TEATRO › LA ACTRIZ Y DIRECTORA ELISA CARRICAJO PRESENTA 2040
Después de haber montado 2035, en su nueva puesta la teatrista vuelve sobre el cuerpo “como territorio de los cambios sociales y culturales, como espacio donde la historia también se desarrolla”. Y lo hace con sensibilidad e ironía.
› Por Cecilia Hopkins
“La idea de jugar con un futuro cercano me posibilita reflexionar sobre elementos del presente, distorsionar lo que ya sucede y amplificarlo”, sostiene la actriz y directora Elisa Carricajo, quien ya en su obra 2035 había indagado acerca de la relación entre cuerpo y tecnología a partir del embarazo de una mujer transgénero. Ahora, en su nueva 2040 vuelve sobre el cuerpo “como territorio de los cambios sociales y culturales, como espacio donde la historia también se desarrolla”, según define. Con un sólido elenco conformado por Paula Acuña, Mónica Raiola y Julián Tello, la obra transcurre en el año de marras en un espacio en el que se conjugan ironía y futurismo. Se trata de la casa que comparten una hija –Abril, experta en temas terapéuticos, ex integrante de una misteriosa agrupación–y Silvia, su madre, quien a pesar de tener 88 años luce joven gracias a un tratamiento nocturno de última generación. Si bien ambas habían llegado a convivir cada cual con su visión del mundo, la llegada de Julien, un joven que busca en la hija respuestas a sus cuestionamientos espirituales, cambia el estado de las cosas. Sensible e irónica, la obra (sábados a las 20.30 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960) presenta un mundo cotidiano desde la luz extrañante que aporta la mezcla de innovaciones y antiguas certezas.
“Me interesaron las diversas concepciones acerca del cuerpo que hay en la actualidad”, dice Carricajo en la entrevista con Página/12, refiriéndose a la creciente demanda de placeres como consigna de esta época y a las innovaciones científicas que buscan lograr que el cuerpo permanezca inmune al tiempo que pasa. Por otra parte, el estudio de técnicas grupales de trabajo terapéutico también le aportó ideas para escribir la historia de estas tres personas de diferentes generaciones que encuentran el modo de hacer su experiencia en una sociedad tecnificada, con el menor monto de angustia posible.
–¿Por qué le interesa ubicar sus obras en el futuro?
–El futuro como espacio hipotético se convierte en un buen lugar para reflexionar sobre algunos temas, como los prejuicios machistas o la dependencia que la tecnología puede generar en las personas. También permite pensar acerca de cómo lo que hoy puede parecernos extraño algún día puede incorporarse a nuestra vida como elemento afectivo y cotidiano. La idea de un futuro cercano, entonces, ayuda a pensar en estas cuestiones por fuera de los temas que están en tensión hoy en día y nos puede plantear otras hipótesis de conflicto.
–¿Qué ideas hay en la obra acerca de la juventud?
–El mundo desarrolló la obsesión por la estética, de modo que la juventud está vista como un valor desde hace mucho tiempo. Y también como carga, en el caso de las mujeres, por lo que ellas se ven obligadas a hacer ante este imperativo. Pero en relación al tema de la juventud, ésta podría pensarse como un concepto móvil. Yo veo que cuanto más joven se es también se puede ser más dogmático. A una edad temprana las personas suelen aferrarse más a verdades absolutas. En cambio, en la vejez, las personas pueden ir flexibilizando sus posiciones porque se tienden a relativizar las cosas.
–¿Existen las prácticas terapéuticas a las que la obra hace referencia?
–Investigamos con el elenco distintas cosas: constelaciones familiares, psicomagia, las danzas sagradas de Gurdjieff, algunas elementos de yoga, pero finalmente nos concentramos en Lygia Clark, que es una artista plástica brasileña, también del movimiento tropicalista, que dejó el arte para dedicarse a la terapia. Los ejercicios de sinestesia que hacen los chicos (tocan unos materiales y buscan un sonido acorde con la sensación) los hicimos de verdad todo el grupo, para probarlos, y están tomados de las experiencias de Clark. Lo que se ve en escena es, efectivamente, una terapia que no existe pero que, se supone, existirá en un futuro.
–¿Por qué cuando se habla de “el grupo” no se sabe qué tipo de prácticas realiza?
–Tanto Abril como Julien pertenecen a un grupo sobre el que deliberadamente la obra omite mucha información. La idea de este “grupo” parte de la observación del crecimiento del estudio e interés en temas espirituales y la posibilidad de que esto crezca en el futuro.
–A pesar de su contenido espiritual, parece que el funcionamiento de estos grupos produce envidias y otras pasiones poco saludables...
–Es cierto, el grupo tiene un funcionamiento parecido al de un partido político. Pero también nos sirve para observar cómo cualquier discurso que se adopta desde el dogmatismo puede resultar un refugio para no afrontar lo que verdaderamente nos sucede. Así, el personaje de Abril, la hija, va y viene en esta contradicción durante toda la obra tratando de apartarse de esta rigidez y a la vez volviendo a ella cada vez que se siente insegura.
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