TEATRO › TOTO CASTIÑEIRA, AUTOR Y DIRECTOR DE EL SUSTO, 1813
En los momentos que le deja su trabajo en el Cirque du Soleil, el reconocido clown aprovecha para montar sus propios espectáculos. La obra que acaba de estrenar se ubica en las guerras por la independencia, pero con una historia inventada y con aire de culebrón.
› Por Cecilia Hopkins
Estrenado este verano en el Club de Teatro de Mar del Plata, El susto, 1813 es una “comedia oscura”. Así la define su autor y director, Toto Castiñeira, clown marplatense que desde 2004 forma parte de la troup canadiense del Cirque du Soleil. Si bien esa pertenencia le significa al artista unos seis meses de giras al año, no le imposibilita llevar a cabo sus proyectos personales. Así, juntamente con el estreno de este espectáculo en el Teatro Anfitrión (Venezuela 3340, viernes a las 21), Castiñeira acaba de reponer su unipersonal Finimondo! en Timbre 4 (México 3554, jueves a las 21), versión del presentado hace dos años en el Teatro Metropolitan.
“El estar afuera, lejos del país, hace que uno se conecte con la infancia”, le cuenta el actor y director a Página/12. Sus recuerdos lo llevaron, en principio, a evocar el primer día de clase, las lecciones del manual Kapelusz y los símbolos patrios, primeras imágenes que tuvieron el efecto de plantearle la necesidad de pensar cómo encarar la historia argentina. Un referente de peso fue, según cuenta, el cine del grupo británico Monty Python. El espectáculo resultante –el cual comenzó a ensayarse en 2009, encontrando un ritmo propio entra las idas y vueltas de Castiñeira al país– cuenta con las notables actuaciones de Mariela Acosta, Pablo Palavecino y José María Arias, el vestuario de Daniela Taiana y la escenografía de Amadeo Azar.
El grupo comenzó a desarrollar improvisaciones sobre diversos tópicos, tomando como eje a las luchas por la independencia. Así fueron perfilándose los personajes: “Un general iluminado, un teniente ensombrecido y una mujer despierta que sueña con ser soldado”. Esas figuras fueron el resultado de ciertas lecturas que hizo el grupo en torno de la historia argentina, resabio de las cuales quedó ese 1813 en el título de la obra. La referencia es para la batalla de San Lorenzo, “una victoria que duró apenas quince minutos, pero que le valió a San Martín, recién llegado de España, demostrar de qué lado estaba”, según resume Toto. De todas formas, nada de lo que se ve en escena intenta graficar sucesos conocidos. Con un lenguaje físico y gestual de gran precisión, El miedo... presenta a los tres personajes en el trance de develar el secreto que se esconde en las profundidades del aljibe colonial del patio donde transcurren los encuentros del trío y las escenificaciones de sueños y ritos de guerra. “Pensando en los muros del convento de San Lorenzo imaginamos el patio de una casa colonial desde donde llegan los sonidos de la revolución”, narra Toto, remontándose a los primeros ensayos. Iluminado por focos que los propios actores manipulan, el ámbito elegido se carga de un misterio que deviene en lírico disparate, en el que conviven sangrientos vaticinios, oscuras alianzas y, finalmente, una historia digna de un culebrón.
“El susto tiene que ver con la espera”, aclara Castiñeira, aunque admite que el espectáculo “no plantea una línea argumental, sino un canon de situaciones que se abren como puertas”. Es por esto que, entre risas, el autor y director afirma que “se podría decir que el título también puede referirse al susto que genera en el espectador cuando ve que tal vez no llegue a entender qué es lo que está viendo”. En efecto, hacia el final aparece un nuevo personaje que intenta explicar lo sucedido y atar cabos sueltos, cuando lo que en realidad hace es generar una confusión mayor. Y más motivos para la risa.
“Me interesa trabajar con lo fragmentario. Que el espectador se vea en la necesidad de organizar lo que está viendo”, explica Toto. “Sabía que no quería caer en el payaso, en el comediante o en el bufón (registros que conoce ampliamente).” Así, poniendo énfasis en la aparición continua de contrastes, el grupo delineó a sus personajes “crispados y enrarecidos” como moviendo un prisma, encontrando en cada cara una expresión diversa, sin recurrir a un arco de emociones previsibles.
La otra puesta de Toto también se abstiene de convencionalismos. Estrenado en 2003, Finimondo! es un unipersonal que Castiñeira reformula incesantemente. Se trata de una creación que cambia con el intérprete: pasa tanto tiempo entre una temporada y otra que el artista va adecuándola a sus necesidades de experimentación. “Como es un espectáculo ligado a mi propio clown, tiene estructuras que se modifican en la medida en que yo voy cambiando”, explica. “Hace dos años tenía ganas de monologar después de tantos años de hacer rutinas sin palabras en el circo. Hoy, en cambio, le fui quitando texto”, aclara. De todos modos, la historia se mantiene. La obra transcurre en los años ’20, en un circo ambulante tradicional, llegado a Venecia escapando de la Revolución Rusa. El personaje de Toto es un clown que forma un dúo junto a su hermano. Con ellos viene una contorsionista, la piedra de la discordia: la mujer ha traicionado al personaje de Toto y la obra cuenta los planes de venganza que barrunta el payaso. “Puede matar a uno de ellos, a los dos o suicidarse, cualquier cosa puede suceder: el público asiste a esta decisión”, adelanta el clown, subrayando que, a pesar de tratarse de un momento privado del protagonista, la obra integra al público permanentemente. La acción de Finimondo! sucede en el camarín del payaso: “Es un lugar íntimo que contrasta con la disociación que significa salir a escena y dar paso a la extroversión total”, explica el artista. Del mismo modo, el espectáculo propone un movimiento constante entre el pensamiento del personaje y el diálogo con el público.
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