Sábado, 15 de enero de 2011 | Hoy
OPINIóN
Por Marcelo Birmajer *
“Miguel, no sé por qué me puse a pensar en él”, comienza la elegía de Andrés Calamaro dedicada al líder de Los Abuelos de la Nada. Pero yo sí sé por qué me puse a pensar en Miguel Abuelo: el jueves pasado concurrí al estreno de un estupendo y conmovedor documental sobre su vida y su obra, Buen día, día, de los directores Sergio Constantino y Eduardo Pinto.
Creo no haber sido el único espectador que, además de reírse en algunos testimonios, terminó físicamente emocionado. Entre muchos méritos, el documental tiene dos especialmente destacables: el rescatar una figura fundacional de la música popular argentina y el haber resuelto el enigma de cómo narrarlo, una dificultad que se presentaba tanto en el terreno personal como artístico. Miguel Abuelo, como repetía en cada una de sus letras, era inapresable, aunque haya pasado un año preso en España, como descubrí gracias al documental. Pero incluso en aquella temporada en la “cárcel de las monedas” (tomo el nombre de otra letra de Calamaro), el Abuelo de la Nada se las arregló para recibir gratis un par de sandalias cargadas de historia, como rememora su biógrafo, Juanjo Carmona. En la ilación de la biografía cumple un papel eficaz y encantador su hijo, Gato Azul, que recorre en moto Buenos Aires, ensamblando historias y recopilando fotos. La madre de Gato, la artista Krisha Bogdan, despliega elegancia y verdad en su relato.
Miguel Angel Peralta, tal el nombre de nacimiento del autor de “Cosas mías”, forma parte de aquellos arquitectos de Buenos Aires que construyeron no edificios sino épocas, y cuya materia prima era la libertad. Otro de sus colegas, al que también dieron de “alta” muy temprano de “este hospital”, era Federico Moura, cuya vida merecería una película parecida.
La vida de Miguel Abuelo, enredada con sus canciones, se vuelve fascinante cuando recorremos sus primeros días en una suerte de orfanato y ponderamos su elección por la calle desde niño. No abandonó la intemperie ni una sola noche, hasta la última. Si como oyente, con mi oído de madera, selecciono sus canciones, me quedo con apenas un manojo: la preciosa “Mariposas de madera”, el sagrado “Himno de mi corazón”, algunos éxitos de Los Abuelos. Pero es de esos contados artistas con aura, cuya vida y obra se entrelazan en una pieza única. Miguel Abuelo es libertad, fuerza y misterio. Tan lejos del primer día que lo escuché y lo vi bailar, su recuerdo sigue fulgurando y su talento, barrenando el tiempo. Es una de esas personas a las que yo jamás hubiera invitado a mi cumpleaños. Pero, por supuesto, no le hubiera importado: él era siempre el cumpleañero, y llevaba una fiesta portátil.
* Escritor.
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