Vie 14.01.2011
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TEATRO › LORENZO QUINTEROS ES DIRIGIDO POR BERNARDO CAPPA EN PEZONES MARIPOSAS, QUE SE ESTRENA HOY

Cuando el fútbol entra en una zona turbia

La obra que se verá en El Camarín de las Musas está ambientada en el buffet apestoso de un club de barrio donde se cruzan un ex jugador decadente, otro más joven que prometía pero ya no y un miembro de la comisión directiva.

› Por Carolina Prieto

Los separan más de veinte años de edad pero, aunque nunca habían trabajado juntos, ambos conocían bien la labor del otro, se respetan y admiran, aunque les dé algo de pudor admitirlo. Uno está entre las figuras más experimentadas de la escena local. El otro es uno de los creadores jóvenes más inquietos del circuito alternativo. Los caminos de Lorenzo Quinteros y Bernardo Cappa se cruzan por primera vez en Pezones mariposas, protagonizada por el primero junto a Darío Levy y Fernando de Rosa, con dirección y dramaturgia de Cappa. Este proyecto se demoró casi un año tras el accidente sufrido por Quinteros cerca de Campana, en febrero del año pasado, cuando un camión destrozó la mitad de su auto. Después del shock traumático, la recuperación de la memoria y los meses de rehabilitación física del notable protagonista de puestas como Marat-Sade, de Peter Weiss, y Fin de partida, de Samuel Beckett, el proyecto llega a buen puerto. La pieza ambientada en el buffet apestoso de un club de barrio donde se cruzan un ex jugador decadente, otro más joven que prometía pero ya no y un miembro de la comisión directiva, se presenta desde hoy todos los viernes a las 23 y sábados a las 21 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).

En charla con Página/12, Quinteros señala sobre el creador de Amor a tiros, La funeraria y Los Rocabilis: “Me atrae su trabajo con los actores, cómo va creando la dramaturgia en los ensayos y en las improvisaciones a partir de lo que él propone y de lo que genera el elenco. Y me gusta el resultado: una poética con un humor que nace de elementos simples y cotidianos”. El hijo de Angel Cappa (actual director técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata) agrega: “Lorenzo siempre fue una referencia para mí. El otro día, en una pasada con público, uno lo veía actuar y veía teatro en él, en su piel, en sus ojos. Creo que se aprende teatro viendo buenos actores porque hay algo intransmisible que está en los cuerpos”.

Cappa cuenta que hace tiempo que tenía ganas de vincular el fútbol –un deporte que mamó desde chico y practica con placer– con el escenario y, con esa intención, se fue a entrenar al Sportivo Teatral, el estudio de Ricardo Bartis, donde comenzó a esbozar el clima de la obra. Más tarde invitó a Quinteros a sumarse al proyecto, se produjo el accidente y recién en la segunda mitad de 2010 retomaron los ensayos. “Bartis me ayudó a organizar el imaginario, a hacerlo más humano. Porque como el fútbol está tan metido en nuestras vidas, la gente lo conoce, lo discute y se arma su propia mitología, es necesario correrlo de la escena más corriente”, explica. Así surgió la idea de ubicar la anécdota en el buffet, mientras que las criaturas que lo habitan se fueron delineando en el proceso de ensayos. “Mi personaje es un ex jugador venido a menos que vive en el buffet del club, al que descuida totalmente. Sueña con salvarse llevando a Bolivia a un jugador que jugó bien, pero que es evidente que ya fue: está fuera de estado y con sobrepeso. Y el tercero es un integrante de la comisión directiva que viene a decirle que tiene que dejar el buffet porque el club lo dio en concesión”, describe Quinteros. Cappa agrega: “Quedan atrapados en una red afectiva y nosotros no les buscamos una solución, dejamos que esa red produzca un lenguaje, que es un lenguaje extravagante, porque las emociones en juego lo son. Son afectos raros, no son elaborados, son miserables”.

–¿Cuáles son las motivaciones del trío?

Lorenzo Quinteros: –Cesáreo tiene un viejo rencor porque nunca fue recordado como una figura importante. Era más un armador, el que hacía los goles era el padre del que viene a decirle que se vaya. Por eso se engancha con el jugador y quiere hacerlo triunfar, aunque todo demuestra lo contrario. Busca que lo quieran, busca ser reconocido.

Bernardo Cappa: –No quiere perder el afecto del jugador. Lo ilusiona porque lo quiere cerca, mientras que al tipo no le queda otra. Y al tercero le cuesta decirle a Cesáreo que se vaya porque jugaba con su padre, pero no tiene el coraje de no hacerlo, ni de asumir alguna responsabilidad al respecto. Quedan empantanados en esa mediocridad.

