Sáb 04.12.2010
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TEATRO › COMIENZA EL CICLO TEATRO DEL PAíS, EN EL CENTRO CULTURAL HAROLDO CONTI

Un espacio para las reconstrucciones

El espacio está en el edificio que fuera la Escuela de Guerra de la Armada y posee una sala de características únicas en Buenos Aires. Las obras programadas, cedidas por el Teatro Cervantes, son de elencos provinciales y tienen entrada gratuita.

› Por María Daniela Yaccar

Si esas paredes recién pintadas pudieran hablar, no lo harían enseguida. Es difícil hacerlo cuando se ingresa al Centro Cultural Haroldo Conti: primero están el silencio o alguna expresión de sorpresa que no llega a ser lenguaje. Como el Espacio Cultural Nuestros Hijos, el monumental Haroldo Conti se encuentra en el predio donde funcionaba la Escuela de Mecánica de la Armada. Abrió sus puertas el año pasado y ya cuenta con una cinemateca, una biblioteca y un sector para muestras de artes plásticas. Hace un mes se inauguró el área de Teatro, a cargo del director y dramaturgo Javier Margulis. La sala es exuberante, tanto en su tamaño –tiene capacidad para 600 espectadores– como en las variedades de puesta que permite, con un escenario y butacas que pueden disponerse a gusto. “No hay ninguna con estas características en Buenos Aires”, recalca Margulis al recibir a Página/12, con el entusiasmo de quien está estrenando rol.

En el edificio del Haroldo Conti, al que se entra por Avenida del Libertador 8151, funcionaba antes la Escuela de Guerra. Margulis detalla que en la sala de teatro “se armaban los mástiles para que los marineros aprendieran a subir las velas”. El espacio pertenece al Archivo Nacional de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos. Lo que se lleva las palabras es la belleza del aquí y ahora, que se apoderó de unos vestuarios devenidos camarines que cualquier artista de la calle Corrientes envidiaría. Todo huele a nuevo. El teatro y la música están dando sus primeros pasos: fueron las últimas áreas en ponerse en marcha por la adaptación que requería la sala. Tras el éxito que tuvieron El bululú, de Osqui Guzmán, y el ciclo de varietés “Los amigos de mis amigos”, a partir de mañana el Haroldo Conti será sede de “Teatro del país”, un ciclo que tiene como escenario principal al Teatro Cervantes. Mediante un convenio, el teatro de Libertad 815 cede las obras en gira al centro cultural. “Nos viene bárbaro: no tiene costos para nosotros y nos sirve para que la gente empiece a enterarse de que este lugar existe y se acerque.” No son pocos los que ya lo conocen: en los cuatro domingos que duró “Los amigos de mis amigos” pasaron 1600 personas, es decir 400 por función.

“Teatro del país” trae a la ciudad de Buenos Aires elencos de varias provincias con los cuales trabaja el Teatro Cervantes durante el año, en conexión con organismos de esos lugares. El ciclo comenzó el jueves en tres salas del teatro. En el Haroldo Conti habrá cuatro espectáculos (ver recuadro). “Es muy bueno el teatro que se está haciendo en las provincias”, opina Margulis. Según él, cuando apareció el Instituto Nacional del Teatro (INT), del cual fue director de fomento desde 1998 hasta 2001, las producciones provinciales bajaron su calidad. “Era todo a pulmón y cuando los elencos recibían plata hacían cualquier cosa. Fue un derroche total”, analiza. Pero la situación se revirtió cuando “el Instituto fue aceitando sus mecanismos de gestión y la gente de esos lugares supo qué necesitaba para perfeccionarse. Se profesionalizó”.

Por ahora, hasta que se posicione, el área de Teatro del C. C. Haroldo Conti puede ofrecer sólo eso: préstamos. Hay nada más que seis personas trabajando, entre técnicos y productores; de ahí que no sea posible la producción propia. “Todavía es difícil que la gente atraviese la reja, que se anime a entrar a este lugar, ya sea por desconocimiento o por lo que nos pasa a los que entramos aquí por primera vez”, sostiene el coordinador. Por eso, el objetivo principal es “que el público se acerque”. “Salir es otra cosa: cuando uno ve lo que se está haciendo, el trabajo que hay, la voluntad y la alegría, se va con una idea y es capaz de volver”, expresa. Ya hay proyectos para el año próximo: además de una programación con espectáculos independientes de artistas porteños, estudiantes de escuelas secundarias serán invitados a ver obras de Teatroxlaidentidad. Y la ONG Circo Social del Sur, que trabaja en villas, contará con este espacio a partir de marzo. “Quiero que ellos se apropien del lugar”, anhela Margulis.

“La sala es enorme y tiene una posibilidad muy interesante: una capacidad para 75 o 600 espectadores. Está preparada para tener diferentes tipos de espectáculos. Puede ser una sola sala, dividirse en dos. Se puede trabajar de manera apaisada, bifrontal y semicircular, y todo se puede armar en dos horas. Está el equipamiento técnico para iluminar en cualquier lado”, describe el dramaturgo. “Cuando llegué querían hacerlo más chico, pero pedí por favor que lo dejaran así. Es que un espacio enorme significa que todo será caro.” A él lo convocó el director del centro cultural, Eduardo Jozami, cuando trabajaba en el Cervantes como asesor de dirección y programaba ciclos. “Estamos empezando como se empiezan las cosas en un país latinoamericano. A pesar de la locura que implica no saber si mañana podés hacer una función porque está roto el aire acondicionado, la ventaja es que te ponés creativo. Es una lucha sabiendo que no es una pelea contra el otro: la cosa es cómo podemos juntarnos para hacerlo. No existe un teatro que pueda trabajar con la poquita gente que somos nosotros. Acá todos hacemos todo. Tenemos un espacio tan maravilloso que sería una lástima desperdiciarlo.”

“Para los actores es un placer presentar acá. Chacovachi –que participó de ‘Los amigos...’– estaba loco por volver. Decía: ‘Si puedo escuchar a la gente reírse acá voy a tener una satisfacción’. El día que estuvo él ocurrió una cosa maravillosa. En un número que hace con una torta de crema invita a una persona del público. Subió una chica. Al otro día me la encontré en la marcha por la Ley de la Música y me dijo que era hija de desaparecidos y que había estado acá por primera vez ese día. Siempre se había resistido. Como le gustaba tanto Chacovachi, no se lo quiso perder. Le costaba pensar que se iba a reír. Salió de acá con una alegría, con una sensación de que este espacio la había transformado a ella y a toda su historia personal. Fue reconstructivo para ella, para Chaco también. Y para mí.” Si esas paredes pudieran hablar, seguramente no lo harían enseguida.

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