Lunes, 23 de junio de 2014 | Hoy
TEATRO › PILAR RUIZ Y SU OBRA EN EL FONDO, SOBRE LA TRATA DE PERSONAS
La joven directora y dramaturga concibió una pieza teatral que aborda los mecanismos usados para engañar a las mujeres y llevarlas hacia el infierno de la trata. “Ver una problemática representada en una situación ficcional da una posibilidad mayor de reflexión”, señala.
Por Paula Sabatés
Poetizar lo siniestro. Eso intenta Pilar Ruiz (26) con su obra En el fondo, que se sumerge en el complejo universo de la trata de personas. “Empecé a escribir a partir de una imagen que tenía en mente, una escena de un hombre y una mujer. De ahí surgió un vínculo particular en el que me metí de lleno sin saber hacia dónde iba”, cuenta la directora y dramaturga a Página/12. La mujer es Flora, que pese a su vestimenta sexy tiene una estructura –de pensamiento, de acción– muy aniñada. El hombre es Pedro, que somete a la primera física y psicológicamente y la disminuye todo el tiempo. Ambos son parte de una macabra red de trata que tiene ciertas particularidades: a Flora la secuestraron de muy pequeña (el texto deja entender que fue a los cuatro años aproximadamente) y los “capos” de la organización que la priva de su libertad son familiares de Pedro, que tiene su edad, la conoce desde la infancia, y dice estar enamorado de ella.
La obra hace foco, dentro del tema de la trata, en los mecanismos y las formas habituales que se usan para engañar a las mujeres y llevarlas hacia ese mundo. En una hora en tiempo real de los personajes, el público ve cómo ambos llegan a una “casa” nueva, que él asegura es como las otras. Pero no: Flora reconoce ese lugar. Hay algo de él que la lleva a recuerdos confusos de una vida pasada, la suya, que se le aparece como feliz y muy distinta de la de ahora. Entonces intenta recordar. Pero no del todo. Hasta donde no duele.
“Yo venía empapada con el tema de la trata, por eso creo que no es casual que haya aparecido en la escritura de la obra”, cuenta Ruiz, quien dirige a los actores Verónica Cognioul Hanicq y Fabricio Mercado en un gran trabajo de interpretación. “Lo que hice cuando apareció el tema fue investigar sobre los diferentes tipos de violencia que hay, sobre los distintos mecanismos de engaño. Y es terrible, porque la organización es enorme y a nivel mundial”, denuncia la directora, para quien el arte comprometido es esencial pero no suficiente si no hay un cambio en la sociedad y los aparatos estatales.
–¿En qué consistió esa investigación?
–Leí mucho, varios artículos periodísticos y casos reales, sobre todo el testimonio de una chica que había sido rescatada y que contaba cómo la habían hecho entrar en ese mundo. Su caso me sirvió para entender cómo funcionan las redes. Que está todo muy estructurado y que hay distintos niveles. Muchas veces el que les pega no es el mismo que el que las agarra, y así. Hay un escalón para cada tipo de violencia. Por otro lado también miré muchas películas, sobre todo algunas que trataban sobre la prostitución infantil. De esas tomé mucho porque en mi obra Flora fue secuestrada en la niñez. Me sirvió mucho ver cómo funciona la cabeza de las víctimas. Hasta dónde saben, hasta dónde entienden, hasta dónde se permiten entender para no lastimarse.
–Muchas disciplinas abordan la temática de la trata. ¿Qué cree que puede aportar el teatro específicamente?
–Creo que ver una problemática representada en una situación ficcional da una posibilidad mayor de reflexión. Esa otra forma de encararlo abre a su vez diferentes posibilidades de pensamiento y cuestionamiento. Por otro lado, pese a ser un tema tan delicado, la ficción puede conmover y entretener. Es difícil, porque es algo muy siniestro, pero mi objetivo fue ése, poetizar el tema, porque para la realidad ya tenemos la realidad y a la tele y el cine, que por sus especificidades pueden acercarse más a ella que el teatro.
–Dice que trabajó mucho la improvisación, no tanto en los ensayos con los actores sino en la escritura. ¿Cómo fue eso?
–Fue un trabajo fascinante. Mientras escribía les di cierta libertad a los personajes, los hice accionar. Pensé en los objetivos que tenían en cada escena y los hice buscar diferentes formas de conseguirlos. También formas de luchar contra lo que se les oponía. Me dejé llevar por el juego entre ellos, tanto que por momentos no era yo la que estaba armando las escenas, sino que era como si ellos mismos se estuvieran escribiendo. Todo ese proceso me permitió buscar puntos más profundos en la escritura, que de haber trabajado de forma más racional y pensada no hubieran aparecido. Claro que después vino el proceso de corrección donde decidí qué quedaba y qué no. Pero esa primera instancia me sirvió para conocer más a los personajes. De hecho hay muchas escenas que escribí en ese período que hoy no aparecen en la obra pero que fueron fundamentales para entenderlos.
–Y el trabajo con los actores, ¿cómo fue? Debe haber sido difícil internalizar a esos personajes...
–Sí, fue difícil y arduo. Ensayamos un año entero con muchísima dedicación. Ellos también investigaron mucho sobre el tema porque era necesario que trataran de entender a los personajes sin juzgarlos. Para actuar a un personaje uno tiene que prestarle toda la humanidad posible y que sea el público quien lo juzgue luego. Porque, si lo hace uno, entonces es muy difícil no caer en el estereotipo. Eso fue muy difícil, porque tuvieron que conectarse con las cosas más sensibles de ellos para entender el porqué de esas situaciones que vivían sus personajes. Sobre todo Fabricio, que tiene un personaje tan cruel e incomprensible.
–Su primera obra no era explícitamente política ni abordaba una problemática social. ¿A qué se debe el cambio? ¿Cree que esta obra va a marcar sus producciones venideras?
–En el material dramatúrgico se filtra mucho de uno, de lo que uno tiene ganas de hablar, y en ese sentido desde mi primera obra hasta ésta hubo un notorio crecimiento en mí, un cambio en cuanto a mis intereses. Por eso este trabajo muestra mucho las cuestiones humanas que yo tengo ganas de que aparezcan en el teatro, y creo que mi obra va a seguir en ese camino porque esos intereses ya no se pierden.
* En el fondo se ve los miércoles a las 21 en Espacio Polonia, Fitz Roy 1477.
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