–El fútbol es una manera de hablar de la argentinidad...

L. Q.: –Hablamos de nosotros mismos. El fútbol tiñe la vida cotidiana, es un sello nacional. Acá aparece virado hacia una zona turbia. El espectáculo me resuena muy argentino.

B. C.: –Pensamos en ciertas líneas que nos atraviesan: el peronismo, el tango, el fútbol. Y en cómo son y cómo se mueven los afectos en ellas: las lealtades, los compromisos, las traiciones.

–En este ambiente decadente, ¿cómo aparece el humor?

L. Q.: –Surge de la imposibilidad de los destinos de estos tres tipos, que no se pueden realizar jamás.

–¿Hasta fracasa el que lo viene a echar?

L. Q.: –Claro, cómo va a pretender sacarlo del buffet, si es su hábitat, si vive ahí. Es como sacar una cucaracha de un tacho de basura.

B. C.: –Es una obra simple, son tres pobres tipos. En general parto de cuestiones muy simples, casi estúpidas; y lo que para algunos es, en mis trabajos, algo así como un caos organizado, son situaciones paralelas o entrecruzadas que derivan de esas simplezas.

L. Q.: –Hicimos una pasada para amigos y se rieron mucho porque todo es muy directo, no tienen que hacer lucubraciones ni matarse pensando sobre lo que ven.

–¿La mujer aparece en algún momento?

L. Q.: –Está presente en el relato, pero no físicamente. Brilla por su ausencia, pero brilla. Hablan de una que anda por el club y que los tiene como locos. El título alude a la promesa que le hace Cesáreo a Lío, el jugador: que entrene, que mejore y lo lleva a Bolivia, que ahí las mujeres tienen pezones en forma de mariposas. Pero es una obra marcada por la relación entre hombres. Una relación con cierto erotismo, sobre todo entre mi personaje y Lío. Tiene esa cosa tan del fútbol, tan corporal: los jugadores se bañan juntos, se tocan, se cargan entre sí y meten mano. Los cuerpos están vivos.

Quinteros se siente muy bien físicamente y va a salir a caminar con su mujer cuando termine la entrevista. Pero nada de un paseo plácido mirando vidrieras, más bien un verdadero trabajo aeróbico. “Vamos al Parque Centenario o al Cementerio de la Chacarita, que nos queda más cerca y está bueno.” ¿No es medio tétrico? “No, para nada; afuera es muy lindo para caminar y a veces entramos a sentir las vibraciones”, bromea, antes de calzarse las zapatillas y algo de ropa cómoda.

–¿Cómo fue el proceso de creación?

L. Q.: –Antes del accidente venía de hacer mucho teatro de texto, como Marat-Sade en el San Martín. Me vino genial esta experiencia con Bernardo, es como renacer. En este tipo de teatro, el actor y su cuerpo son fundamentales. Estás involucrado de otra manera en el espectáculo. Tenés una mayor responsabilidad al ser una creación conjunta, pero es el director el que comanda el proceso, nos tira puntas, nos hace probar distintas cosas, nos va guiando y va dando forma definitiva al texto. Es muy diferente que partir de un texto ya escrito, donde de alguna manera ya hay una direccionalidad dada de antemano. Acá hay un mayor grado de incertidumbre, no sabés bien hacia dónde vas, ni si vas a llegar a algún lado. Tenés que confiar mucho en el director. Y esa falta de certezas es atractiva, te genera una adrenalina bárbara.

B. C.: –Es la forma de hacer teatro que me resulta más gozosa y me da mayores posibilidades creativas. Creo que la responsabilidad de la actuación es mayor cuando el texto no está dado de antemano. En este sentido, es parecido al fútbol: el actor se tiene que hacer cargo de actuar algo que sirva al resto. Como en la cancha, donde no están escritas las jugadas, pero tampoco podés hacer cualquier cosa: tenés que tener muy en cuenta el equipo, las posiciones, los movimientos. Por eso apunto a que las situaciones queden bien claras, que el actor sepa lo que tiene que actuar. Aparte considero que la dramaturgia teatral es más compleja que el texto en sí. La palabra es un elemento más en una red de textualidades diferentes: los cuerpos, la gestualidad, las dinámicas, los ritmos, el espacio, las situaciones. Es una creación grupal y como grupo tenemos una organización. No somos todos iguales: cada uno aporta desde su rol.

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