Sábado, 27 de octubre de 2012 | Hoy
TEATRO › JAVIER DIRIGE A PELICORI Y TERRANOVA EN SOL DE NOCHE
El director decidió montar la obra de Cristina Escofet cuando vio la instalación que ahora es la escenografía –de Carlos Di Pasquo– en una muestra en el Haroldo Conti, y las autoridades del Teatro Nacional Cervantes apoyaron el proyecto.
Por Hilda Cabrera
Cuando una puesta no es esclava de las tendencias se obtienen trabajos como Sol de noche, donde las apasionadas Fina y Felicitas, habitantes de una vieja casona en las islas del Delta, próxima a ser demolida, reinventan ardores y sueños de felicidad. El texto de Cristina Escofet, también autora de novelas y cuentos, adquiere carácter enigmático en este montaje de Francisco Javier, director de numerosas obras, traductor, investigador y régisseur premiado. Mientras los personajes centrales argumentan sus discursos con elementos mágicos, descubren al espectador oposiciones, fisuras y tensiones, debido, acaso, a la ausencia del objeto de deseo y la falta de una perspectiva real. El enigma no develado constituye uno de los elementos de Sol..., obra que acaba de estrenarse en la pequeña Sala Luisa Vehil (ex Salón Dorado) del Teatro Nacional Cervantes, y que es actuada entre sutilezas y humor perspicaz por Ingrid Pelicori y Rita Terranova. Tal como expresa Pelicori, en diálogo con Página/12, junto a Terranova y el director Francisco Javier, “la revelación no se produce porque se espera que cada espectador imagine o complete el misterio según su deseo”. El tratamiento visual y poético de esta historia que escapa a las limitaciones del tiempo adquiere una atmósfera cercana a las obras del dramaturgo ruso Anton Chéjov e ilumina algunas “verdades” de la vida de Fina y Felicitas. “Ellas se encuentran en otra dimensión, y lo que muestran es lo que quieren conservar”, señala Pelicori.
“En la obra se dice que cualquiera oye lo que se le ocurre, y ellas prefieren esas fantasías”, apunta a su vez Terranova. Quizás una salida a la situación en que se hallan estos personajes sea “aprender a verse”, idear un desdoblamiento o superponer personalidades. A la incertidumbre, le responden buscando una realidad querible y una forma de vivir que, tal vez, se resume en el hallazgo del “lugar perfecto”, como deduce Terranova. Un valioso aporte a la totalidad del espectáculo es la escenografía de Carlos Di Pasquo, reconocible para quienes vieron expuesta, con otra intención, Los duelos de la memoria, su instalación en la muestra Escenografías Iluminadas de la Memoria, realizada en marzo de 2011, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Un espacio de encuentro que permitió a Javier descubrir la “instalación” que realzara la obra de Escofet: “La asocié inmediatamente a Sol... –cuenta ahora el director–. La gente del Cervantes aceptó mi propuesta y se dio el caso de una obra hecha para la escenografía”.
–¿A qué se debe el “tono chejoviano” incorporado a Sol...?
Francisco Javier: –Así como la escenografía favorecía mi intención de ubicar la obra en un tiempo y un espacio indefinido que fuera funcional a nuestra percepción de vivir entra la fantasía y la realidad, la conexión con Chéjov –que introduje, porque no está en el original– es un detalle mínimo, para mí muy interesante, de El jardín de los cerezos. En una escena de esta obra, como acá, en Sol..., se oye un estampido que parece venir de muy lejos y nadie acierta a explicar. Luego de algunas conjeturas, los personajes regresan a su cotidianidad. Me quedó el recuerdo de Firs, el sirviente encerrado en la casa. Cuando todos abandonan aquella casa rusa con jardín, el hombre es olvidado por los otros y se echa a descansar. Está enfermo y sin fuerzas (“La vida ha pasado y es como si yo no hubiera vivido...”, dice entonces). Firs oye el ruido que clausura puertas y ventanas. Un sonido agónico, triste. Este sirviente es el que, en otro pasaje de la obra, no acepta la liberación de los esclavos.
Ingrid Pelicori: –En Sol..., a ese ruido misterioso, Fina lo identifica como “clamor cósmico”. Ese estampido del que habla Francisco se escucha también en otra escena de El jardín..., cuando Firs dice que parece venir del cielo y que es el mismo que se oyó antes de “la desgracia”. Para este personaje, “la desgracia” fue la emancipación de los esclavos.
