Martes, 15 de junio de 2010 | Hoy
CINE › ISRAEL ADRIáN CAETANO PRESENTA FRANCIA, CON SU HIJA MILAGROS Y NATALIA OREIRO
El director de Pizza, birra, faso, Un oso rojo y Crónica de una fuga reconoce haber hecho una película “clandestina” y dice que sus personajes “saben lo que quieren y se levantan muy rápidamente de cualquier golpe que les pueda llegar a dar la vida”.
Por Oscar Ranzani
Pocos cineastas se pueden dar el lujo de trabajar con sus hijos pequeños. Eso le sucedió a Israel Adrián Caetano, uno de los máximos referentes del llamado Nuevo Cine Argentino, que logró consolidar su talento con películas como Pizza, birra, faso, Un oso rojo y Crónica de una fuga. Cuando Caetano le comentó a su hija Milagros, de doce años, que pensaba en ella como protagonista de su nuevo largometraje, la niña se lo tomó como un juego de niños, pero con la suficiente responsabilidad para participar en una ficción con actores adultos. Y Milagros tiene un papel muy importante en Francia –que se estrena este jueves–, ya que el film tiene el punto de vista de su personaje. Mariana (Milagros Caetano) es hija de Cristina (Natalia Oreiro) y de Carlos (Lautaro Delgado), quienes se separaron al poco tiempo de que ella naciera y que, en la actualidad, ante problemas económicos, el padre debe volver a compartir el techo con su ex y con su hija.
“La idea de Francia se gestó cuando Milagros era pequeña”, relata Caetano, quien recuerda que en esa época se enteró de que había unos vecinos a los que les pasaba lo que les sucede a los personajes de Francia: “Tenían que vivir juntos, a pesar de estar separados, por una cuestión económica”. Desde entonces, a Caetano siempre le dio vueltas en la cabeza “hacer una película de amor, pero no una historia de amor a la usanza. Y Francia tiene eso: a pesar de ser una película que parece que el amor no existiera, siempre está flotando ese amor. Es un amor raro, como más incondicional, más maduro, más tenso, más hermético, más frío, pero que no deja de ser amor. Para mí el amor no es gente sonriendo y dándose besos, como así tampoco la felicidad tiene que ver con estar contento o con irse de viaje a pasear”, expresa el cineasta.
Caetano destaca que Francia “es una película como muchas que yo tengo que están ahí dando vueltas”. Y señala que hace poco abrió unos archivos en la computadora y había bocetos de películas posibles que “ni me acordaba que había escrito yo. Francia es una de esas películas que tengo ahí que realmente me interesaría realizarlas y producirlas yo”, reconoce el realizador. Es que Caetano comenta que si le iba a presentar el proyecto Francia a un productor, lo más probable “era que no le interesara, pero no por la historia en sí, sino porque yo también quiero mantener cierto control sobre el producto. Ya me ha pasado de haber trabajado con productores con ideas propias y después perder la autoría del producto, tanto de películas que se hicieron como de otras que no se hicieron”. Es por eso que, en la actualidad, prefiere dividir: por un lado, pretende hacer “sus” películas (“como es Francia, como lo fue Bolivia en su momento o también Pizza, birra, faso”), y en otros casos, trabajar por encargo. “Pero ya no sé si tengo ganas de ir con proyecto propio a buscar un productor –confiesa–. En ese aspecto, prefiero hacerlo yo.”
–No, porque tampoco quiero que Francia se rescate solamente por el bajo presupuesto, porque sería como rescatar a otras películas por el alto presupuesto. Uno filma bien tenga o no tenga dinero. Eso es un hecho. Clandestina supongo que porque la hice en un momento sin contarle la película a nadie más que a la gente que estuvo vinculada: principalmente, los actores, y algunos técnicos que son amigos míos. Más que clandestina, es una película que no salió a anunciarse con bombos y platillos. Y tampoco yo hice mucho marketing alrededor de eso. Y ese es mi problema como productor. Yo me defiendo con las películas que son como hijos que yo tengo y que después aprenden a caminar solos. No sé hacer tratos comerciales. Y tampoco me arrepiento de eso. La verdad es que estoy muy cómodo con el lugar que estoy ocupando.
