Viernes, 27 de abril de 2012 | Hoy
TEATRO › CARLOS RIVAS, ENRIQUE PINTI Y LA PUESTA DE LO QUE VIO EL MAYORDOMO
El director y el actor, responsable de encarnar a un represor funcionario del Ministerio de Salud, analizan el peso que esta obra tiene en el marco de la carrera de Orton. “El quería usar su arte para burlarse de la sociedad y de sí mismo”, señalan.
Por Cecilia Hopkins
“Todo el problema de la sociedad occidental de hoy es que no hay nada digno de ocultar”, escribió Joe Orton en su diario, promediando los años ’60. Nacido en 1933 y muerto en 1967 a manos de su amante, que lo ultimó a martillazos, Orton escribió consustanciado con el contexto cultural del primer hippismo y el rock, el ácido lisérgico y la liberación sexual. Tal como aparece en la biografía del dramaturgo escrita por José Lair, Susurros en tus oídos, nombre que también tomó la película dirigida por Stephen Frears, la figura de Orton surge como la del proscripto rebelde que prefiere los encuentros anónimos en la penumbra de los baños públicos de los suburbios a la vida social común y corriente. No obstante las apariencias, Orton escribió en su diario: “No estaba tan seguro de mí mismo como me hubiera gustado y por eso adoptaba una actitud descarada y simulaba ser mucho más duro de lo que era en realidad. Afrontaba las situaciones con una gratitud cínica e irónica porque así conseguía que no fueran tan dolorosas”. Lejos del estilo que hicieron famosas obras como Atendiendo al Sr. Sloane o El rufián en la escalera, Orton escribió en 1966 una farsa que no pudo ver estrenada. Ese texto, Lo que vio el mayordomo –que se conoció en Londres dos años después de su muerte–, desató polémicas de todo tipo. Recién ahora se estrenó en el país, en el Teatro Lola Membrives (Corrientes 1280), bajo la dirección de Carlos Rivas, con un elenco que encabezan Enrique Pinti, Luis Luque y Alejandra Flechner y completan Magela Zanotta, Abian Vainstein y Andrés Portaluppi. La escenografía es de Jorge Ferrari y el vestuario de Renata Schussheim.
Lo que vio... transcurre en una clínica para enfermos mentales. Allí, un incidente de poca monta desencadena una serie de hechos que obliga a los involucrados a cambiar su identidad sexual mediante el travestismo, a esconderse y a ocultar información para salvar las apariencias. En medio del caos, entre dosis de alcohol, conversaciones sobre sexo y escenas de desnudismo, salen a la luz episodios relacionados con el pasado del médico y su esposa. En todo este despliegue de situaciones absurdas resulta clave la presencia del funcionario del Ministerio de Salud Pública que interpreta Pinti: un hombre de una moral más que dudosa, el mismo que decide escribir un best seller inspirándose en los extraños sucesos de los que fue testigo.
“La obra se pregunta acerca de cómo hacernos cargo de nuestro verdadero deseo, el cual es privado e individual y no puede ser encuadrado en ningún registro institucional”, analiza Rivas, quien en 1985 había dirigido Botín, también de Orton. En conversación con Página/12, el director habla sobre las implicancias de esta farsa. Poco después, Pinti se suma a la charla.
–Lo que vio el mayordomo no recuerda en nada a las otras obras escritas por Orton...
Carlos Rivas: –Es que la diferencia con las otras radica en que ésta es una farsa, la única que escribió Orton. Desde ya, no hay nada realista en lo que cuenta y no tiene más sentido que hacer una denuncia, como sucede siempre en las farsas.
–¿Cuál es el señalamiento que realiza?
C. R.: –Orton habla aquí acerca del peso social e institucional que gravita sobre la elección sexual de la gente. La Iglesia, el Estado y la policía presionan a las personas para encuadrarlas en lo socialmente aceptado. Un tema muy tratado, que incluso está en Shakespeare.
–¿Qué forma adopta la farsa?
C. R.: –Es un instrumento para atacar. En este caso, Orton habla en contra del matrimonio, el psicoanálisis y la familia burguesa. A veces la farsa se confunde con el vodevil.
–Es que ciertas situaciones de la trama, las puertas y el ritmo de la obra pueden contribuir al equívoco.
