Sáb 09.03.2013
espectaculos

TEATRO

Cómo hacer poesía con la realidad

Los directores Leonardo Odierna y Armando Saire y la actriz Lorena Székely, del grupo Sin Guardia, evitan un tratamiento “periodístico” sobre el tema. Han llevado la obra a las cárceles, donde muchas mujeres hablan de su vida a partir de esta ficción.

› Por María Daniela Yaccar

En momentos en que todavía resuena el caso Marita Verón, tras la absolución de todos los acusados en la sentencia que se conoció en diciembre, ¿qué puede decir una obra de teatro que toca el tema de la trata de personas? ¿Cómo se puede hacer poesía de una realidad tan cruda, con la que ya es inevitable chocarse? Las respuestas las tienen quienes hicieron Alma, un unipersonal que se presentó en 2012 y que se reestrenó este año en el Vera Vera Teatro (sábados a las 21, en Vera 108). Los directores son Leonardo Odierna y Armando Saire y la actriz es Lorena Székely, del grupo Sin Guardia. Como siempre, el teatro se propone en este caso ir de lo particular a lo universal: Alma es la biografía de una adolescente del interior que viaja a Buenos Aires con el fin de progresar, pero que sin quererlo entra en el perverso mundo de la prostitución. “No es casual que estemos hablando de esto. Somos parte de esta sociedad y de lo que pasa en ella”, subraya Székely a Página/12.

Pero la joven, sumamente comprometida a nivel físico en escena –hay un perturbador fragmento de una violación en el que ella misma es abusador y abusada–, quiere despegar a la obra del caso Marita Verón. Su director, Odierna, explica: “Tomamos una decisión firme, explícita, de no hacer ninguna campaña de difusión apoyada en el tema. Ocurre que no queríamos utilizarlo en nuestro beneficio, porque en definitiva trabajamos de esto, cobramos una entrada. No podríamos manosear un tema tan profundo. Sí nos gustaría, en cambio, usar el espectáculo para el esclarecimiento de la problemática”. Por eso el grupo comenzó a llevar Alma a las cárceles, en donde, en los debates, muchas mujeres hablaron de su realidad a partir de esta ficción. La presentaron en el marco del programa de teatro en cárceles que encabeza Lito Cruz.

“Contaste la historia de mi vida”, cuenta Székely que le dijo una interna de Ezeiza. En Alma, el espectador conoce primero a Victoria, una joven del interior que sueña con tomarse un tren a Buenos Aires, en donde podrá ganar dinero y mandárselo a sus hermanos y a su madre. En la metrópolis, Victoria se convierte en Alma, que es un nombre que ella misma elige cuando cree que es convocada para ser artista. Pero no. Lo que le espera es mucho más macabro, y no podrá salir. Se convertirá en adulta siendo prostituta. Tanto los directores como Székely consideraban que el eje de la escena debía ser el cuerpo de la actriz. Por eso la puesta es despojada en cuanto a objetos. Hay una soga, con la que Victoria jugaba de chiquita, una maceta, la valija que lleva a la ciudad, una silla y una alfombra. Székely está vestida de blanco.

Al principio, la actriz se negaba a representar una obra sobre este conflicto, que también apareció en otro espectáculo reciente, llamado En el nombre de Raquel, de Mariel Rosciano. La propuesta había salido de Odierna, quien tenía “un fuerte deseo de hablar de la mujer”. “Soy un hombre grande y soy machista gracias a mi mamá, aunque soy un machista en abstinencia: estoy tratando de serlo lo menos posible”, recalca el director. “No estaba interesada en hablar de la mujer”, admite Székely. “Le decía a Leonardo que no tenía ninguna problemática por ser mujer. Tenía un preconcepto con el tema y no quería embanderarme en el feminismo.” Entonces la actriz sugirió otro punto de partida. Arrancaron el trabajo con El alma buena de Szechwan, de Brecht, un artista influyente en la estética del grupo (que estará presentando Bengala, otra de sus obras, desde el 23 también en Vera Vera). “Tiene muchos personajes, pero la historia central es la de una prostituta. Cuando empezamos, no nos propusimos hablar sobre la trata, pero llegamos ahí. Es loco porque a mí antes no me emocionaba esto”, se explaya Székely.

–Y ahora intenta tocar a los espectadores respecto del tema.

Lorena Székely: –Totalmente, siento un gran cambio. Me corrí de mi lugar de mujer de clase media. Viví un cambio de cabeza y le agradezco al grupo por eso. Cuando fuimos al penal de Ezeiza había un montón de Victorias y de Almas entre el público. Probablemente eso no ocurra en el Vera Vera, pero puede que la gente salga reflexionando sobre todas ellas. Uno es parte del cambio, aunque no te suceda. Es difícil hacer ese clic porque vemos lo que pasa por televisión y en los diarios, entonces parece lejano, pero no es tan así. En el camino de creación trabajamos con La profesión de Irina Palm (película de Sam Garbarski) y con un cuento de García Lorca. Al final me metí tanto que hay mucho de mí en la obra: para el personaje me inspiré en una chica que conocí en el interior hace un montón de años y que iba a venir a Buenos Aires, aunque no sabía exactamente qué iba a hacer.

–¿Cómo se crea una ficción a partir de un hecho tan duro de la realidad, que justamente hoy aparece más que nunca en los medios de comunicación?

Armando Saire: –Ese fue el desafío, porque si uno simplemente recorta la realidad y la pone sobre un escenario, es rechazada. Lo importante es buscar teatralidad en lo que uno muestra, para darle valor artístico. Trabajamos mucho sobre el cuerpo de la actriz. Hay un total despojamiento, no queremos contar con objetos ni con proyecciones. El cuerpo es el que abre todas las situaciones.

Leonardo Odierna: –Tenemos que declarar nuestra actitud de ladrones: le hemos robado mucho a Brecht. Usamos el distanciamiento, con una relatora (cuando no está en personaje, Székely cuenta la historia en tercera persona) que mitiga la sensación de angustia. Hacemos un teatro destilado: sacamos todo lo que apunta a una comunicación obvia. Si pusiéramos un corto de Retiro cuando ella llega ahí, estaríamos informando de manera muy periodística. Recurrimos a la inteligencia del espectador, porque él es quien completa. Nosotros planteamos cosas que pasan en la vida y él las observa como si Alma fuera una vecina o alguien que viaja en el subte. Es importantísimo que la gente piense al espectáculo, no que lo sufra. Buscamos una iluminación política.

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