Viernes, 22 de agosto de 2014 | Hoy
TEATRO › DIANA VENEZIANO, DIRECTORA DE ¿QUIEN ME QUITA LO BAILADO?
La compañía montevideana Kalibán presenta esta obra que reflexiona sobre la vejez, “una etapa de la vida cargada de misterio, sentimientos y pasiones”, define Veneziano.
Por María Daniela Yaccar
“Reivindicamos las arrugas. Y la palabra ‘viejos’, así. Sin eufemismos”, sostiene Diana Veneziano, directora de ¿Quién me quita lo bailado?, una obra que presentará la compañía montevideana Kalibán en Buenos Aires. Tres artistas mayores o, mejor dicho, entonces, viejos –dos de ellos bailarines con formación clásica– actúan en esta obra que reflexiona sobre la vejez, “una etapa de la vida cargada de misterio, sentimientos y pasiones, llena de resonancias, densidades y encantos”, define Veneziano. El elenco lo integran Luciano Alvarez, de 72 años; Ana Corti, de 68; y Margarita Fernández, de 69, y las funciones son hoy y mañana a las 18 y el domingo a las 19, en el Teatro Del Borde, Chile 630.
Una frase del pintor brasileño Iberê Camargo resume este trabajo: “Las cosas están enterradas en el fondo del río de la vida. En la madurez, oportunamente se desprenden y suben a la superficie, como burbujas del aire”. “Es como si, los cuerpos, despojados de la fuerza y la agilidad de la juventud, buscaran otros recorridos más complejos y a la vez más simples para expresarse”, interpreta Veneziano, que responde a un cuestionario de Página/12 vía mail, a horas de instalarse en Buenos Aires. “Ya no hay prisa ni un querer llegar a ningún lado. Hay algo de estar ahí, de ser en un sentido más profundo. Hay un instalarse en lo lúdico, en la ternura, en la belleza y en el humor. Los recuerdos y los sueños se funden y flotan como esas burbujas a las que refiere Camargo. El gesto es más interno pero más leve. Las arrugas y las cicatrices tienen el peso y a la vez la levedad de esas vidas cargadas de memoria y experiencias, de recorridos y viajes, de idas y vueltas.”
“La obra trata de tres seres que, llegados a la vejez, nos ofrecen su vida y su mundo de recuerdos poetizados por el tiempo. Nos hablan de sus sueños imaginados y deseados. Desnudan sus almas a través del lenguaje metafórico de lo escénico”, describe la directora. El espectáculo cruza música, danza y teatro, ya que Kalibán, que nació en 1999, es un grupo interdisciplinario. Desde 2007 vienen investigando sobre la memoria, los recuerdos y los sueños, en obras como Recuerdos que han soñado y Adiós que me voy. “El trabajo se dividió en una etapa de investigación escénica en la que todos generamos muchísimo material. Fue un período sumamente caótico, desordenado, en el que todos nos perdimos y nos desorientamos. Esto fue buscado. Muchas veces a ellos los confundía un poco. Se sentían más vulnerables. Y eso fue lo más interesante: su vulnerabilidad.”
Luciano Alvarez, ex bailarín del Ballet Nacional del Sodre, le dijo que ¿Quién me quita lo bailado? y todo el proceso que desembocó en la obra le significó algo muy fuerte. Le confesó a la directora que había vuelto a nacer. Linda metáfora. “Obviamente que representó un gran desafío para ellos: el despojarse de sus ‘seguridades’, de lo ya conquistado, lo conocido, lo que funciona, lo aprendido. Para Luciano y Margarita (ex bailarina del Ballet Nacional de Cuba) su propia formación y experiencia reforzaban esas ‘seguridades’. Pero una vez que se abrieron y dejaron fluir ese mundo más frágil e inasible, aparecieron los pliegues y las arrugas cargadas de vida y humanidad, creando imágenes poéticas de una gran sensibilidad”, desliza Veneziano, también fundadora de la compañía. Ana Corti, la tercera artista que actúa en esta obra, tiene trayectoria como música, docente e investigadora del movimiento corporal.
El trabajo con bailarines clásicos para reflexionar sobre la vejez tiene un porqué. “En ellos el paso y el peso del tiempo son mucho más crueles. La vida ‘útil’ de un bailarín clásico es muy corta. Todo se intensifica. Nos preguntamos ¿y después qué? ¿Qué pasa con esos cuerpos que perdieron su juventud? ¿Qué queda de ellos? ¿Qué nos dicen?”, interroga la directora, que decidió reunir a adultos mayores inspirada en espectáculos que vio en su adolescencia en los que los protagonistas tenían más de setenta años. Eran obras de danza japonesa butoh.
–¿De qué manera surge la combinación entre danza, teatro y música?
–Se utilizan todos los recursos escénicos necesarios para expresar la vida y la identidad de los tres como artistas: música, danza, teatro. Los restos-recuerdos-sueños que constituyen lo que son, lo que quieren, lo que heredan, se hilvanan y deshilvanan en un “tejido de imágenes sonoras y visuales”.
–¿Cómo conectan y chocan las ideas que plantea la obra sobre la vejez con las que están establecidas socialmente?
–En nuestra sociedad el consumismo se expresa en todos los aspectos de la vida de las personas. Tenemos un período “útil” y otro “no útil”. Todo es desechable, los objetos y las personas. Y los viejos son los desechos o los restos de la sociedad. En lo que respecta al cuerpo, se imponen la juventud y la belleza exterior como valores en sí. Se persigue a cualquier costo ese ideal de cuerpo joven, aunque sea restaurado, recauchutado o totalmente deformado. Ya no somos, debemos parecer.
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