TEATRO › ENTREVISTA A SOLEDAD SILVEYRA Y ALEJANDRO TANTANIAN
La actriz y el director se refieren a Nada del amor me produce envidia, un monólogo que presenta a una modista de barrio puesta en la disyuntiva de elegir a quién darle el vestido que acaba de crear en su taller, si a Libertad Lamarque o a Eva Perón.
› Por Cecilia Hopkins
“Una metáfora del binarismo actual.” Así caracterizan Soledad Silveyra y Alejandro Tantanian a la obra Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza, que estrenarán en el Maipo (Esmeralda 443) el próximo lunes. Se trata de un monólogo –el primero en la carrera de la actriz– que presenta a una modista de barrio puesta en la disyuntiva de elegir a quién darle el vestido que acaba de crear en su taller. Fanática admiradora de Libertad Lamarque, un día recibe una pieza de tela con la orden de confeccionarle un vestido a la diva, tarea que realiza con toda conciencia. El caso es que antes de completar los últimos ajustes, la costurera recibe la visita de la mismísima Eva Perón quien, al ver el vestido, se lo pide. “No puedo elegir –piensa la modista– si le doy el vestido a Libertad será mi perdición. Si le doy el vestido a Eva estaré maldita por los siglos de los siglos”, concluye el personaje.
La pieza se hizo muy conocida en el teatro alternativo desde su estreno en 2008, con dirección de Diego Lerman y actuación de María Merlino, montaje éste que se mantuvo en cartel 5 temporadas consecutivas, siendo premiado varias veces e invitado a realizar giras nacionales e internacionales. El origen del espectáculo fue un proyecto de Lerman y Merlino: ambos convocaron a Loza para que escribiese una obra en la que ellos incluirían como parte esencial de su estética una serie de canciones del repertorio de Libertad Lamarque y otras de los años ’40, cantadas por la propia Merlino. Loza concibió, entonces, la historia que enlaza a Libertad Lamarque y a Eva Duarte, inspirándose en la situación generada por el cachetazo que, según cuenta la leyenda, la primera le dio a la segunda durante el rodaje, en 1945, de La cabalgata del circo, de Hugo del Carril. Según cuenta el autor consultado por Página/12, luego de algunas reuniones grupales con Lerman y Merlino, Loza terminó de escribir la obra, y la dio a leer a varias personas, incluido el mismo Tantanian, por entonces su profesor de dramaturgia en la EMAD. “Recuerdo haberle dicho a Santiago que me parecía que su texto pedía una actriz popular”, comenta el director en entrevista con Página/12, junto a Silveyra. “Pensé que esa combinación de levedad y profundidad permitiría acercar al teatro a mucha gente que no suele circular por las salas alternativas”, concluye. Tantanian considera, por otra parte, que la obra “tiene muchas capas de sentido, ya que además de tener una gran conexión con lo popular, también se la puede ver desde lo político”. En esta oportunidad, su puesta no echará mano del cancionero popular sino que se atendrá únicamente al texto del autor, recientemente editado por el Instituto Nacional del Teatro.
De adolescente, Tantanian recuerda haberla visto a Silveyra en obras como La malasangre y Del sol naciente, ambas de Griselda Gambaro. De modo que, cuando el año pasado fue convocado para realizar una obra en carácter de semimontado para Teatrísimo, evento anual a beneficio de la Casa del Teatro, el autor y director pensó enseguida en poner la obra de Loza con Silveyra como protagonista. Luego de esa experiencia, algo modificado por el propio autor y sin las canciones con las cuales se estrenó, el monólogo será dicho a público en la sala mayor del Maipo, “esa mezcla de cajita de bombones y catedral”, según define Silveyra. El director aclara que el espectáculo asume riesgos estéticos en cuanto al planteo visual y musical. Para la actriz, el desafío será interpretar un monólogo directamente al público: “Hacer humor mirando al espectador no es nuevo para mí –cuenta Silveyra–, pero nunca interpreté un texto trágico como éste rompiendo la cuarta pared”. Y agrega: “Además es la primera vez que estoy sola en escena. Siempre quise tener un espectáculo con el cual pudiera salir de gira, porque estoy pensando en la supervivencia y, como no me gusta vivir a los saltos, tengo que tener en cuenta la posibilidad de que no siempre me ofrezcan trabajo”, explica.
–¿Cómo fue su primera lectura de la obra?
Soledad Silveyra: –Me conmovió mucho leerla, porque la obra parecía pasar por cada año de mi vida. La protagonista me hizo recordar a mi abuela quien, a pesar de haber sido diametralmente diferente a mí, fue mi referente. Representó un modelo de mujer fuerte y me ayudó a no tener una vida similar a la que tuvo mi madre, que terminó en el suicidio. Mi abuela, además, cantaba como Libertad Lamarque y esta identificación que la costurera tiene con la cantante me tocó el alma.
