TEATRO › LUCES Y SOMBRAS DE FANNY NAVARRO EN CLAVE DE RADIOTEATRO
María Merlino interpreta en Qué me has hecho, vida mía a la actriz icónica del primer peronismo, caída en desgracia tras el golpe del ’55. Junto a Marcelo Pitrola, Diego Lerman y Joaquín Segade, explica el sentido del espectáculo que subió a escena en La Carpintería.
› Por Carolina Prieto
Una mujer recostada en una chaise longue parece una diva del cine de los años ’40: bata de seda, pelo recogido, gestos y movimientos cuidados, voz ligeramente impostada. Se mueve en un espacio íntimo, despojado y algo onírico, como fuera de la realidad, con un piso que se recorta del suelo, un micrófono antiguo, unos pocos muebles y, a un costado, un músico que crea un sinfín de sonidos para ambientar lo que ella va diciendo. Es Fanny Navarro, la joven actriz convertida en icono peronista desde su relación amorosa con Juan Duarte y desde que dirigió el Ateneo Cultural, invitada por su gran amiga Eva. Durante poco más de una hora, ese espacio escénico se expande con los relatos de la protagonista, que recrea distintos momentos de su vida personal y artística. A lo largo de ese recorrido, asume distintos personajes y canta con entonación envidiable un puñado de tangos como “Quedémonos aquí”, “Esta noche de luna”, “Rondando tu esquina”, “La descamisada” y “Desdén”. Se encuentra en una especie de limbo –¿acaso está muerta o recuerda desde el final de sus días?– desde el cual vuelve al pasado con delicado humor y emoción.
Este es el corazón de Qué me has hecho, vida mía, segundo espectáculo de la compañía Flor de un Día, integrada por la excelente actriz María Merlino, que encaró la dramaturgia junto a Marcelo Pitrola y Diego Lerman, este último responsable también de la dirección. La secunda Joaquín Segade, artífice del mundo sonoro que enriquece el relato. El resultado es un melodrama conmovedor en clave de radioteatro, que pinta el apogeo y la caída de una mujer que conoció tanto el esplendor como la mayor de las soledades. Una vida hecha de contrastes, que Merlino recrea con un tono justo, exponiendo la complejidad de un personaje que concilia fortaleza, arrojo y fragilidad.
Por la potencia expresiva y el extremo cuidado en todos los rubros, todo indica que este unipersonal seguirá el camino de Nada del amor me produce envidia, el primer espectáculo del grupo, escrito por Santiago Loza, que a poco de su debut devino una de las joyas de la escena independiente, lleva cinco temporadas a sala llena y no para de recorrer festivales internacionales cautivando a públicos muy diversos. En esa obra (en cartel los sábados a las 18 en La Carpintería, Jean Jaurès 858), Merlino es una costurera encerrada en su taller donde realiza los mejores vestidos, manteniéndose al resguardo de las amenazas del mundo externo y, sobre todo, del avance de todo hombre. Pero tanta defensa es en vano: sin reconocerlo, ella arde en su interior y, entre puntada y puntada, canta tangos que aluden a ese mundo pasional que trata de evitar. Disociada, todo se le complica aún más desde que Eva y Libertad Lamarque la visitan en su atelier y quieren llevarse el mismo vestido.
A poco menos de un mes del estreno, la nueva propuesta, Qué me has hecho, vida mía, agotó las primeras funciones, acaba de agregar una más por semana y puede verse los sábados a las 20.15 y domingos a las 20 también en La Carpintería. El origen de este proyecto se remonta a poco más de dos años, cuando María leyó una nota en el diario cordobés La voz del interior sobre Fanny y Juan. “Durante el interrogatorio al que la someten cuando gana la Revolución Libertadora, un capitán pone sobre la mesa el cráneo de Juan Duarte para hacerla hablar. Me pareció una escena muy dramática: ella queda peor mentalmente de lo que ya estaba. Me impactó mucho y me dieron ganas de hacer algo con el personaje. Nunca entendí por qué hubo tanto ensañamiento con ella: hubo muchas actrices peronistas y no se las marginó como a Fanny”, cuenta la intérprete a Página/12. Pero dudó en meterse con un mundo parecido al del trabajo anterior: “Pensé: No, volver al pasado como con Nada del amor..., a la misma época. Y me reprimí”, agrega. Pero las ganas persistieron, empezó a leer sobre Fanny, le comentó a Diego Lerman y decidieron ir para adelante. El tuvo la idea de convocar al dramaturgo Marcelo Pitrola, quien ya había trabajado el tema del peronismo en su obra Princesa peronista. Así, Merlino y Pitrola se sumergieron en una investigación que los condujo a varias biografías de Navarro (entre las que destacan la de César Maranghello y Andrés Insaurralde) y al libro de memorias del modisto Paco Jaumandreu, poblado de jugosas anécdotas. También consultaron al historiador Mario Gallina, que les facilitó mucho material de la época.
