Sáb 07.08.2010
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TEATRO › MARCELA FERRADáS Y ROMáN PODOLSKY HABLAN DE LAS PRIMAS O LA VOZ DE YUNA

“Nos atrajo esa combinación de humor y cosa espeluznante”

La actriz y el director subrayan qué fue lo que los atrapó de la novela Las primas, de Aurora Venturini, para llevarla a la escena. Ferradás define al personaje de Yuna Riglos como “una mujer que emerge del horror familiar y se salva por el camino del arte”.

› Por Cecilia Hopkins

“Las primas es una novela única, extrema, de una originalidad desconcertante, que obliga al lector a hacerse muchas de las preguntas que los libros suelen ignorar o mantener cuidadosamente en silencio.” Con esas palabras, el jurado integrado por Juan Ignacio Boido, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain fundamentó en 2007 la decisión de otorgar el Premio de Nueva Novela Página/12 a Las primas, obra de la platense Aurora Venturini. Por entonces, la autora contaba con 85 años. Licenciada en psicología, con más de treinta libros en su haber, premiada en el país y en el exterior y luego olvidada, Venturini tiene hoy la satisfacción de saber que su novela ya lleva vendidos en todo el país más de 35 mil ejemplares y está pronta a convertirse en un éxito en España e Italia. Dueña de un estilo contundente, perturbador y hasta capaz de escandalizar a muchos, Aurora experimenta –según quienes la conocen de cerca– un espectacular cambio de rutina desde que este premio la hizo retornar a la vida literaria.

Cuando supo que su novela fue premiada, la autora declaró haberla escrito de un tirón, en dos meses. Yuna Riglos, la protagonista de Las primas y también su voz narrativa, se presenta así: “Soy una minusválida reeducada pero –créanme– el temor a la caída nunca me abandonó porque yo soy descendiente de una familia degenerada y maltrecha”. Ni común ni normal, tal como el mismo personaje lo asegura, el entorno familiar de Yuna se compone de varios personajes a cual más singular: su madre (“maestra de puntero y guardapolvo blanco”), una hermana paralítica, una tía descentrada y dos primas: Petra, una enana liliputiense que acabará ejerciendo la prostitución hasta su casamiento, y Betina, que muere tras haber quedado embarazada de un vecino. También vive en su casa el profesor de dibujo que ocupa un lugar de importancia en la trama. Porque Yuna se perfila como una pintora de fuste desde temprana edad. Y esto es lo que, finalmente, le cambia la vida.

Si es cierto que Aurora Venturini se inspiró en la historia de su propia familia para concebir su novela, no tiene demasiada importancia. Claro que, cuando la propia autora confirmó en notas periodísticas que efectivamente el libro estaba basado en los devenires de su grupo familiar –“Las primas soy yo”, llegó a afirmar–, estos dichos sumaron, sin dudas, un atractivo adicional a favor de la lectura del libro. A pesar de la intensa –y extensa– vida de la autora, la narración de Yuna finaliza antes de cumplir los 30 años. Pero a comienzos de la década del ’50, la vida de Venturini estaba por dar un vuelco. Asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, Aurora trabajó junto a Eva Perón y, tras la Revolución Libertadora, se exilió durante 25 años en París, donde conoció a Camus, Sartre y Ionesco, entre muchos otros notables. Tal vez esos años le inspiren otra novela. Acaso ya la tenga escrita, lista para su publicación.

Apenas fue editada Las primas, la actriz Marcela Ferradás supo que ésa era la base de su próximo emprendimiento actoral: “Estaba buscando un proyecto que me enamorara y lo encontré en este texto”, dice la actriz en una entrevista, junto a Román Podolsky, director del espectáculo resultante y autor, junto a la actriz de la adaptación de la novela de Venturini. Así, Las primas o La voz de Yuna se estrenó en La Plata, ciudad natal de la autora, en el marco del Proyecto Federal que impulsa el Teatro Nacional Cervantes. Habrá funciones hoy y mañana en el Pasaje Dardo Rocha. Luego de una gira por todo el país, el montaje podrá verse en octubre en la sala Orestes Caviglia del Cervantes. El elenco está integrado por la propia Ferradás, Laura Ortigoza y César Bordón. Interpretada en vivo, la música es obra de Federico Marrale, el diseño de iluminación pertenece a Eli Sirlin, el vestuario a Luciana Gutman y la escenografía a Jorge Ferrari. “Luego de conseguir los derechos para adaptarla al teatro lo convoqué a Román, porque intuía que tenía una sensibilidad afín a la mía. Y no me equivoqué”, afirma Ferradás.

–Las primas no parece un texto sencillo para llevar al teatro...

Román Podolsky: –La novela me asustó en un principio. Pensaba que, al estar legitimada por un premio la responsabilidad era aún mayor. ¿Para qué teníamos que hacer una versión teatral, si así como novela ya es una obra de arte? Pasarla al código de lo teatral inevitablemente implica una traducción. Pero después de esos primeros pensamientos apareció el deseo de aceptar el desafío y contra eso no se puede ir...