–Más que golpeada por la crisis, tiene que ver con cómo fue mutando la familia en función de un sistema económico que ya es caduco: esa familia que uno imaginaba con el papá, la mamá y los hijos todos felices, tenía que ver con una sociedad que podía brindar trabajo, educación, salud, vivienda, que tenía una contención social, que básicamente podía trabajar. Hoy la contención social pasa por planes caritativos o por la asistencia social. También son personajes que lo que más les duele es quedarse sin trabajo. Básicamente, yo quería contar cómo es el mundo hoy y me parecía que el punto de vista más sincero podía ser el de una niña: un lugar bastante puro desde el punto de vista de la mirada.
–Son situaciones que yo veo cotidianamente. No conozco familias hechas y derechas. Y las que conozco tienen problemas muchísimo más oscuros que los de Francia. Los personajes de Francia no son infieles, no son mentirosos, no son coimeros, no piden, sino que van y buscan lo que necesitan.
–Básicamente, porque era un título muy largo y entreverado. En cambio, Francia es un lugar muy recurrente: desde el tango, pasando por San Martín que murió en Francia, Manuelita que se iba a Francia. Hay un imaginario de Francia como un lugar al que todo el mundo le gustaría conocer. Y me parecía que estaba bueno porque, a la larga, la película habla de eso: de sueños que no pudieron ser concretados.
–Sí, totalmente. Pero en esa dignidad que yo veo hay referentes muy cercanos: mi padre, mi hermano... O sea, gente que no está todo el tiempo esperando que alguien venga a solucionarle las cosas o gente que no va a los sindicatos a protestar. No digo que eso esté mal. Hablo de una dignidad solitaria de su parte: son ellos contra el mundo. En ese aspecto, si Francia tiene algún costado político es que habla de héroes solitarios. En eso se parece también a Un oso rojo: estos son personajes que hablan poco, que saben lo que quieren y se levantan muy rápidamente de cualquier golpe que les pueda llegar a dar la vida.
–Sí. Y en ese aspecto creo que Francia es una ficción. Sería mucho más fácil hacer una película de una realidad miserable. Me acuerdo de que cuando vi Cama adentro, de Jorge Gaggero, una de las cosas que me gustaron mucho fue ese final feliz. Retratar la realidad y machacar sobre la miseria es muy sencillo. Lo más difícil es encontrar héroes y lo que necesita el cine para lograr cierta identificación con el espectador son héroes. Los personajes de Francia son solidarios: que Cristina le permita a Carlos que vuelva a vivir dentro de la casa no es solamente por el dinero. Hay algo flotando en Francia que tiene que ver con el afecto: ellos vuelven a comer en la misma mesa. En esa dignidad, ellos están al margen de toda realidad tergiversada.
–Puede ser. Junto con Bolivia, es una película de las que pensé mucho. No sé si es la más realista. Creo que es la más lúdica, porque con respecto al lenguaje, al estar anclado en un relato desordenado de una niña (porque los niños no elaboran un pensamiento cognitivo fuerte hasta la adolescencia), eso me permitía echar mano a un montón de recursos que otra película no los hubiera soportado.
–Desde el principio, yo quería salir de ahí. El primer corto que hice fue Cuesta abajo, que tenía más que ver con lo fantástico que con otra cosa. Después, vino Pizza, birra, faso. Y después de esa película vino una herencia muy pesada respecto de eso. Ahí me llamaron para hacer Tumberos. A Un oso rojo la gente siempre la vio como una película oscura y yo creo que es una película triste, pero tiene mucha luz en el medio. Después, fue la vuelta con Crónica de una fuga. Tenía ganas de apartarme y demostrarme a mí mismo que podía encarar otro tipo de película.
