TEATRO › MERCEDES ALONSO HABLA DE LOS PASOS DE PALOMA
La actriz planteó la obra como un “homenaje y cierre” de su historia familiar: su hermana mayor fue secuestrada por un grupo de tareas en julio de 1977. “Quizá dolió el proceso creativo, pero lo que estoy haciendo es un acto de amor”, señala.
› Por Paula Sabatés
“Yo la admiraba a Paloma porque se atrevía a todo. Hacía cosas que me sorprendían y me maravillaban. Hablaba de la vida de una manera en la cual no podía hablar una adolescente. Era una chica muy pensante, con mucho cuestionamiento. Era un ser libre.” Quien habla es la actriz Mercedes Alonso, hija de la artista Yvonne Fauverty y el mítico pintor argentino Carlos Alonso. Paloma es su hermana mayor, y aunque de niñas compartieron familia y hogar, hay una diferencia tajante entre ellas: Mercedes está en el mundo, a Paloma la hicieron desaparecer los militares en la madrugada del 30 de julio de 1977. Como “homenaje y cierre” de su historia, la actriz presenta cada viernes en el Centro Cultural de la Cooperación Los pasos de Paloma, una obra testimonial en la que recuerda los difíciles momentos que le tocó atravesar a su familia.
“Luego de ser convocada por alumnos de la Escuela Normal Nº 1 que querían ponerle el nombre de mi hermana al auditorio de la institución, sin darme cuenta empecé a leer sus diarios y sus cartas y a convivir con objetos suyos que habían estado durante muchos años en la casa de mi madre. Ahí empecé a sentirme con el coraje para hacer algo para sanar esa herida, darle un sentido. No sabía cómo iba a hacerlo, tenía muchos temores, pero sin dudas debía ser algo de índole poético, que es lo que había atravesado toda nuestra vida”, cuenta Mercedes, que tiene una mirada que se pierde de a ratos y una voz que delata la tristeza de su historia. Esas cartas y esos diarios, justamente, son los que la actriz lee en escena, “no como los leería Paloma”, sino como ella misma los siente.
En la obra –que la actriz autodefine como “de sentir femenino” (excluye a su padre porque al momento de la desaparición estaba exiliado en Italia)– también interpreta a su madre mostrando “los momentos en los que está bien, y también sus recaídas”. Escrito por Patricia Zangaro y dirigido por Laura Yusem, el espectáculo fue declarado de interés cultural y es auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación. De alto nivel dramático, está ambientado con una escenografía austera, pero profundamente simbólica: un escritorio donde lee los documentos de su hermana, un sillón donde hace de su madre y 24 cajas que cumplen con diferentes significados (“tienen que ver con las múltiples mudanzas que tuvimos que hacer durante la dictadura y también con los archivos donde se guarda la información de los desaparecidos”, revela).
Paloma, que a los 16 años ya se había emancipado y un año más tarde comenzaba un viaje por Perú con la noble y difícil misión de alfabetizar a los indígenas de Latinoamérica, fue detenida en su casa a cinco días de haber cumplido los 21. Desde entonces sólo quedan de ella recuerdos, anécdotas. Y fotos. Muchas fotos. Por eso además de la obra completan el homenaje una muestra del ruso Anatole Saderman, viejo amigo de la familia, donde se ve un selección de quince fotografías que incluyen tanto retratos de Paloma como instantes en la vida familiar de los Alonso y una exhibición de objetos personales de Paloma, especialmente seleccionados por Mercedes y su madre.
“Paloma estaba continuamente conmigo, durante muchísimos años no hubo un día en que yo no pensara y me acordara de ella. Por eso en la obra está su palabra respetada, enmarcada y valorizada. Es un homenaje que abarca mucho”, cuenta la actriz a Página/12.
–¿Este es un homenaje para Paloma o para usted y su familia?
–Esta obra es para Paloma, pero también para mí, para mi madre, que incluso participó de la producción con el diseño de vestuario, para mi padre cuando la vea y para toda mi familia y la gente que la conoció. Es un homenaje para todos ellos porque la obra también habla de su dolor. Y fundamentalmente porque es como el entierro que no pudo ser, es como un cierre. No es una despedida ni un encuentro, son las dos cosas. Porque uno se despide de una parte dolorosa cuando se encuentra con algo hermoso y poético, como esto.
–¿En qué sentido es un cierre?
–En mi caso por lo menos, con esta obra recuperé mi propia voz, salí de mi propia ausencia. Desde hace mucho tiempo estaba fuera de mí misma, con dificultades para continuar mi carrera, formar una familia, básicamente para afrontar la realidad. Estuvimos todos muchos años con este silencio, no por la censura del tema, sino por el dolor que causaba hablar de ella. Sabíamos que esta herida tenía que tener un fin, que tenía que cicatrizar en algún momento, pero lo que no sabíamos era cómo. Ahora lo descubrí, por lo menos yo.
–¿Sana o duele hacerla?
–Sana, completamente. Quizá dolió el proceso creativo, pero porque todos los procesos creativos conllevan algo de dolor. Pero hoy estoy con una sensación que tiene más que ver con la alegría que con la tristeza y que responde a la emoción de poder haber hecho algo después de tanto tiempo. Estoy más relajada, se me modificó algo adentro. Y siento que lo que estoy haciendo es un acto de amor. Por eso, a pesar de que se muestran momentos muy dolorosos, la obra otorga una sensación de paz a quien la vea.
–¿Cuánto de ficción tiene la obra?
–Lo único ficcional que hay es una breve anécdota sobre el cuadro del Che Guevara que hizo mi padre y que se dice que fue lo primero que vieron los secuestradores de Paloma cuando entraron a su casa. Eso no es cierto. Es parte de un cuento que escribió una periodista, pero lo tomo en la obra porque es una linda metáfora. Lo demás es todo verídico, la obra es fundamentalmente testimonial. Lo más teatral es la forma de contar esa historia, que es vertiginosa porque así fue mi vida.
* Los pasos de Paloma se exhibe los viernes a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
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