Rita Terranova: –Es que su padre y su abuelo habían sido esclavos, y siente orgullo por ese pasado.
I. P.: –Otra cita en Sol... está referida a las calandrias, por su defensa del territorio. La identificación con el lugar es un elemento dinámico en esta obra, donde todo está relacionado. La casa de estas mujeres está a punto de ser demolida y ellas necesitan imaginar con libertad y expresar su deseo amoroso al jacket colocado a un maniquí. Las calandrias son, por su aspecto, “jackets voladores”.
–¿Cómo fue relacionar los diferentes climas de modo que Sol... no se perciba como un rompecabezas?
F. J.: –Con estas chicas todo es posible. Son tantas las conclusiones que ellas extrajeron de sus personajes, tan ajustadas al proyecto, que no puedo decir que la puesta sea totalmente mía. En esto, me sometí encantado. También yo, como espectador, me pregunté adónde irían Fina y Felicitas cuando no quede nada de la casa.
–De la casa ni del ritual del té ni del deseo simbolizado en un jacket de etiqueta...
I. P.: –Más allá de todas las ideas y propuestas que surgen de la obra, nos interesaba descubrir y destacar el vínculo que las une. Eso es lo real, la esencia. En la vida nos sucede algo parecido cuando reflexionamos sobre la convivencia, sobre cómo manejar los odios secretos y qué juegos inventar ante una relación amenazada. A pesar de sus rivalidades, Fina y Felicitas se quieren, y el amor reúne.
R. T.: –En un relato de Jorge Luis Borges, La intrusa, dos hermanos defienden su vínculo matando a la mujer a la que utilizan como un objeto cuando reconocen en ella a la intrusa que puede romper ese vínculo. Fina y Felicitas también defienden el vínculo al darse cuenta que el objeto de sus deseos puede separarlas.
I. P.: –Pero de otra manera, porque en Sol... no se aclara cuánto hay de realidad ni cuánto de fantasía.
R. T.: –Como en la memoria. Ellas recuerdan de modo diferente al supuesto portador del jacket. Por eso, se dice que el pasado y el futuro son irrealidad.
I. P.: –Y lo único real es el presente: el vínculo.
F. J.: –Me atrevo a decir que éste es un teatro hiperrealista, muy fervoroso y efímero, como los viajes.
–Lo efímero que a veces asusta...
R. T.: –Porque se vive en una época acelerada. Por suerte, con la naturaleza no se puede y para que un árbol tenga fronda tendrán que pasar años y para que nazca un bebé, nueve meses.
–¿De ahí la incidencia de los ciclos y los imprevistos en la obra? ¿La tormenta, por ejemplo?
F. J.: –La incorporación de la tormenta es mérito mío. No está en el libro. Había que introducir algo real en una escena que iba hasta “el final de los finales”. Cortaba la situación, y era un placer ver “volar” los cortinados y ver a esas mujeres gozar ante la furia de la naturaleza.
I. P.: –Francisco tuvo una intuición muy clara y orientadora del tono que debía dar al espectáculo, que pudo tener otro clima, el de un grotesco, por ejemplo, y mostrar a estas mujeres vestidas con batones. Pero decidió rescatar el hálito poético del texto y nos indicó por dónde ir.
F. J.: –En esto seguí al gran maestro que fue el escenógrafo Saulo Benavente. El decía que si la escenografía no llegaba a ser un personaje dentro de la obra, era sólo una decoración. El espacio escénico es revelador de los posibles sentidos de una obra.
I. P.: –Cuando un espectáculo se integra a la sala, se evita el tironeo con el espacio, que aquí es muy bello y va bien con el clima de la obra.
R. T.: –Como la música del compositor Carlos Guastavino.
F. J.: –Una melodía con aire provinciano que utilicé también en un espectáculo que estrené en París. Me pareció ideal aplicarla a la fantasía y al humor de estas jóvenes mujeres que viven en el Tigre, dicen pescar tarariras en el Delta y trascienden cuando invocan a la decapitada reina Ana Bolena, de Inglaterra, y al rey Enrique VIII, o imaginan vivir en París o Niza.
* Sol de noche, de Cristina Escofet. Con Rita Terranova, Ingrid Pelicori, Emma Ledo y Pablo Arias. Diseño de escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo. Iluminación: Fernando Díaz. Sonido: Federico Mizrahi. Asistente de dirección: Marcelo Méndez. Producción de TNC: Lucero Margulis.
En la Sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Tel. 4816-4224. Funciones: viernes y sábado a las 19; domingo a las 18.30.
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