–¿Le daba miedo el tono de la novela?

R. P.: –Cuando la leí, a pesar de que la devoré, yo sentí que esta novela no tenía mucha afinidad conmigo, por su código y su crudeza. Pero me dejé llevar por la zanahoria de la novedad y por lo grato que me resultó que una actriz con la trayectoria de Marcela me invitara a compartir este proyecto.

Marcela Ferradás: –Así que nos pusimos a trabajar juntos, ensayando y escribiendo, desde la intuición...

R. P.: –Debimos atrevernos a encontrar equivalencias en unos procedimientos teatrales que nos permitieran crear algo nuevo. Porque los dos sabíamos que no queríamos hacer una traslación mecánica o lineal.

M. F.: –Algo que ni siquiera al cine, que cuenta con más recursos, le sale bien...

R. P.: –Contábamos con un material muy sabroso. La ferocidad del texto no debía admitir ningún sentimentalismo. Así que el desafío fue encontrarle la teatralidad que le correspondía. Como toda novela, Las primas tiene muchos personajes y muchas situaciones, de modo que había que practicar un recorte y encontrar para eso, una buena tijera, es decir, un buen criterio.

–¿Fue difícil encontrarlo?

M. F.: –Muy tempranamente hicimos un pacto de trabajo que mantuvimos hasta el final. Como ambos sabíamos que no queríamos contar la novela, resolvimos trabajar con la metonimia y así mostrar la parte por el todo, permanentemente.

R. P.: –Los ensayos nos daban pistas de cómo “decir” la novela. Estoy acostumbrado a trabajar con lo que trae el actor, porque eso siempre enriquece la búsqueda cuando tenemos que apropiarnos de un texto que no es nuestro.

M. F.: –A mí me atraía la idea de hablar del funcionamiento de la memoria, de los recuerdos que irrupen como un relámpago en medio de la noche.

–Yuna tiene una familia muy particular...

R. P.: –Sí, es una especie de corte de los milagros...

M. F.: –Ella se presenta a sí misma como una minusválida reeducada. Es una mujer que emerge del horror familiar y se salva por el camino del arte.

R. P.: –Nos preguntábamos: ¿Desde dónde contar la vida de Yuna? Pensamos en muchas perspectivas, en elaborar excusas para que este personaje narrara su historia. Finalmente, la situación de recibir un premio (pensamos en que Yuna podría estar recibiendo un premio a la trayectoria) nos pareció la más adecuada para producir un acto en el tiempo presente. No queríamos quedar pegados al hecho de estar representando algo, sino que queríamos que Yuna hablase aquí y ahora de ella misma.

–¿Qué fue lo primero que capturó su interés?

M. F.: –Me atrajo esa combinación de humor y cosa espeluznante que tiene la novela. Después, no fue tanto el tema de lo familiar que me atrapó sino todo lo que hace alusión al ser artista, la maravilla y el infierno que esto significa. Por eso, en los ensayos, busqué un entrecruzamiento entre Yuna y yo misma. Traté de encontrar en mí algo de ese universo, entre absurdo y espantoso.

–¿Cómo define a Yuna Riglos?

M. F.: –Es un personaje que vivió en el desamor y el maltrato, denigrado y vituperado por todos sus familiares. Vive entre la deformidad. A su historia yo la asocio con un nacimiento: en un esfuerzo supremo, Yuna pudo parirse a sí misma.

–¿Por qué suponen que concluye el racconto de Yuna?

M. F.: –Ella termina de contar su historia cuando siente que se ha construido a sí misma, cuando puede desembarazarse de su familia. Y es también el momento en que consigue el reconocimiento y el ascenso social que había estado buscando.

–¿Creen que la historia de Yuna es independiente a la de su autora?

M. F.: –Sí, sin dudas, tiene consistencia por sí misma. Tiene una carnadura propia. Después uno puede llegar a intuir que está vinculada a la biografía de Aurora. Como cuando leemos Rayuela, y después pensamos que el mismo Cortázar bien puede ser el personaje de Oliveira.

–¿Cómo se siente interpretando a un personaje tan singular?

M. F.: –Para mí éste es un espectáculo fundacional. porque siento que en este personaje soy más yo que nunca. Estoy expresándome con toda libertad sin preocuparme más que de llevar a cabo un deseo. No hay otra manera de actuar que dejar atravesarse por la propia historia.

–¿Los ayudó conocer a la autora?

R. P.: –Para mí fue muy revelador el hecho de conocerla. Intuimos que hay algo de la novela que ella conoce muy bien. Tanto la relación con los hombres y la sexualidad, como su contacto con la minusvalía infantil. Conoce esos temas desde la cotidianidad.

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