Viernes, 11 de mayo de 2012 | Hoy
TEATRO › LAS DESCENTRADAS, EN VERSION DE EVA HALAC
La directora acaba de estrenar en el Teatro Regio una pieza de Salvadora Medina Onrubia, escrita en los años ’20. Se trata de un melodrama ambientado en la alta sociedad porteña, con personajes femeninos que no encajan en los cánones de su tiempo.
Por Carolina Prieto
No es la primera vez que Eva Halac elige un texto de autor argentino escrito hace décadas. La hija del dramaturgo Ricardo Halac dirigió varias obras con estos rasgos, como Un guapo del 900, de Samuel Eichelbaum; El reñidero, de Sergio De Cecco; y 1810, de Martín Coronado, por nombrar algunas. Y a esta tendencia se suma Las descentradas, pieza de Salvadora Medina Onrubia de los años ’20 que la creadora acaba de estrenar en el Teatro Regio con un sólido elenco encabezado por Eleonora Wexler, Roberto Vallejos, Ernesto Claudio y María del Carmen Sánchez. Un melodrama ambientado en la alta sociedad porteña, donde toda mujer con aspiraciones de libertad y coherencia con sus propias ideas quedaba excluida del juego social y desautorizada. La autora conocía bien el tema: ella misma contradijo unos cuantos mandatos sociales. Fue madre soltera a los 16 años, ejerció el periodismo y la literatura, defendió las ideas anarquistas y los derechos de la mujer y se hizo cargo del diario Crítica tras la muerte de Natalio Botana, su marido. Tanto la protagonista de la pieza como la autora son descentradas, mujeres que no encajan con los cánones de su tiempo, que se salen de los bordes, que incomodan.
¿Por qué Halac se inclina por una dramaturgia del pasado? “Me atraen el teatro argentino, los clásicos. Me gusta sentir que venimos de algún lado y que tenemos todo ese bagaje detrás. Hay algo de orden afectivo que se juega al elegir una obra y que se potencia cuando el texto menciona cosas que resuenan, aunque hayan pasado años desde el momento en que fue escrito. Las referencias locales de Las descentradas, por ejemplo, hacen que compartas un mundo, una serie de afectos y experiencias vividas que forman parte del trabajo”, cuenta la directora en diálogo con Página/12. El texto llegó a sus manos por la actriz María del Carmen Sánchez. “Lo leí y lo sentí muy cercano. Me conmovió profundamente”, agrega la teatrista que, una vez concluida la lectura, comenzó a investigar sobre la figura y la obra de la escritora, una de las personalidades más singulares de su época.
En la puesta, Wexler es Elvira Ancizar, una mujer de treinta años, pura belleza, sensibilidad y lucidez; casada con un hombre mayor, un ministro del gobierno envuelto en corrupciones varias. La protagonista lo denuncia guardando su anonimato, pero no lo abandona, por más que el matrimonio no es más que una apariencia. Mientras, conoce a un periodista (Roberto Vallejos), que está comprometido con su amiga Gracia, de quien ella se enamora. Su única aliada es Gloria (María del Carmen Sánchez), una escritora mayor que sí decidió dejar a un marido que no amaba pero que pagó un precio muy caro. Desde entonces no vio más a sus hijos. Elvira termina por alejarse de su esposo y enfrenta una serie de dilemas. ¿Dejar el país? ¿Dejarse llevar y vivir la verdadera pasión que destruiría a su amiga? ¿Traicionarla? En ese sentido, para la directora, la obra tiene un punto de contacto con sus montajes anteriores. “Hay temas recurrentes en mis trabajos que aparecen no tan deliberadamente. Uno de ellos es la felicidad, y en esta obra Salvadora se pregunta si existe. Con mucho humor e ironía la obra plantea una suerte de tesis: si la felicidad encierra un pensamiento vulgar, si no es una tontería o algo inaccesible para personajes inteligentes. En un momento, Elvira le dice a Gloria: ‘Vos creés que yo voy a seguir siendo una descentrada. Voy a tener el talento supremo de ser una insignificante y voy a ser feliz’. Y desde que se enamora se vuelve vulnerable, frágil, siente miedo de perder esa felicidad. Empieza a entender a esa mujeres enamoradizas que antes despreciaba”, señala.
Wexler imprime buenas dosis de dinamismo y energía para una mujer que es un estallido de vida. Habla en lunfardo, desenmascara la hipocresía de su medio social con mordacidad y, a la vez, transmite una angustia y una desolación conmovedoras. También Gloria y Juan Carlos Gutiérrez (el periodista) transmiten esa paleta de emociones. Es que casi todas las criaturas imaginadas por Onrubia no logran alcanzar una satisfacción más o menos duradera. “Tanto hombres como mujeres se ven atrapados en el sistema social. La felicidad no aparece como más fácil para los hombres. Nadie sale ileso, ni siquiera el que tiene poder y dinero”, desliza Halac. La obra –que se presenta de jueves a sábados a las 20.30 y los domingos a las 19.30 en la sala ubicada en Avenida Córdoba 6056– invita a descubrir un texto escrito hace casi un siglo que conserva una profundidad, un humor y un cinismo sorprendentes. Una propuesta que invita a disfrutar de una obra de estructura tradicional, dividida en tres actos, que revela que el teatro, cuando está bien hecho, no tiene por qué ser absolutamente novedoso ni romper con lo conocido.
Sobre la adaptación, Halac cuenta que realizó algunos cortes y que le interesó desplegar la complejidad y las contradicciones de los personajes. “Traté de no subrayar ni sacrificios ni villanías, opté por suavizar algunas sentencias, aflojar la tensión en los lugares donde el material se vuelve demasiado categórico. De esta manera, no es solemne, puede emocionar y ofrecer más espacios de identificación. Además, creo que las cosas no han cambiado tanto. La carcajada y el dolor de la autora siguen intactos”, concluye.
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