Sábado, 10 de julio de 2010 | Hoy
TEATRO › OMAR AITA ESCRIBIó Y DIRIGE PIERNAS ENTRELAZADAS EN BELISARIO
El director y dramaturgo eligió ambientar en los ’50 la historia de Herminda, Celia y Delia, quienes vuelven carne de época sus explosivos cambios internos. Sin embargo, aclara: “La obra no es política porque muestra una estampa del momento”.
La puesta en escena de un texto escrito en tiempos pasados conduce a preguntarse qué aspectos de la actualidad emergen de sus profundidades. Los clásicos tienen la particularidad de dar la respuesta antes de que alguien formule la pregunta. Entre los que dirigió Omar Aita se encuentran Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y Los siete locos, de Roberto Arlt. La nueva obra que escribió y dirige, Piernas entrelazadas (sábados a las 21 en Belisario Club de Cultura, Avenida Corrientes 1624), propone el camino inverso: un traslado al pasado. En 1953, segundo gobierno peronista, tres hermanas vuelven carne una época de cambios. Migran del campo a la ciudad para trabajar en una fábrica, dan sus primeros pasos en la participación política y veneran a Eva Perón. Puertas adentro en su nuevo hogar viven una gran explosión, que es también sensual y sexual.
¿Nostalgia? ¿Relectura de la historia desde un presente en el que gobierna una mujer? Nada de eso. Lo que inspiró a Aita fue un recuerdo. Lejano, claro, porque tenía cinco años en 1953. Pero la imagen de su infancia en Lanús –donde aún vive– se grabó con nitidez: piernas femeninas. “En un departamento que alquilaba mi padre, al fondo de mi casa, vivían tres hermanas que trabajaban en Alpargatas”, describe. “Vivía con mi mamá y mi abuela; mi papá volvía a la noche de trabajar. Entonces, veía polleras y piernas todo el tiempo.” Durante toda la obra, las hermanas están pendientes de un radioteatro, como sus ex vecinas. “Me llamaba la atención cómo las novelas se metían en la vida de las personas”, explica Aita. El espectáculo devino, entonces, de un recuerdo y sus distorsiones, tanto inherentes como deliberadas. Porque mientras las vecinas eran morochas de rasgos árabes, las actrices (Verónica Intile, Sabrina Lara y Cecilia Tognola) son rubias y a veces llevan rodete a lo Eva.
Aita creció en un hogar de atmósfera peronista y socialista, y llevó adelante una “militancia gremial y estudiantil”. Para él, la aparición de Eva arrastró “la verdadera liberación de la mujer”, porque “empezó a votar, a ejercer sus derechos y tomar un lugar distinto en la sociedad”. “En contraste con otras mujeres muy importantes y de mejor formación, como Alicia Moreau de Justo, con Evita se produjo un cambio por imitación: el querer ser como ella. Era una mujer que tenía todo: juventud, belleza y poder”, recalca. Esta idea subyace en la obra, pero sin invadirla. Sólo se roba la escena en un fragmento en el que las hermanas cuelgan una fotografía de Eva y repiten: “Todas quieren parecerse a ella”.
“Pinto un mundo femenino que creo posible, sobre todo en esa época, la de una sociedad cambiante”, expresa el director, que, incluso en sus adaptaciones de textos europeos, suele trabajar con la argentinidad. El mérito de Piernas entrelazadas está en contar la historia desde la cotidianidad de los personajes, sin que sea el eje. “La obra no es política porque muestra una estampa de la época”, explica Aita. “Si hubiese metido ‘la cosa’ mía peronista, sería una porquería”, cierra.
–¿Y cómo consiguió escaparle a eso?
–Trabajé con la intimidad. De hecho, la obra comienza con una suerte de masturbación de una de las hermanas. Intenté que con esa intimidad el espectador se imaginara el contexto. Tengo otra obra situada en esa época, El canto de la oveja. Los ’50 son hermosos para poetizar, no sólo por haberse tratado de un punto de inflexión social sino también por la moda en el vestir y en los peinados. La estética es muy importante en esta obra.
–¿Por qué aborda el cruce entre política y sexualidad?
–En la época post-Evita, lo pacato empezaba a desmembrarse: ya asomaba algo de los ’60. Me interesa cómo la sexualidad de la mujer va evolucionando y apareciendo. En la intimidad aflora completamente, pero le cuesta hablar de una identidad sexual. Las hermanas se acusan de putas, pero no hacen otra cosa que salir con muchachos.
