Sábado, 15 de enero de 2011 | Hoy
TEATRO › UNA MUJER SIN DECISIóN PROPIA
La actriz define a Stella, su personaje, como “una mujer que está al voleo, atrapada en una estructura corrupta”. La obra fue escrita por el ex juez Daniel Llermanos, esposo de la productora de la puesta, la periodista y conductora Rosario Lufrano.
Por Cecilia Hopkins
Con el estreno de la obra Código de familia y la consiguiente reapertura del Teatro Del Globo, se producen otros debuts. En principio, el de la periodista y conductora Rosario Lufrano en el área de la producción teatral: al frente de esta sala (y en apoyo al Programa Solidario Pepe Biondi, cuyo propósito es acercar la risa a las salas infantiles de hospitales públicos), Lufrano convocó a Eva Halac para la dirección de la primera pieza de la temporada. Si bien la obra la firma Ponciano Funes (el protagonista de la misma), éste es el seudónimo utilizado por el esposo de la flamante empresaria, el abogado Daniel Llermanos, quien también se estrena como autor (ver recuadro). “La obra me la acercó la producción –afirmó Halac, consultada por este diario– y me interesó hacer un material como éste, escrito por un abogado que además fue juez de la Nación. En la obra, el personaje recuerda a su primer cliente y habla tangencialmente sobre el universo absurdo de las leyes, el caos de la Argentina del ’82 y de los tremendos detalles que se dejan pasar todos lo días. Es una obra de fragmentos de la memoria del autor”, resume la directora.
La comedia, basada en un hecho real ocurrido en 1982, cuando aún no existía la ley de divorcio, desarrolla en detalle el primer caso de un abogado recién recibido, el tal Funes, a cargo de Tomás Fonzi. El cliente (Arturo Bonín) pide que su esposa (Alejandra Darín) respete la ley de matrimonio, que especifica que la mujer debe convivir con su marido. No le importa que ella no quiera estar con él ni que haya iniciado una relación sentimental con un comisario (Raúl Rizzo). El elenco se completa con Gabo Correa, a cargo de varios roles.
Pero, más allá del caso judicial en sí mismo, de las referencias a la guerra de Malvinas y de la idea de que la corrupción se encuentra por doquier, Código de familia se ocupa de graficar la secuencia de lanzamiento profesional del abogado, un pichón de ave negra que confirma en éste, su primer caso, todo lo que había aprendido en la teoría, llegando a la conclusión de que se puede defender lo indefendible. Así, Funes cambia el discurso según el interlocutor que tiene al frente, coimea con naturalidad y emplea argucias para mejorar los honorarios ya pactados. Alejandra Darín viene de interpretar a Eva Perón en El evangelio de Evita, de Carlos Balmaceda, y a Hannah Arendt, intelectual alemana que mantuvo un largo romance con Martin Heidegger, en Un informe sobre la banalidad del amor, de Mario Diament. Su actual personaje, Stella, es una mujer que sencillamente busca su felicidad: “No es una heroína sino una mujer común”, le confirma la actriz a Página/12. “Entre Arendt y ella hay un abismo. Stella es el motivo de esta historia pero no es la protagonista. Conozco a muchas mujeres así: corta de pensamiento, se casa para hacer realidad una idea o un sueño que tiene. Sin embargo, al ser una mujer de cuarenta y pico en los ’80, cuando todavía no existía la ley de divorcio, haberse atrevido a separarse es un acto de arrojo.”
–¿Le fue difícil interpretar a una mujer sin muchos rasgos distintivos?
–Soy una persona con carácter, temperamental, y eso tuve que restárselo a este personaje. Es como si se hubiese sembrado una semilla en un terreno que no correspondía. Porque todos somos quienes somos, en cierta medida, por el ámbito donde nos desarrollamos. En la historia de cada uno cuentan las personas con las que nos encontramos, cuentan los amores que tuvimos, lo que leímos. Creo que si todos tuviésemos las mismas oportunidades, tal vez las personas podrían desarrollarse de otro modo. Tendríamos otro mundo. Stella está al voleo, casi no tiene decisiones propias.
–¿Tiene alguna lectura de su personaje, más allá de su rol en la historia?
–Siempre me gusta descubrir símbolos, pensar que las cosas significan otras. Por eso digo que para mí el personaje de Stella personifica al país. Es una mujer que está entre un poeta (su marido) y un asesino (el comisario), con el sufrimiento de saber que el novio de la hija está en Malvinas. Ella se encuentra dentro de una estructura corrupta, llevada para un lado y para el otro.
–Más allá de que sea un caso real, en la obra, ¿cómo cree que enmarca la historia el hecho de que suceda durante la guerra de Malvinas?
–Que esa crisis personal se vea acompañada de una crisis nacional e internacional como la que se vivía en el ’82 me parece muy bueno. Esto plantea un estado general de vulnerabilidad.
–¿Qué recuerdos tiene de esa época?
–Sentía que no había dónde poner fichas para revertir lo que estaba pasando. Recuerdo ese momento con gran tristeza, como si hubiéramos tenido arena escurriéndose entre los dedos.
–¿Cómo trabaja sus personajes?
–Tengo la formación que yo misma supe darme y empiezo a trabajar un personaje pensando en gente que tiene rasgos parecidos. Después comienza un proceso que se da junto a los actores y al director. Me parece que es más fácil hacer una heroína porque uno tiene el deseo de hacer eso: cuando se sabe darles valor a ciertas cosas, es más sencillo ir hacia el ideal, por la atracción que representan los rasgos valiosos que uno le ve al personaje.
–¿Cuáles le han gustado más?
–Tuve la suerte de hacer de Ha-nnah Arendt y de Eva Perón. Es maravilloso meterse en esas cabezas, por lo que produjeron y originaron en otros. Pero todos los personajes son difíciles. Es difícil subirse a un escenario, hagas lo que hagas.
–¿Eligió actuar por una cuestión familiar?
–Se puede decir que el origen de mi profesión es familiar: mi madre, mi padre, mi abuelo, mi hermano, todos en esta profesión. Comencé de muy chica, como jugando, y creo que tengo la mayor parte de los recuerdos de infancia referidos a la actuación. Empecé a trabajar por propia iniciativa a los 18. Aunque, en mi caso, nunca decidí nada, porque todo se fue dando por oportunidades, encuentros, casualidades. En realidad, creo que en la vida uno nunca decide nada.
–¿Cómo definiría su trabajo?
–Siempre viví la actuación como un juego. Uno que me revela cosas, que me abre la cabeza, que me confirma cosas y que también me permite ganarme la vida. Actuar me deja vivir en el mundo de los pensamientos y sentimientos. Esa posibilidad de meterse en otras vidas es un flash.
* Código de familia puede verse en el Teatro Del Globo, Marcelo T. de Alvear 1155, de miércoles a domingos a las 21.30.
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