Miércoles, 15 de marzo de 2006 | Hoy
TEATRO › LA FIESTA NACIONAL, DE NORTE A SUR
Un director chaqueño y otro fueguino hablan del encuentro que tiene sede en Buenos Aires.
La Fiesta Nacional del Teatro –que este año tiene como sede a Buenos Aires y que continúa hasta el próximo sábado– es un espacio que permite, tanto al espectador común como al especialista, contrastar las prácticas culturales de los puntos más distantes y antagónicos de la geografía argentina. ¿En qué se parece un teatrista de un pequeño pueblo norteño a uno que habita en el punto más austral del país? Más allá de que unos anden en ojotas y otros vivan entre bufandas y camperas, las realidades sociales y culturales no son tan distintas y encuentran muchos puntos en común. Carlos Werlen es un profesor de filosofía de La Tigra –un pueblito a 200 kilómetros de Resistencia, Chaco, de tan sólo 5000 habitantes– que desde 1983 hace teatro en su tiempo libre junto con un grupo independiente que él mismo dirige. Muy lejos de allí, Ademar Elichiry trabaja en la construcción en Ushuaia y por las noches se adentra en su verdadera pasión, la escritura y la dirección teatral, junto con su grupo Barrilete. Ambos apuestan a un teatro conectado con las realidades sociales que habitan. Un teatro que, según admiten, pretende ser “una herramienta para propiciar la reflexión” y que se pregunta por la identidad, recupera la memoria y desempolva problemáticas sociales pasadas y presentes.
El número es másico es la propuesta que Werlen presentará hoy a las 19 en el Teatro del Sur (Venezuela 2255) en el marco del festival, una metáfora impúdica del poder que se remonta a la década del 70 para trabajar con los cuerpos ausentes de los desaparecidos. “Me interesan los temas sociales y políticos que tienen que ver con nuestra vida, con el ser, no específicamente chaqueño, sino argentino. Esta obra es el resultado de veinte años de haber leído y haberme sensibilizado con toda lo que pasó en la última dictadura: cuento la historia de dos hermanos, pero no con una estética realista ni con rigor histórico; podrían ser dos hermanos desaparecidos de cualquier lugar de la República.”
Con el mismo interés en reformular preguntas acerca del pasado que ayuden a reconstruir la identidad nacional, Elichiry presentará también hoy, a las 20, Ya camina (en El Astrolabio, Gaona 1360), una obra que vuelve sobre la guerra de las Malvinas. “El tema de Malvinas allá es muy fuerte por una cuestión geográfica –explica el fueguino–, como lo es en toda la Patagonia. Es que uno compartió vivencias con los combatientes.” “Los heridos nos llegaban a Tierra del Fuego –acota Coco Pirini, actor de la obra– y hay ex combatientes que se quedaron a vivir en Ushuaia después del conflicto. Uno mira a través del canal y no se ven las islas, porque están muy lejos, pero las Malvinas se presienten.” A partir de este conflicto bélico “que aún no termina de cerrar”, Elichiry –autor y director de la pieza– construye un relato acerca de la soberanía, en el que un ex combatiente y un desertor se encuentran para emprender juntos un viaje por la memoria, perseguidos por fantasmas como la patria, la solidaridad y tantos otros que habitan el imaginario de Malvinas.
Si desde sus temáticas y sus inquietudes las propuestas del norte y el sur convergen en un punto –en un teatro identitario y de carácter social–, las similitudes van aún más allá. En el Chaco no hay una propuesta teatral oficial; todos los proyectos –aunque apoyados en algunos casos desde los municipios– provienen de la iniciativa privada de los grupos independientes. “En Ushuaia pasa lo mismo”, cuentan los fueguinos: “Hay 10 grupos asociados en dos agrupaciones que concentran a los teatristas independientes, y unos 12 que funcionan completamente por su cuenta”, explican. “Nadie puede vivir del teatro en La Tigra –comenta el chaqueño–, todos tenemos ocupaciones paralelas.” En ambos casos, cada grupo tiene como única motivación las ganas de hacer, el ímpetu por ofrecerle a su sociedad un espacio de reflexión. Así lo expresa claramente Werlen: “El teatro es una herramienta para mostrarle al público la realidad en que vive desde una óptica nueva. Mientras la televisión y otro tipo de teatro ofrecen todo servido, el teatro provocador y movilizador pretende que el espectador se involucre y trate de reflexionar sobre determinado tema. El teatro no es la verdad, es sólo un medio que nos permite pensar acerca de nuestra realidad.” Y dicho esto, el chaqueño y el fueguino, sentados por primera vez frente a frente –y con Página/12 como único testigo–, se miran mutuamente y, como en un espejo, reconocen en el otro su misma pasión, sus mismos objetivos y una misma realidad.
Informe: Alina Mazzaferro.
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