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Lunes, 17 de septiembre de 2012

TEATRO › MóNICA VIñAO HABLA DE LA OBRA RECORDANDO CON IRA, DE JOHN OSBORNE

“Quiero despertar sensaciones antes que pensamientos”

La directora estrenó en el Teatro San Martín esta obra que trata sobre “las relaciones con los otros”. Viñao sostiene que el autor británico escribió esta pieza teatral, de impactante violencia verbal, “en contra de una clase y una sociedad hipócrita y pusilánime”.

 Por Hilda Cabrera

“Los autores ingleses son ricos en personajes, y violentos, pero en un estilo de violencia distinto del nuestro”, opina la directora Mónica Viñao, también autora y maestra de actores, al referirse a la violencia verbal que caracteriza a los personajes de los escritores iracundos, cuyos textos trascendieron al promediar los años ’50. El término “iracundo”, acuñado por un habilidoso publicista (George Fearon), agrupó en el imaginario colectivo a creadores que en algunos casos no se conocían pero que, en conjunto y por sus trabajos, resultaban atractivos en los años siguientes a la posguerra y el inicio de la Guerra Fría, aquella batalla ideológica que lideraron los Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Uno de los que cayeron bajo la denominación de iracundo fue el dramaturgo, guionista y actor John Osborne (Londres 1929-Shropshire 1994), autor de artículos críticos sobre la política y el establishment británico. La obra que dirige Viñao, y que se puede ver en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, es Recordando con ira (Look Back in Anger), cuya première tuvo lugar en el Londres de 1956 (por la English Stage Company, en el Royal Court Theatre).

Enamorada de esta pieza para cuatro personajes, la propuso a la dirección del TSM, cuando estaba por dejar su cargo Kive Staiff y el designado era Alberto Ligaluppi. Interesó a los dos, así como la opción de que el dramaturgo Mauricio Kartun fuera el encargado de la versión. “El proyecto tiene más de un año, pero había que encontrar el momento”, apunta Viñao, en la entrevista con Página/12. La directora es además especialista en teatro inglés: realizó estudios en Londres, ciudad a la que regresó al promediar los ’80. Cuenta que su hija nació en Londres, su hermano vive allí desde hace cuarenta años y que también desea dirigir una obra del inglés Harold Pinter, maestro en el relato de conflictos sólo en apariencia triviales y en el uso de las pausas y los silencios “que hacen de sus obras una partitura”. En tanto autora y directora, le atraen las relaciones con el otro: “En definitiva –dice–, una sociedad está compuesta de un conjunto de relaciones personales, siempre difíciles. La trama de nuestra vida depende de la relación con los que nos rodean, de los amigos o el vecino, o los compañeros de trabajo, salpicada a veces de cuestiones oscuras, inmanejables”.

–¿Es posible neutralizar la incidencia de ese tipo de relaciones?

–Una quisiera saber en qué parte del cuerpo se alojan para sacarlas y darse un recreo, pero quién lo sabe. Cuando una se relaciona con un grupo de gente a través de un trabajo o de un texto, es probable que salga modificada. En el teatro, dirigir un grupo no es bajar línea sino interrogarse.

–En Recordando... se produce un choque de caracteres sin llegar a la devastación. ¿Existe el encuentro como alternativa?

–En esta versión trabajamos sobre los vínculos y no para el encuentro, que me parece inocuo, porque la obra es compleja, como la vida, y la idea no es ofrecer soluciones.

–¿La violencia verbal del personaje de Jimmy Porter sirve al cambio? Su actitud no es revolucionaria, no actúa, se detiene en la provocación y la queja.

–Jimmy tira ideología sobre las clases sociales; es sarcástico, tiene encanto y también repugna, pero es cierto que, desde el punto de vista de la acción dramática, las que mueven son Alison y Helena. Lo interesante de su batalla en contra de la gente que detesta es que no produce situaciones obvias. Crea expectativa, porque una no sabe por dónde irá. Tampoco, qué dirección tomará la obra, porque repentinamente cambia el rumbo. Las condiciones del reencuentro de Jimmy y Alison no convencen. Por eso no hay comedia ni tragedia, sino patetismo y desgarro. El futuro luminoso no es posible, tampoco el beso o el abrazo.

–¿Esta estrategia del autor exige elegir un camino para cada escena?

–Una siempre está tomando partido, y en Recordando... muchas veces me pregunté por dónde ir. Una opción hubiera sido tomarla como una obra sobre la violencia de género y jugarse desde ahí. Pero esa violencia no es el único punto de la obra. Deseo que a los espectadores les despierte algo físico, sensaciones antes que pensamientos.

–La violencia en contra de Alison es feroz, aunque no falta humor cuando se dice que Jimmy “está trabajando de ofuscado” o ha sido un “invasor bárbaro” en los tiempos en que se filtraba en las fiestas de los familiares ricos de Alison. ¿Por qué la mujer no responde al ataque?

–La mujer acepta, pero es la que cambia una situación. En esto hay una historia de amor muy erosionada, aunque engrampada en el afecto. Mientras su amiga Helena se muestra más independiente, ella sólo ha podido enfrentarse a sus padres, de alta posición social, casándose con un hombre de otra condición, no aceptado por ellos. Lo particular en esto es que Osborne plantea lo cotidiano desde un lugar enrarecido, de tristeza y desesperanza, y entre personajes jóvenes.

–¿Ese clima responde a una sociedad muy estructurada?

–No me parece un tema exclusivo de los años ’50. En los ’80, mientras estuve en Inglaterra, las diferencias sociales estaban muy marcadas. En todos los países, las clases opresoras son minoría, pero el salto de una a otra clase no es el mismo. Nosotros somos conscientes de que aquí existe la injusticia, y que no se puede acceder a la educación o a un trabajo digno, pero a veces podemos saltar esas barreras. La obra habla de esto y de las convenciones, como las del buen gusto y las buenas costumbres.

–O el gusto por el mal gusto...

–En la obra el mal gusto está como oposición a los que quieren que no haya cambios. Jimmy, que ha tenido oportunidad de ir a la universidad, es un hombre culto que vende golosinas en un quiosco. Ha vivido una guerra y vio morir a su padre. Recordando... es autobiográfica, por esto y por las vicisitudes amorosas por las que pasó Osborne, que escribió esta obra a los 25 años, en contra de una clase y una sociedad hipócritas y pusilánimes.

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“Osborne plantea lo cotidiano desde un lugar enrarecido, de tristeza y desesperanza”, señala Viñao.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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