TEATRO › JORNADAS DE HOMENAJE AL TEATRO INDEPENDIENTE
El Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti organizó un merecido reconocimiento a los teatristas, que no sólo recordaron la combativa escena independiente del pasado sino que también se vincularon con las nuevas generaciones del IUNA.
› Por Paula Sabatés
Todo un éxito fueron las Jornadas de Homenaje al Teatro Independiente, que tuvieron lugar el pasado fin de semana. El espacio elegido –el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, ubicado en el que fue predio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)– no pudo ser más propicio. Y es que las actividades programadas para el encuentro de dos días obligaron a una verdadera recorrida por la historia de este fenómeno en la Argentina, a mirar para atrás y reflexionar. En palabras de Eduardo Jozami, director del centro cultural, “un homenaje necesario, porque el teatro es una herramienta fundamental para la construcción de la cultura”.
Pasadas las 16 del domingo, dos jóvenes estudiantes del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) dieron inicio a la segunda y última jornada del encuentro con una gran escena de Madre Coraje, emblemática pieza de Bertolt Brecht, que sería tema central de discusión en la mesa de debate inmediatamente posterior. El fragmento fue uno más de los seis que entre sábado y domingo presentaron distintos elencos del IUNA, y que funcionaron como puente para unir las charlas que los especialistas dieron sobre los distintos períodos del teatro independiente (el sábado se vieron escenas de Trescientos millones, de Roberto Arlt, e Historias para ser contadas de Osvaldo Dragún, y el domingo de Soledad para cuatro, de Ricardo Halac, y El desatino, de Griselda Gambaro). Estas intervenciones, que explotaron al máximo las posibilidades del espacio –una utilizó hasta una especie de “balcón” de una de las paredes laterales del auditorio–, otorgaron al encuentro algo fundamental: la posibilidad de visibilizar, en actores jóvenes y de la nueva generación, aquello que los grandes maestros contaron en las distintas charlas.
La primera mesa de la jornada de cierre se ocupó de la “etapa de madurez” del teatro independiente, que abarcó la década entre 1950 y 1960 y significó la consolidación de varios de los grupos más importantes de la Capital. “En ese momento, ser actriz significaba decir cosas que sirvieran, muchas de las cuales paradójicamente no se podían decir. Pero no estábamos equivocados, y no me arrepiento de nada, porque ése es el espíritu del teatro independiente”, aseguró sobre ese período Haydeé Padilla, quien participó de la mesa (mejor dicho sillón, ubicado en el medio del espacio y rodeado de otros objetos que se utilizaron para las representaciones) junto a Rubens Correa, Manuel Iedvabni y Ricardo Monti. En medio de reiterados pedidos para que “redondeen” sus historias (si los moderadores no los frenaban, cada uno se extendía casi una hora), los teatristas recrearon la escena independiente de esos años a través de anécdotas y vivencias personales en cada uno de sus grupos (Nuevo Teatro, IFT, Los Independientes, etcétera). Lo mismo hizo Enrique Pinti, pero a través de una pantalla que proyectó un reportaje en el cual contó sus inicios y aseguró, entre otras cosas, que “la autogestión es básica para hacer teatro y es justamente una característica del movimiento independiente”.
Cerca de las 19, y antes de la última ronda de artistas e investigadores, Jozami y Alejandra Darín (invitada especial en representación de la Asociación Argentina de Actores, que el día anterior había tenido su propia mesa) entregaron diplomas a algunas personalidades destacadas de la escena independiente nacional. “El teatro siempre es una experiencia, por eso queremos agradecerles a los homenajeados por haber resistido, por haber abierto un camino y por habernos enseñado tanto a actores, autores y público”, dijo la actriz. Así recibieron su reconocimiento Tato Pavlovsky, Adhemar Bianchi, Ricardo Talento, Daniel Barberis, Adhemar Lagos, Laura Yusem, Doris Petroni, Cristina Banegas, Lindor Bressán y los ya nombrados Monti, Iedvabni, Padilla y Correa (este último había sido también partícipe, junto a Roberto Cossa, de la mesa que el sábado se ocupó de los comienzos del movimiento, en la que los teatristas aseguraron que “fue en los ’40 cuando empezó en la Argentina la preocupación real por cómo se hacía teatro y sobre qué era verdaderamente un actor”).
Una vez terminada la entrega de diplomas, y luego de una pausa en la cual se sirvió un cóctel, la acción se desplazó al zoom del centro cultural. Allí se desarrolló la última ronda de debate, que se ocupó del período siguiente (1960-1976) y que fue necesariamente más política (los participantes recordaron a compañeros desaparecidos, y “miedo”, “militancia” y “prisión” se convirtieron en palabras muy usadas). Moderada por la investigadora en Historia y teoría de la artes Lorena Verzero (en el resto de las mesas la había acompañado Carlos Fos, doctor en Antropología cultural e historiador teatral), la charla estuvo a cargo de distintos actores, directores, docentes, investigadores y críticos del quehacer teatral, entre ellos Pedro Espinosa, Francisco Javier, Lago, Barberis, Bressán, Talento y Yusem.
Por último, pasadas las 21, el cierre de las Jornadas de homenaje estuvo a cargo de la exhibición de Museo Ezeiza. 20 de junio de 1973, una instalación teatral de la Cooperativa Ezeiza, con dirección de Pompeyo Audivert, que también se había presentado la noche del sábado. Los asistentes al encuentro volvieron a acercarse al teatro principal del centro cultural para presenciar este espectáculo con más de cincuenta actores en escena, que con fuertes imágenes visuales recrea la denominada Masacre de Ezeiza. Acostados sobre varias mesas distribuidas por todo el espacio (los organizadores habían quitado las gradas y de repente todo se volvió escenario), los actores se turnaban para gritar diferentes verdades de los años ’70. Como en una típica instalación, el público estuvo cerca de la acción, caminando entre las mesas, confundiéndose con otros actores que hacían de militares, y que con fuertes pisadas y gritos se hacían notar. Esta performance, quizá sin quererlo, se conectó con lo que poco antes se había hablado en la mesa de debate.
“Ha quedado demostrado lo que significa el teatro independiente en la historia de la cultura argentina. Es una actividad central que aporta ideas y transformación, y un espacio como éste no se puede olvidar de eso”, había dicho Jozami unas horas antes. La frase define este encuentro coordinado por el área Teatro del CCM Haroldo Conti (presidido por el director e investigador Javier Margulis), que promete una nueva edición para el próximo año. Hasta entonces, los amantes del teatro deberán conformarse con lo que quedó de ésta: una valiosa muestra de bocetos originales e inéditos del escenógrafo Saulo Benavente, que se inauguró el sábado y permanecerá abierta hasta el 2 de septiembre en el centro cultural.
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