–Sin embargo, a la figura de Eva se la asoció más a la maternidad que a la sensualidad, a pesar de que no tuvo hijos.
–Pero ella murió a los 32 años... Sin embargo, sí, aparecía como madre, en tanto generadora de vida, porque producía en las mujeres ganas de vivir, de ser, de tener un proyecto y una identidad. Pasaban a ser algo.
Herminda, Celia y Delia son sensibles, fuertes, explosivas. “Mi estilo natural es el grotesco. Esta obra tiene una base de eso, sobre todo en el armado de los personajes. Sale de la comedia naturalista, costumbrista y se roza con el grotesco. Las hermanas son en carne viva”, explica Aita. La relación que tienen es la típica: amor y odio. “También hay competencia, producto de que están mirándose todo el tiempo”, añade. Lo llamativo es la manera en que cada una se relaciona con su feminidad, aspecto también cambiante a través de las épocas. Cuenta Aita que prestaron atención a películas de aquellos tiempos, sobre todo a Mercado de Abasto (1955), dirigida por Lucas Demare y protagonizada por Tita Merello y Pepe Arias. “Cada época tiene formas de hablar, de mirar y de pararse. Trabajamos la gestualidad. Delia, la mayor, es la más sexual. La menor la llama ‘vaca putona’. Es una mina asentada y altiva, de cadera para abajo. Celia, que es lesbiana, es más inhibida, más abajo, más chica. Maneja movimientos cortos, propios de esa época. Herminda, la más joven, es más Divito. Su cintura es más chica y sus movimientos, más refinados”, detalla Aita. “En las películas de la época aparecen la más puta, la menos y a la que no le gustan los hombres, no así las lesbianas.”
Una característica que las hermanas comparten es el resentimiento, originado en un abuso paterno. “Los derechos de la mujer empezaron a aparecer en ese momento, porque antes nadie le daba bola a una mujer que decía ‘fulanito quiso arrinconarme’. Es inevitable pensar en la actualidad, porque también existe un mundo íntimo y oculto”, analiza Aita. “El abuso del padre es un tabú. Aparece sutilmente y diferencia a los personajes. La menor quiere hablar de todo, porque no quiere la vida de sus hermanas”, agrega. En efecto, Herminda es la diferente. “No tiene problemas en meterle los cuernos al marido. Avanza para un lado que no es el mejor, porque no va para uno revolucionario sino burgués”, se explaya. De Alpargatas a Palmolive, encarna “el cambio que se produjo entre los ’50 y los ’60, cuando se aburguesó todo”.
–¿En cuánto modifica a las mujeres que hoy gobierne una mujer?
–Modificó a muchísimas que se hicieron misóginas (risas). Es terrible: las detractoras más grandes de Cristina (Fernández) son las mujeres. Será competencia, querer hacer y no poder, como les pasa a las hermanas mayores en la obra al ver que la menor hace sin medir consecuencias. Pero nuestra Presidenta sí lo hace. Está haciendo las cosas bien, aunque quizás no en todo. Las mujeres tendrían que estar orgullosas. Además, no es Evita, ni intenta serlo. En este y en otros sentidos, la obra está totalmente vigente. Por ejemplo, toca el derecho a elegir la propia sexualidad, justo cuando se está tratando el matrimonio gay. Nuestra evolución como país nació, en parte, en los ’50 y con una mujer. Y hoy es una mujer la que más lucha por los derechos humanos.
–A través de las épocas, la mujer debió pensarse a sí misma, reformularse. ¿Cree que el hecho de no tener esa necesidad complica en el hombre su adaptación a los cambios femeninos?
–No, porque ante la evolución de la mujer el hombre se está reformulando. En mi época, los jóvenes nos la pasábamos hablando de la igualdad del hombre y la mujer. Viví mi niñez en los ’50, mi adolescencia en los ’60 y mi juventud en los ’70. Esas tres décadas fueron fuertísimas, nos marcaron. Nosotros provocamos la liberación de la mujer: nuestras compañeras, amigas o novias dejaban de responder a lo que decían sus padres, por ejemplo, a nivel sexual. Es cierto que el hombre es más práctico: está acostumbrado históricamente a resolver o no. El único error en las mujeres que trabajan y salen a la calle es querer parecerse a los hombres.
Entrevista: María Daniela Yaccar.
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