantea la experiencia de “unos personajes que han perdido a su regente y no hay quien ocupe el lugar vacante”, dice Calonge. “En realidad, más que morir, el que regía con mano férrea no está. Es una ausencia”, señala el director.
Eusebio Calonge: –El punto de partida argumental es importante, porque la ausencia de quien ha detentado poder produce un gran vacío que será necesario cubrir. Esta situación genera feroces peleas entre los internos para obtener una parcela de poder. Se crean bandos que instauran leyes y se apropian de símbolos que remiten al ausente.
–Adueñarse de los símbolos y homenajear a los ausentes es también una práctica política...
E. C.: –Desenterrar muertos para venerarlos como reliquias es una apropiación que se da en todas las sociedades, como el despojamiento de la libertad a través de un soterrado totalitarismo. Sin darnos cuenta, la libertad se está convirtiendo en una cáscara sin contenido, pero más grave que esto es la falta de aspiración a la libertad.
–¿Por qué cuesta organizarse cuando desaparece el que vigila?
E. C.: –Estamos condenados a disputar siempre, hasta en un manicomio, tomado como metáfora del mundo. En las sociedades donde la razón ha sido abolida sólo se pretende manejar poder, controlar...
–¿Puede decirse que en las obras de La Zaranda se aspira a una concepción metafísica de la libertad?
Paco de la Zaranda: Nuestro trabajo no es solamente el relato de una anécdota ni el de una pelea por el poder, sino cómo contamos eso que va apareciendo ante el público, y qué imágenes y símbolos queremos crear y transmitir. Buscamos expresar la totalidad de un mundo poético dejando que suceda ahí, en escena.
E. C.: –La libertad nos pone ante límites siempre metafísicos. El hombre libre sabe que debe enfrentar su destino y su muerte. Y nosotros sabemos que la libertad verdadera –como lo han dicho otros– será siempre la batalla de los místicos. Quien pregunta sobre la libertad y siente ese anhelo está interrogándose de manera metafísica.
–¿Incorporan también aquí elementos escenográficos que han sido descartados por otros, y que por eso mismo resultan misteriosos?
P. de la Z.: –Es parte de nuestro teatro, como tratar de mantener un lenguaje depurado. El público dirá cuáles son nuestros hallazgos y errores, que los habrá, porque si hiciéramos un trabajo perfecto dejaríamos de hacer teatro. No tendría sentido. Uno busca lo que ha perdido... En el mundo del teatro nunca se llega a la certeza, pero podemos decir que hoy estamos en un momento de madurez plena. Este debut en Buenos Aires se produce después de haber realizado muchas funciones. El público que aprecia nuestras obras conoce o intuye las claves de nuestro teatro. Nos cuesta explicar de qué trata Futuros difuntos, que tampoco tiene relación con Los que ríen los últimos. Quizás aquel espectáculo que trajimos era menos complejo. En esta obra, algunos personajes pueden recordarle al público las figuras de Velázquez, Goya y El Greco... Ellos son criaturas vivas y tienen un desarrollo existencial por estar vivas.
–¿Cómo ha sido ese desarrollo desde el estreno de 2008 en Toulouse?
Enrique Bustos: Paradójicamente, el proceso de creación fue más corto que el de los trabajos anteriores y más rápida la comprensión del público y de la crítica. Se entendió muy bien lo que deseábamos plasmar. Paco dice que estamos en un momento pleno, porque después de las funciones hechas en Francia y España sentimos que hilamos más fino en el contacto con el público de América. Estuvimos en Ecuador y Costa Rica y podemos decir que hoy nuestro desarrollo es óptimo.
Gaspar Campuzano: –Y que esperamos seguir creciendo con el público de Buenos Aires, que es muy especial para nosotros. No olvidamos la última función en el Alvear... Nuestro trabajo se engrandecía. Cuando hablamos de evolución o desarrollo del personaje nos referimos a la metamorfosis que se produce en nosotros. Uno siente que se ha quitado una piel, aquélla del principio, y le ha nacido otra, ésta de ahora.
–¿Por eso la impresión de que construyen los personajes en escena?
