Miércoles, 11 de junio de 2014 | Hoy
TEATRO › MARIANO DOSSENA Y SU MONTAJE DE SACCO Y VANZETTI
El teatrista dice que su versión en el Cervantes hace hincapié “en la fe puesta al servicio de lo que se piensa y hace”.
Por Hilda Cabrera
Una significativa recopilación de cartas y documentos, relatos, interrogatorios y alegatos está en la base de Sacco y Vanzetti (Dramaturgia sumaria sobre el caso), de Mauricio Kartun, obra que regresa a veintidós años del debut, dirigida hoy por el actor y docente Mariano Dossena. Los italianos Nicola Sacco –de profesión zapatero– y Bartolomeo Vanzetti –vendedor de pescado– emigraron a Estados Unidos en busca de trabajo y libertad (Benito Mussolini era ya líder en Italia). Se unen a un grupo de anarquistas, y en ese tiempo revuelto, de pobreza y trabajos mal pagos, son acusados de asesinato y robo a mano armada. Encarcelados sin pruebas el 15 de enero de 1920, pasan años en prisión hasta que el 23 de agosto de 1927 son ejecutados en la silla eléctrica, en el estado de Massachusetts. Transcurridos cincuenta años, el gobernador de ese estado, Michael Dukakis, reconoce oficialmente la inocencia de estos trabajadores. La obra de Kartun se acerca a esta historia alternando espacio y tiempo sin que esa mecánica diluya la impresión de que las grandes y pequeñas emociones perviven en un presente continuo. De ahí la exigencia de concretar una “puesta ágil”, como apunta el director de este estreno en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes. Apasionado por el teatro desde la escuela primaria, Do-ssena confiesa que esta disciplina artística fue su salvación: “Me integró al mundo, y en momentos muy terribles fue mi sostén. Me contuvo siempre, como el budismo, que es mi otra fe”. Se considera un lector obsesivo de piezas teatrales y sobre todo de aquellas que le “parten el cerebro”, como El tiempo y los Conway, de John Boynton Priestley, que lo fascinó a los 16 años, y siendo adulto logró dirigir. Entre sus puestas se encuentran La música, de Marguerite Duras; Los invertidos, de José González Castillo; Espacio escondido, de Paul Auster; Espectros, de Henrik Ibsen; Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, unipersonal con Gustavo Pardi (en cartel), y ahora esta experiencia en el TNC.
El origen del texto de Kartun fue una obra documento de Mino Roli y Vincenzoni y un pedido del director Jaime Kogan, quien estrenó el “reciclado” de Kartun en 1991, en el Teatro Metropolitan, conduciendo a un elenco y un equipo técnico que puso de pie al público. “Es una obra bravísima, un frenesí de imágenes”, se entusiasma Dossena, admirador de los clásicos y respetuoso de los textos, “porque el autor –dice– expresa allí el sentimiento de una época, en la que siempre hay algo valioso y rescatable en relación con el que escribe”. “Me molesta cuando me quieren contar algo que no es lo que está escrito, cuando se modifica una obra sólo porque el director o la directora cree ser más inteligente que el autor, el primero al que se le ocurrió todo.”
–¿Cuestión de anteponer el “yo”?
–De ser autorreferencial, aunque a veces el espectáculo no esté mal. La historia de los otros no interesa tanto y hasta parece un pecado. Contar una historia es difícil y, como decía Juan Carlos Gené, uno de mis maestros, eludirla es “sacarle el culo a la jeringa”. La expresión es un poco burda, pero es exacta. “Si está escrito es por algo –opinaba Gené–. Primero vamos a atravesar el texto y después vemos.” Parece que no tuviera importancia interrogarse sobre cuándo y dónde fue escrito un texto, si el autor fue o no fue presionado, si estaba angustiado o lo suyo era bastante más que un estado de angustia porque lo que le esperaba era la muerte.
–¿Eligió Sacco y Vanzetti por el texto?
–Necesito la palabra del otro para mis proyectos. Leí el texto y Mauricio me lo cedió generosamente. Quiero hacer esta obra –dije–, porque sin deseo el trabajo no tiene sentido. Me conmovió desde la primera lectura. Tengo horas de vuelo en la dirección, de modo que dirigir elencos numerosos como el de Sacco... no era nuevo en mí. Había hecho El otro Judas, de Abelardo Castillo. Sacco... tiene la estructura de un clásico, de una tragedia griega, donde todo está dicho en el comienzo. Un sino trágico precede a estos anarquistas que han quedado en la historia como si fueran personajes de una historia mítica.
–Claro que ellos eran víctimas reales e inocentes en un país en democracia.
–La obra rescata esa condición de víctimas, pero también la abnegación de estos hombres ante la propia fe. Ellos no claudican. Esa actitud está en el corazón de la obra y trascienden por ese acto de fe inquebrantable. Lo dice Nicola: “Nuestra idea llegará, en unos años o en un siglo”.
–Sabían esperar... en su puesta, ¿la política queda en segundo plano?
–No quise hacer pie en el tema político ni cargar a una puesta con una convicción política. Mi interés está depositado en las acciones de las personas y lo más honesto para mí es partir desde el lugar de la fe. Más allá de la disquisición anarquista, que es importantísima, lo valioso está en la fe puesta al servicio de lo que se piensa y hace. En estos personajes está en sus creencias anarquistas, como para otros pueden ser la fe en Buda o en Cristo.
–¿Se refiere a la fe como sinónimo de compromiso?
–A la fe en tratar de ser persona, ser digno y trabajar por la igualdad. La historia de Sacco y Vanzetti nos muestra también cómo se mata sin que el culpable o los culpables reciban castigo. Este es uno de los mensajes de una obra que tiene la estructura de un oratorio, de composición dramática y musical en la que intervienen el canto y la música, que es muy bella y fue compuesta por Gabriel Senanes.
–¿Qué diferencia a este estreno de la puesta de Jaime Kogan?
–Por lo que he visto en video, y por lo que recuerdo, la puesta de Kogan estaba más volcada a lo político. En los ’90, los años de la dictadura tenían –creo– una presencia más viva, pero también entonces se rescataba la fortaleza de la fe en lo que se piensa y dice. El tema es duro, aunque en el final la obra se abre a la idea de un futuro mejor. Los personajes que acompañan a Sacco y Vanzetti y estos mismos “tiran para adelante”. Como se dice en una escena, “el fin de la vida no es el fin de la esperanza”. Otros harán lo que ellos no pudieron.
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