C. R.: –Sí, hay ocho puertas para las entradas y salidas de los personajes. La comedia de puertas viene de la comedia de alcoba que tiene, en relación al tono –más o menos grosero–, registros muy diferentes. Y tiene por objeto poner en tela de juicio al matrimonio como institución. Pero en esta farsa hay una carga ideológica más grande. Se dicen cosas que resultan tan transgresoras hoy como en los ’60, cuando fueron escritas.
–¿Se refiere a lo sexual?
C. R.: –Sí, entre otras. Acá se habla de la represión sexual de un matrimonio. Sus integrantes alguna vez gozaron uno con el otro. Pero como fue a escondidas y no sabían con quién estaban en realidad, fue una pareja que se amó sin conocerse. De manera que no pudieron evitar el desastre, porque no se casaron con su deseo.
–¿Cree que en la actualidad el deseo está ausente?
C. R.: –Hoy la sociedad parece que cada vez acepta más la identidad sexual. Y es verdad porque hubo muchos avances en ese sentido. Pero en lo íntimo, en lo privado, se ve una pérdida del deseo. Esta es una sociedad apática: lo que se ve en la televisión es una caricatura del sexo y del deseo. Pura performance.
–¿Lo dice porque hace una comparación con otra época?
C. R.: –Yo pertenezco a la generación de Woodstock, que hablaba de revolución sexual, del imperativo de ser feliz. La sociedad actual, la del capitalismo tardío, ha puesto el énfasis en el exhibicionismo, en la necesidad de ser exitoso, bello, joven. De ganar plata, pero no habla de la necesidad de ser feliz con la elección de cada uno.
–Lo que vio... es una obra que tiene escenas que podrían verse en la televisión o en el teatro de revistas... ¿No existe el peligro de que los aspectos críticos pasen desapercibidos al ser neutralizados por lo que ya está instalado en todas partes?
Enrique Pinti: –Es cierto, la obra puede hacerse como un sketch de revista, pero nosotros elegimos hacer otra cosa. Hay que encontrarle el tono a esta obra que es tan distinta a otras que él mismo escribió. Existe el prejuicio de que Orton es un autor serio. Yo prefiero decir que es un gran autor. Su vida fue tan tremenda que la gente tiende a decir “es un autor torturado”. Pero no era Edward Albee. Tampoco podemos confundir la flema inglesa de un Oscar Wilde con la flema de Orton, que parece la de la gripe asiática. Además hay muchos Orton: leyendo sus diarios uno puede conocerlo en otros registros, como un cronista frívolo de la sociedad, como un hombre ocurrente que piensa cosas desopilantes.
–¿Qué efectos busca la puesta?
E. P.: –Como es una farsa, todo es de mentira: las balas suenan como pedos, las heridas son falsas. Todo es muy disparatado. No es una obra intelectual, sino bien popular, que va a convocar a la gente de los barrios.
–¿Cómo es Gatti, su personaje?
E. P.: –Es un representante del gobierno, un inspector de salud mental. “Vengo en representación del gobierno: jerárquicamente una locura superior.” Con este saludo ya se ve que dice lo que no debería decir, como el Dr. Merengue. Porque de todos, él es el verdadero loco. Los demás tendrán sus problemas, pero Gatti es el que está loco.
–En la obra, la hipocresía es una constante...
E. P.: –Está puesta en caracteres gruesos. Gatti es un represor reprimido que tiene en la cabeza de todo, incesto, sodomía, fetichismo... Por eso acusa al médico, porque hace lo que a él le gustaría hacer. Todo el tiempo hay contradicción y hay disparate. Y como en las buenas obras, todos los personajes son necesarios. Si uno lee los diarios de Orton se puede sacar la conclusión de que él mismo tiene cosas de todos sus personajes. El quería usar su arte para burlarse de la sociedad y de sí mismo.
–¿Qué aparece en su diario en relación con esta obra?
E. P.: –Orton escribió esta farsa en los últimos seis meses de su vida. Imaginaba situaciones tan disparatadas para esta obra que finalmente decidió no poner para no exagerar. Estaba viviendo una relación sentimental tóxica. Y para salir de ese universo y sus fantasmas escribió esta obra. Para reírse y hacer reír.
–No hay ningún mayordomo en la obra. ¿Porqué habrá elegido este título su autor?
C. R.: –Orton mismo es el mayordomo que mira por el ojo de la cerradura. Quiso hablar de la moral burguesa como él mismo la veía, e invita al público a compartir su mirada.
* Lo que vio el mayordomo, Teatro Lola Membrives (Corrientes 1280). Funciones, de miércoles a domingos.
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