P. de la Z.: –A veces nos dicen que en nuestro teatro parece que todo se va caer, que todo se complica... Y es que nuestros personajes nacen y crecen mientras la obra sucede. Por eso no es gratuito el cartel con el que nos presentamos. Allí está el fondo enmarcado que aparece en Las Meninas, de Velázquez. Nosotros rescatamos también ese espejo para que tanto el público como los personajes lo atraviesen, como si fueran Alicia descubriendo otro mundo al pasar a través del espejo.
E. C.: –Nos preguntamos cómo se reflejaría hoy la sociedad española en ese fondo vacío de Las Meninas, y cómo otras sociedades en las que se ha instaurado la cultura del vacío.
P. de la Z.: –¿Y si nos ponemos en prácticos y pensamos que si ese fondo estuviera lleno no tendríamos dónde colocar a nuestros personajes? ¿Deberíamos quitar todo para que sucediera algo?
E. B.: –Lo llenaríamos con estos abandonados de los que a nadie parece importarle cuál es su suerte.
–¿Es necesario que alguien mande?
E. C.: –Está por verse de dónde sale esa necesidad de la mano férrea que, generalmente, para desgracia de muchos, lleva a la confrontación y a la muerte.
P. de la Z.: –Quizá no sabemos cómo vivir, pero tenemos necesidad de estar uno con el otro.
–¿Aunque sea para mal?
G. C.: –Una de las frases que se escuchaba después del terremoto en Haití era “antes orden que justicia”.
–¿Aun cuando es la justicia la que restablece el orden?
G. C.: –Sí, pero ¿cómo practicar justicia en medio del caos?
P. de la Z.: –¡Qué bueno sería que nuestros personajes fueran entrevistados! Entenderíamos qué piensan sobre el poder, la justicia, el caos... Pero ellos no hablan nunca fuera del escenario. Nosotros tampoco les decimos esto es o no es así. Nuestro juego en el teatro es sagrado, por supuesto, y equivocado a veces, pero seguimos buscando la catarsis y el encuentro con el público.
–Se sabe que ustedes no saludan al final de la función, sin embargo los aplauden como si lo hicieran. ¿Han hecho alguna vez devolución con el público?
E. C.: –La devolución es moda en Francia y España, y lo hemos hecho, pero obligados.
P. de la Z.: –La gente pregunta y nosotros respondemos...
E. C.: –La mayoría suelta un discurso, que es una opinión personal con la que estamos siempre de acuerdo, porque no tenemos derecho a modificar el parecer de los otros. Es lo que piensan, y está bien.
P. de la Z.: –No siempre acertamos con la respuesta. Yo, particularmente, me niego a explicar nuestro trabajo porque, cuando lo intento, siento que estoy estropeando todo.
G. C.: –Las devoluciones se parecen a la autopsia sobre el cadáver. Uno ha terminado su trabajo y está afuera del personaje. ¿Por qué hablar sobre lo que ya está hecho, sobre lo que murió? Hasta que no regreso al personaje lo tengo por muerto.
P. de la Z.: –Puedes decir: ¡Qué bueno era! ¡Lástima que se ha ido! Es cierto, es hablar sobre lo que ya no existe.
–¿Cuál será su próximo espectáculo?
P. de la Z.: –“Nadie lo quiere creer”.
–¿Qué es lo que no se cree?
G. C.: –No lo sabemos ni nosotros, todavía.
E. C.: –Está el ovillo, ahora hay que tirar del hilo...
P. de la Z.: –Comenzamos por el sentimiento y las ganas de buscar. Iremos a encontrarlo en nuestro trabajo en la nave industrial, nuestro local. No estamos haciendo trampa: nos encerramos en la nave de Jerez de la Frontera. Gaspar vive en Jerez y los demás estamos en Madrid. Gaspar es el guardián, el cancerbero de la nave.
–¿La música sigue siendo un elemento imprescindible?
E. C.: –Incorporamos música de Mozart, de Bach... La necesaria.
P. de la Z.: –No nos gusta que sea un adorno ni un simple acompañamiento; como los otros elementos, debe comunicar.
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