–¿Qué aspectos la identifican a usted con la costurera?
–Ella dice que la vida está hecha de detalles y que una es la que los une, como se unen dos retazos de tela para crear una unidad. También pienso lo mismo. Y creo, como ella, que el mundo está compuesto por dos clases de personas, los que deciden y los que acatan. A mí me tocó ser de los que acatan: también a mí de niña me dijeron qué debía oír, ver y callar. Por eso es un gusto hacer esta obra, porque siento que es hablar de mi pasado pero redimida del dolor. Es como recordar, pero desde el lugar del placer. A Tantanian le cabe administrar mis emociones...
Alejandro Tantanian: –Yo quiero aclarar que este proyecto se basó en un encuentro. Cuando Solita leyó la obra por primera vez en voz alta, estando también presente el autor, para mí fue como una epifanía, una revelación. Por la frescura y la honestidad emocional con la que entró en el texto. Yo decidí proteger esa llama de la primera lectura y salvaguardarla de los vientos de la actuación y del teatro.
–¿Cuál es la relación que ambos tienen con el peronismo?
S. S.: –Yo vengo de un hogar antiperonista. Mi madre, incluso, estuvo presa por protestar por la quema del Jockey Club (risas). Como nunca entendí al peronismo yo buscaba comprender el porqué de su proscripción. Así que fui a Cerviño y Oro, cuando ganó Cámpora, y a la Plaza, cuando dejaron libres a los presos políticos. Pero nunca entendí cómo fue que el General puso a López Rega en Acción Social. “El Día de la Lealtad es el único día en que no nos traicionamos”, me dijo una vez un peronista, toda una definición. De una u otra forma, creo que la mayoría de las personas está marcada por el peronismo. En cuanto a este gobierno, yo lo apoyo, pero en su medida y armoniosamente, como decía el General.
A. T.: –La política nunca circuló como tema en mi casa, a pesar de que tanto la Segunda Guerra como el Proceso dejaron claros efectos en mi familia, tanto en mi abuelo, que siempre vivió pensando en regresar a Europa, como en mi padre, que se vio afectado en su trabajo. Y en mi caso, en 1979, cuando ingresé al Nacional de Buenos Aires, no había peronistas sino más bien militantes de izquierda.
–Usted es autor de Muñequita (O juremos con gloria morir), obra que toca el tema del peronismo...
A. T.: –Sí, la escribí en 2004, a pedido de Matthias Langhoff (fue estrenada en el Théâtre National de Toulouse, luego realizó una gira por Francia y cerró su temporada en el Théâtre de Nanterre Amandiers en París en mayo del mismo año). Yo me empiezo a vincular con el peronismo después, y veo que contiene el relato de una Argentina mitológica. El peronismo es un relato constituyente: es difícil entender a la Argentina sin el peronismo. Siento fascinación por las posibilidades de ese discurso camaleónico que puede representar al mal y al bien absolutos. Es una cantera de ficciones.
–¿Cómo fue su experiencia interpretando a Eva Perón, en Eva y Victoria, de Mónica Ottino?
S. S.: –Yo muero por la figura de Eva, así que disfruté muchísimo haciendo aquella obra. Ahí sí que puse todo mi “evitismo”. Ni una sola noche me falló la emoción. Fue uno de los trabajos míos que más quise. En Nada del amor..., en cambio, tengo en cuenta que debo administrar mi emoción cuando hablo de ella desde el personaje de esta costurera que no es peronista y que, en cambio, admira de Libertad su fama, los vestidos y el mundo que la rodea. Especialmente admira su voz, con la que está obsesionada. Yo, en cambio, me siento identificada con Eva...
–¿Por qué consideran a la obra una metáfora?
S. S.: –Que la costurera no sepa si entregar el vestido a Evita o a Libertad Lamarque me parece una buena metáfora. Hoy mismo a los actores nos resulta difícil trabajar en esta tirantez entre el Gobierno de la Ciudad o la Nación. No se está cómodo o libre: uno siente que puede herir susceptibilidades.
A. T.: –Para mí, la obra es una radiografía del pensamiento binarista y es, claramente, una tragedia. Nunca encontré en esta obra una voluntad costumbrista, sino la dimensión trágica del hecho que siempre haya que elegir entre una u otra cosa. Así, la reafirmación del yo parece ser la inmolación. No se puede decir “no somos ni el Gobierno ni Clarín”. Siempre se es una cosa o la otra. Y esto sucedería aun si todo estuviese democráticamente estable. Este hecho es algo que esta obra lleva a un extremo, para permitir la reflexión.
* Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza, en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), los lunes a las 20.30
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