“Con todo el bagaje de lecturas, fotos, videos y algunas películas, empezamos a escribir monólogos porque la idea era hacer un unipersonal con efectos especiales en vivo”, señala Pitrola. “Queríamos hacer un radioteatro con la vida de Fanny –agrega Lerman–. Contar desde un lugar subjetivo como si ella misma estuviera haciendo el radioteatro de su vida, tomando ciertas anécdotas y dejando otras de lado. Casi como si fuera un viaje onírico de Fanny, un viaje hacia sus recuerdos en el final de su vida, siempre amparados en ese lugar lúdico que es el radioteatro.” Con un corpus inmenso de material escrito, el grupo comenzó a ensayar en febrero de este año en forma intensiva y se sumergió en un laboratorio escénico lúdico y placentero. “Lo atractivo fue la ida y la vuelta entre los textos y los ensayos. Hubo escenas que partieron de un sonido, o textos nuevos que se fueron generando a partir de los ensayos. Fue muy rico el proceso de amalgamar todo: lo sonoro, los textos, las imágenes escénicas”, destaca el director.
–¿Qué permisos se dieron en relación con la investigación histórica?
Marcelo Pitrola: –El trabajo documental es la base, pero después hay que descartar y recortar mucho porque la ficción necesita otras cosas. Por ejemplo, toda la primera etapa profesional de Fanny, sus comienzos como actriz, no los abordamos.
Diego Lerman: –Siempre hay una manipulación. Nuestra intención es contar su vida desde un lugar muy personal y, de entrada, quisimos corrernos de cierta solemnidad. Enseguida apareció el humor, más allá de que hay ciertas expresiones de la época que retomamos y que hoy causan gracia. Además, hay algo en el modo de representación de esos años que nos despega inmediatamente del realismo y que nos resulta muy lúdico. El registro que tenemos a través del cine, por ejemplo, con las películas de teléfono blanco, es muy rico y muy teatral.
–Fanny aparece resuelta a triunfar sin saber muy bien dónde se mete...
María Merlino: –Venía de una familia radical y era muy joven cuando asume en el Ateneo Cultural. Tenía sólo 24 años y desde ahí llegó a tener mucho poder en el ambiente artístico. En relación con su carrera, ella sabía que quería ser una gran actriz y lo logró. Sobre eso no tenía dudas, pero en otros planos era muy insegura.
D. L.: –Creo que tuvo una relación muy inocente con el poder y que su recorrido político fue casual. Pero la idea no es juzgar el personaje.
M. P.: –Hay que aclarar que Fanny ya era una gran actriz antes de conocer a Juan Duarte. Si no, pareciera que fue una arribista. Y en realidad ella era una estrella desde antes. Después, el poder la fue envolviendo y es evidente que le resultó atractivo.
D. L.: –A medida que avanzamos en el trabajo, el personaje se nos fue volviendo más rico en su dimensión de icono. Al relacionarse con el peronismo y el poder, ella entra en esa puja, en ese lugar tan complejo que es el peronismo y queda atrapada en esta interna.
M. M.: –Muere Eva, Perón le suelta la mano a Juan Duarte, que al poco tiempo se suicida. Y ella se queda sola y sin poder. Hugo del Carril trató de ayudarla, pero no pudo hacer mucho. Justamente, una de las cosas que resolvimos sobre el final, a poco del estreno, es qué dice el personaje cuando queda sola, abandonada y despojada de todo.
–¿Qué diferencias ven entre los dos espectáculos, teniendo en cuenta que ambos vuelven a décadas pasadas y mantienen el formato del unipersonal con interpretación de tangos?
M. M.: –Al comienzo me dio cierto temor volver al pasado, como en Nada del amor... Pero son dos personajes femeninos muy distintos, que pertenecen a mundos muy diferentes, aunque las dos tuvieron vidas trágicas. Fanny es una mujer que conoció los hombres, tuvo varios, se casó, intentó llevar una vida de mujer casada en Mendoza, pero se aburrió mucho y se animó a dejar al marido. Algo que para la época era inusual. Ella quería ser una gran actriz y lo logró: era una mujer realizada en el plano profesional. La costurera es mucho más contenida. Mucha gente me pregunta si se me confunden los textos y la verdad es que los tengo muy separados. Fanny no puede teñir en nada a la costurera, con todo su despliegue de seducción. Aunque a la costurera la tengo que tener cortita porque tal vez sí, se me podría colar algo de ella en Fanny...
D. L.: –Nada de amor... toma un hecho puntual y lo vuelve anécdota. El texto de Loza poetiza un episodio, narrado a través de la subjetividad de la costurera en su taller y de sus reflexiones poéticas. Mientras que Qué me has hecho... propone un recorrido más longitudinal, con microescenas y muchos interlocutores. En el primero sólo está la costurera y el maniquí al que le habla. Acá hay varias voces: hablan Fanny, Evita, los hombres... Además, para mí hay algo muy conmovedor en la forma en que María canta los tangos. Eso es algo que no me satura nunca.
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