TEATRO › AGUSTIN ALEZZO ESTRENA EL CIRCULO, DE DONALD MARGULIES
El director y docente ya había montado una obra del escritor norteamericano, Cena entre amigos, y ahora decidió abordar esta historia en la que un novelista famoso emprende un viaje al pasado cuando vuelve a Brooklyn a visitar a su padre enfermo.
› Por Cecilia Hopkins
Luego de concretar este año el montaje de Vuelo a Capistrano, la última pieza de Carlos Gorostiza, en el Multiteatro, el director Agustín Alezzo estrena obra en El Duende, su propia sala, ubicada en Aráoz 1469. El autor elegido esta vez es el norteamericano Donald Margulies, también autor de Cena entre amigos, obra que el mismo Alezzo estrenó tres años atrás, en codirección con Lizardo Laphitz. La pieza que sube a escena hoy se llama El círculo, aunque el nombre original es Brooklyn Boy. “Los títulos de las obras tienen que quedar en el oído –afirma el director ante Página/12–, por eso es que yo siempre los cambio: para mí es muy importante que, además de sonar bien, encierren el sentido de la obra.” El círculo, en este caso, alude al viaje al pasado que emprende el protagonista, un novelista de fama, trayecto que se ve obligado a realizar apenas pisa Brooklyn, lugar donde transcurrió su niñez y juventud, para visitar a su padre enfermo. También en esta oportunidad, Alezzo eligió codirigir: “Compartí el trabajo con Nicolás Dominici, un brillante actor que obtuvo el año pasado el premio María Guerrero en el rubro revelación y que hace aquí su debut en la tarea directiva”, precisa. El elenco está integrado por Laphitz, Néstor Duco, Bernardo Forteza, Cecilia Chiarandini, Carolina Alliani, Cristina Dramisino y Francisco Prim. La escenografía y el vestuario son de Marta Albertinazzi, el diseño de iluminación pertenece a Gonzalo Calcagno y el diseño sonoro, a Diego Vainer.
Escrita en 2004, en El círculo Margulies se explaya sobre las complicaciones que puede acarrear el éxito. Al menos esto es lo que le ocurre al protagonista de la pieza, el novelista Eric Weiss, quien se enfrenta a los más diversos e inesperados sucesos al momento de vender los derechos de autor de su obra para su versión fílmica. Juntamente con estos contratiempos, la enfermedad de su padre lo obliga a realizar un tour de force por el antiguo barrio judío donde fue criado. “La pieza de Margulies es quizás un juego de doble fondo en el que se entretejen momento a momento la realidad y la ficción”, reflexiona Alezzo. “Tras la muerte de su padre, Eric Weiss inicia un lento y doloroso periplo por su pasado, encerrándose en el círculo íntimo de recuerdos, plasmados teatralmente a través de una puesta que conserva una unidad espacial y temporal. El sentido de la puesta privilegia el espacio dulce y melancólico –y a la vez poético– de nuestro pequeño círculo de intimidad, aquel en el que podemos ser nosotros mismos.”
–¿Siempre utiliza la misma metodología de dirección?
–No creo tener una forma de trabajo definida, sino que me adapto al actor que tengo enfrente. Con Laphitz y Duco trabajo desde hace años. Y los demás actores se han ido formando conmigo. De modo que, en todos los casos, tenemos un mismo código en común.
–¿Desde dónde comenzó a trabajar con ellos?
–En algunos casos, desde la improvisación. Lo primero que quiero es que el actor se haga cargo de la situación que le toca, que comience a construir un personaje que pueda recorrer esa circunstancia. Luego viene la letra, una consecuencia de lo anterior.
–¿Hay muchos cambios de perspectiva en la elaboración de sus montajes? ¿Descarta mucho material?
–Y sí, cambiamos actitudes de los personajes, el tono de toda una escena, el ritmo. Hasta que encuentro la forma que conviene a la pieza.
–¿Aquí también realizó muchos cambios?
–Las escenas que Margulies escribió están todas tal cual. Pero yo decidí ponerlas en otro orden. Es un autor que construye situaciones muy intensas, con un desarrollo perfecto, diálogos maravillosos y unos personajes muy definidos y contrastados. Pero la progresión dramática me resultaba muy convencional, muy tradicional. Por eso quise cambiarla.
–¿Cómo quedó la historia, entonces?
–La di vuelta y comencé por el final. De esta manera, da la impresión de que todo ocurre en la mente del protagonista. Lo hice buscando una forma diferente de contar. También quise cambiar el realismo que busca el autor con una escenografía sintética, que sugiere diferentes espacios sin ser realista.
–¿Es una obra que habla del transcurrir del tiempo?
–El tema se podría decir que, en esencia, es lo siguiente: uno tiene derecho a tomar sus propias determinaciones en la vida. Lo que no puede hacer de ningún modo es olvidar sus orígenes.
–¿Se refiere a la cultura judía?
–Sí, claro. El protagonista ha huido de Brooklyn porque eligió desencontrarse con su origen. En realidad, también está huyendo de su padre, un hombre que ha pasado toda su vida trabajando como empleado en una zapatería. Siempre con el rencor de haber competido con el hijo por el amor de su esposa muerta.
–¿Qué clase de rivalidad era ésa?
–Su mujer era muy lectora, tenía muchas inquietudes intelectuales, y fue ella quien impulsó al hijo a la universidad, quien lo alentó para que escribiera. El padre es un hombre muy humilde, que nunca pudo recuperarse de esa situación de aspereza.
–¿Hay melancolía en este racconto?
–La obra no habla con melancolía del pasado, sino todo lo contrario. En esta obra de recuerdos hay mucho humor judío, satírico y punzante, un humor que pega en el blanco. A mí me gusta mucho. Creo que el verdadero humor es aquel que comienza con uno mismo. El reírse de los otros es una avivada de mal gusto.
–¿La obra también habla del éxito?
–Sí, de las terribles consecuencias que puede acarrear. El protagonista viene de publicar su tercer libro, que se ha convertido en un best seller. Está en un momento muy difícil de su vida, separándose y despidiéndose del padre con el cual mantuvo una relación pésima.
–¿Cuál es el aporte de los demás personajes a la historia?
–Todos tienen escenas en los que aportan una coloratura muy potente, renuevan el tono de la obra, su clima teatral.
–¿Qué aspectos de usted mismo se cuelan en cada una de sus puestas?
–Seguramente muchos, aunque siempre sin proponérmelo conscientemente. Trato de crear con la imaginación. Incluso, cuando trabajaba como actor. Mi maestra Heddy Crilla decía que hay que dejar que la emoción suceda, sin forzarla. Ella decía que la emoción es una dama coqueta y refinada que hay que saber conquistar por medios indirectos.
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