Martes, 15 de junio de 2010 | Hoy
TEATRO › PABLO BONTá Y LA OBRA CYRANO, UN VODEVIL FRANCO-ARGENTINO
El codirector de la compañía Buster Keaton propone una actualización y un acercamiento del clásico personaje francés. La característica de la puesta obedece, además, a que con Héctor Segura decidieron “salir del rol del payaso o, más bien, darle un peso poético diferente”.
Por Cecilia Hopkins
Ultima producción de la Compañía Buster Keaton, que dirigen Pablo Bontá y Héctor Segura, Cyrano, un vodevil franco-argentino revive “un personaje incorruptible, un hombre que ama sin límites, que no negocia ni miente, imprescindible para estos tiempos tan fofos y poco épicos”, en las palabras del propio Bontá. Interpretada por Enrique Iturralde y el mismo Segura, en una sala casi vacía (la del Teatro del Abasto de Humahuaca al 3500), la obra recrea las andanzas del personaje creado por el francés Edmund Rostand en base al personaje verídico que fue Cyrano, un reconocido escritor del 600 francés, una personalidad ecléctica como pocas: fue novelista, dramaturgo, autor satírico, y hasta escribió un tratado de física que quedó trunco. Fue, además, un libertino en todas sus formas, amante de los duelos y de las controversias, fuesen orales o escritas. A este personaje real dedicó Rostand en 1894 la comedia más renombrada de todas las que compuso, a pesar de que su autor dudó de sus posibilidades de éxito. Finalmente, se dice que el día de su estreno, la obra finalizó con veinte minutos de aplausos por parte del público. En la versión de Bontá, un marco argumental contiene la anécdota, y actualiza los dichos y hechos del protagonista.
Así entonces, la obra da comienzo en Buenos Aires, en la actualidad. Consagrado internacionalmente, un director argentino que vive en Francia (Iturralde) llega a un teatro oficial de Buenos Aires a montar Cyrano de Bergerac. Contra lo esperado, un oscuro actor del teatro independiente (Segura) audiciona para el rol principal y lo obtiene. Apoyado en el humor, como todos los trabajos de esta compañía especializada en teatro físico, el montaje se diferencia de los anteriores por la utilización de la palabra. La obra, que se puede ver todos los martes a las 21, se detiene en la relación que entablan el actor y el director sin dejar de lado el relato de la pieza original. Por otra parte, al mismo tiempo que en los ensayos se ve cómo el intérprete progresa en la composición de su personaje, en todo momento se ironiza sobre los modos de producción propios de las salas que no pertenecen al circuito independiente. No en vano Bontá afirma en una entrevista con Página/12 que el espectáculo es, para él, “una suerte de exorcismo a través del humor, para señalar los sinsentidos del teatro oficial”. A pesar de que todos los que participan de este proyecto pasaron por el Cervantes o el Alvear, algunas de las experiencias vividas en esos ámbitos fueron atípicas. Según cuenta Bontá, cuando trabajaron a las órdenes del ya fallecido director Claudio Nadie, “no se sentía diferencia entre actuar en una sala alternativa o en un teatro oficial, porque Claudio establecía el mismo entorno artístico que en el teatro alternativo, sin hacer diferencias”.
Así como le pasa al actor de esta obra, Segura también quiso encarar una experiencia teatral con mayor vuelo poético y así probarse en una forma de expresión que no pasa sólo por lo gestual, según relata el director. Tal vez sea éste un cambio de rumbo para la compañía que en breve estrenará también bajo la dirección de Bontá una obra de Rafael Bruza, Todas tus muertes, interpretada por el mismo autor y Segura, en el Centro Cultural de la Cooperación. “Se trata de un conferencista que habla sobre las posibles muertes que acechan a una persona que vive en una gran ciudad”, adelanta Bontá, en tanto explica que el deseo de todos es “trabajar los diálogos con la misma precisión con la que trabajamos el movimiento”. Será porque, después de 16 años de labor, los integrantes de la compañía decidieron “salir del rol del payaso o, más bien, darle una densidad y un peso poético diferente”, según afirma el director.
–Quise hacer un paralelismo con la obra de Rostand. Aquí pasa el mismo tiempo que transcurre en el Cyrano, entre una y otra parte de la historia. Así, el actor y el director quedan fijados en la experiencia que compartieron, ya pasados 15 años.
–Sí, porque el actor quiere emular a ese otro actor, un grande del teatro nacional. Y como él, encarar un personaje que no tiene agachadas. Con tanta gente acomodándose a las circunstancias, un personaje como Cyrano, incorruptible, que ama sin límites, que no negocia ni miente, se vuelve imprescindible en estos tiempos tan fofos y poco épicos.
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