Lunes, 2 de diciembre de 2013 | Hoy
TEATRO › OPINION
Por Jorge Dubatti *
¿Cómo nombrar a Alejandro mientras lloro su muerte? Gran espíritu, gran amigo. Actor excepcional, actor-esfinge del teatro argentino de todos los tiempos, clásico y underground a la vez, gigante en el San Martín y en el Parakultural, en el Club del Vino y en el Rojas, el hermano de Batato y el discípulo de Martín Adjemian y Augusto Fernandes. Imágenes imborrables, radiantes, en el corazón: su Demonio en El relámpago, su Polonio y su Actor en Hamlet o la guerra de los teatros, su joven Hitler en Mein Kampf farsa, su Juana de Ibarbourou en El método de Juana, su María Julia en La Carancha, su Wittgenstein en Almuerzo en la casa de Ludwig W. Actor-poeta, poeta-actor, autor de tres libros inefables, referencia esencial de la literatura de la posdictadura (aunque él decía que no era escritor), escritos a mano en cuadernos llenos de dibujos que ocultaba u olvidaba en baúles y que me honra haber rescatado, incluso contra su voluntad: Vagones transportan humo (2000), elegido por Página/12 entre los mejores libros de ese año, Legión Re-ligión. Las 13 Oraciones (2007), La poseída (2008). Me regaló muchos de esos cuadernos, que atesoro y espero publicar.
En una pared del departamento de Miramar que le prestamos con Nora, donde pasó varias semanas, escribió: “Me voy al mar/ para ser el mar”, parte de uno de sus poemas más bellos. Maestro sufi, le regalé El pájaro azul, de Maeterlinck, y enloquecido me dijo que iba a adaptar esa obra, bajo la forma de un Tiltil anciano y decrépito que recuerda su viaje metafísico. A cambio me regaló Los sufis, de Idries Shah, libro que me cambió la vida. Alejandro grabó textos de maestros sufis para mi programa de Radio Nacional, y textos de Octavio Paz, Marosa Di Giorgio y otros poetas; esas cintas son otra forma de conservar su memoria. Recuerdo su visita a la Escuela de Espectadores cuando estrenó Atendiendo al Sr. Sloane: se pasó las dos horas cantando flamenco y recitando poemas, los espectadores en trance. Adorado Alejandro, gracias por tu teatro sagrado y por tu persona luminosa.
* Doctor en Historia y Teoría de las Artes.
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