–Sí. Y más de mi generación. No sólo a los que tienen hijos, sino los que son hijos. Cuando yo veo Francia, también me veo a mí en lugar de Milagros. Tengo esos recuerdos infantiles. Mis padres se separaron de muy grandes. Yo viví todo eso y antes era mucho más traumático: socialmente era como una deshonra, una vergüenza. Entonces, Francia es una película optimista. Lo que pasa que ser optimista no es decir “está todo bien”. Francia dice “está todo bien a pesar de todo esto”. Eso es lo que más me gusta.
–Sí, de hecho la figura más fuerte de la familia es Cristina (Oreiro). Es la que se emborracha, la que tiene actitudes más masculinas, la que manda a la mierda el trabajo, la que putea, la que defiende a su hija y se enfrenta. Eso era bueno reflejarlo y me salió de manera casi inconsciente. Si bien lo había pensado, me gustaba ver al hombre más derrotado. Ese hombre como de una sociedad arcaica o de un modelo familiar vetusto que tiene que ver con que el hombre tiene que bancar. Al contrario, ella termina ayudándolo. En Francia, ese poderío femenino termina hablando de una familia mucho más moderna.
–Con todos los personajes de todas mis películas, lo que más me gustaba era dotarlos de inteligencia y cultura. No me gustan los miserables, no me gustan los personajes pobres. No me refiero a pobreza económica, sino a personajes sin aristas. Entonces, lo que estaba bueno era enriquecerlo, darle volumen. Cuando hablaba con Natalia y con Lautaro, incluso con Milagros, les decía que estos personajes son inteligentes, pudieron terminar el secundario en ambos casos. Yo podía hablar sencillamente de cierta clase media baja trabajadora que compra todo lo que ve en la tele y que tiene motivos de charlas muy limitados. Ellos son personas cultas, pueden hablar acerca de la vida y de la imaginación. Siempre me interesó eso que tiene que ver con que yo vengo de una familia muy humilde de Montevideo y la cultura, aprender, preguntar y estudiar eran fundamentales. Es como muy cristiano: no sólo de pan se alimenta el hombre.
Si bien ya conocía algunos trabajos de Natalia Oreiro, a partir de haberla dirigido en Francia, Adrián Caetano comprobó que la actriz uruguaya “es una persona muy polifacética y divertida”. Es por eso que será la protagonista de su próximo largometraje, Mala, un film que el cineasta tenía “guardado” en algún lugar de su memoria. “Habla de una asesina a sueldo que se disfraza, que muta. Yo todavía no había encontrado a esa actriz. Y cuando apareció Natalia, yo mismo le propuse que leyera el guión. Y la verdad es que tengo ganas de hacerla”, expresa el cineasta. A esta altura, Caetano tiene escrito el 60 por ciento del guión. “Hoy por hoy, el próximo proyecto personal en cine que tengo es ése. Capaz que el día de mañana me convocan a hacer una película por encargo y lo pensaré, pero tengo ganas de hacerla”, confiesa. Y señala que la idea es empezar a rodar en enero o febrero de 2011. “Es una película de género: un melodrama sanguinolento de amores y venganzas, de tiros y persecuciones. Es una película de acción y suspenso. Y muy erótica”, adelanta.
Después de haber marcado una impronta con Tumberos y Disputas, Caetano está en pleno trabajo televisivo. Fue convocado por la productora Underground, de Sebastián Ortega y Pablo Cullel, para realizar cinco unitarios sobre el Bicentenario para el ciclo “Lo que el tiempo nos dejó”, “tocando puntos claves en la historia argentina, como, por ejemplo, la muerte de Eva Perón (que protagonizará Laura Novoa), la infiltración de Astiz en las Madres de Plaza de Mayo y la guerra de las Malvinas, entre otras”, adelanta el cineasta. “Lo bueno de estar ahí es que vuelvo a hacer ficción, que es lo que más me interesa, en condiciones muy cómodas, que no son las que había tenido otrora”. Además del trabajo con Novoa, Caetano dirigirá a Cecilia Roth y Mike Amigorena, entre otros. El ciclo se emitirá por Telefe, probablemente en el mes de agosto.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.