TEATRO › TERCER FESTIVAL DE TEATRO INFANTIL HUGO MIDóN, EN LA SEDE DEL ECUNHI
El elenco de Midoneando participará del homenaje al recordado creador, con la interpretación de sus textos y la música de Carlos Gianni. Será el sábado, en el cierre de un festival que incluirá presentaciones de libros, la obra Falsa escuadra y la actuación de La Pipetuá.
› Por Sebastián Ackerman
“Hugo siempre nos convoca”, dice Carlos March. “Van pasando los años, cada uno de nosotros tenemos nuestras vidas, nuestras actividades, vamos por acá, por allá, pero llega septiembre y tenemos una cita infaltable”, afirma, y Roberto Catarineu, Ana María Cores, Silvia Kanter y Gabi Goldberg acuerdan de inmediato. La razón es clara: la realización del Festival de Teatro Infantil Hugo Midón, organizado por el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo, que en esta tercera edición consecutiva vuelve a llamarlos para recordar y homenajear a quien fuera un maestro para varias generaciones de públicos y actores. Reciben a Páginal12 antes de comenzar a ensayar Midoneando, espectáculo que cerrará el festival con el que recorren las canciones de Hugo Midón y Carlos Gianni, y no hace falta hacer preguntas para que empiecen a hablar: las anécdotas se les escapan de la boca, los recuerdos reaparecen y una historia lleva a otra. Y la conclusión es siempre una certeza para los cinco: “El inventó todo esto, es el Chaplin de nuestra época. Así nomás”.
El festival comenzó esta semana con diversas actividades y espectáculos. Hoy, a las 11, en la sede del ECuNHi (Av. del Libertador 8465), se presentarán Los Zarabella, mientras que en el Hospital Garrahan habrá una función del Coro de Niños y Adolescentes de Morón. Mañana, en el ECuNHi, habrá doble función (a las 11 y a las 15) de Don Quijote de las Pampas de Los Macocos, siempre con entrada gratuita. Estas funciones están especialmente pensadas para escuelas y organizaciones sociales, pero también están abiertas al público en general. El sábado, desde las 14, el broche de oro con entrada libre y gratuita, en el ECuNHi, tendrá programada esta producción especial de Midonenando, entre otras propuestas (ver recuadro).
“La posición de Hugo tiene que ver con este juego serio, la mirada hacia el chico de una manera respetuosa, vital, como un par”, apuesta Kanter. “La diferencia es la responsabilidad de ser adulto, pero no con la posibilidad de pensamiento. Eso es lo que hace que hoy Hugo sea un clásico, y nos dé tanta alegría tenerlo presente”, se entusiasma, y March recuerda que Midón siempre decía que en una reunión prefería hablar con los chicos, más que con los adultos. “Redoblaba la apuesta, decía que si no conversaba con ellos no tenía inspiración. Como que los niños son los maestros. Eso siempre me quedó muy latente. Seguir a los chicos, y no que nosotros tengamos que proponerles cosas para que entiendan, cuando es, coincido con Hugo, al revés”, remarca.
Una característica central de la obra de Midón, remarcan todos, es su trabajo con Carlos Gianni: los libros geniales, las canciones inolvidables son acompañados a la perfección por una propuesta musical que recorre un espectro de ritmos desde el jazz a la chacarera, y hasta versionando el Himno Nacional. Catarineu propone una comparación: “Ponés cualquier tema de estos dos señores y parece Revolver de Los Beatles: son todos temas geniales. Uno atrás del otro”, se planta, y Cores cuenta que “Hugo tenía el código del humor, que es en el que se enganchan los chicos”, analiza, y agrega: “Se enganchan con el juego, con el humor, y se enganchan mucho con las canciones. Para Hugo, el mejor casamiento fue con Carlos Gianni. Creo que Hugo, sin Carlos, no hubiera sido tan grande como ha sido. Las letras de Hugo quedan fijadas con la música. Fue un matrimonio artístico maravilloso”, resalta.
Gabi Goldberg: –Sí, pero a veces los matrimonios no se comprenden... (risas).
Ana María Cores: –Por eso: ¡un matrimonio maravilloso!
Roberto Catarineu: –Cuando hacíamos Narices, había tres chicos que eran niñitos de 10 años. Una vez, me encuentro de grande con uno, y me dice: “Nosotros trabajamos juntos”. ¡Hoy es un bandoneonista del requetecarajo! ¿Entendés? También hace poco me encuentro con una chica, que es bailarina, y me dice: “Yo los fui a ver cuando tenía 5 años. Ahora soy bailarina gracias a esos espectáculos”. Es decir, más allá del juego, esos niños hoy son artistas gracias a todo esto. Lo fuerte que es y lo que le queda a esa gente. Esto es lo más increíble del señor Midón y el señor Gianni. Es como haber tirado una piedra y todo explotó, porque sigue y sigue.
–¿Qué características tiene el teatro midoneano? ¿Y qué es ser midoneano hoy?
Carlos March: –Es como ser maradoniano en el fútbol. Soy midoneano porque a lo largo de los años se me fue haciendo carne su obra, me fue formando como persona, ideológicamente. Me fue conduciendo desde adentro por tantos años de repetir las canciones, subirme al escenario, trabajar para ese tipo de público, ver cómo se recibe la obra. Una de las cosas que siempre nos preguntaban era si éramos conscientes de lo que estábamos haciendo. Y realmente no, porque la verdad es que era una época muy complicada. Nosotros estábamos protegidos por la obra de Hugo.
G. G.: –Lo midoneano es una mezcla. Para mí es un verbo. Cuando venía a ver los ensayos, no se aguantaba y bailaba con los chicos, bailaba conmigo... Nos mezclábamos todos a midonear... a gianninear (risas). Eso es lo que marca claramente qué es midonear. Hugo era un excelente director. Tomaba lo mejor de uno.
Silvia Kanter: –Hoy ser midoneano tiene que ver con esa verdad del juego, con esa potencia de la acción, con ese respeto donde la nota es la nota, el vestuario es el vestuario... Hugo ha parado un ensayo general porque no estaban las medias, que son tan importantes como la música, el texto. Es un todo.
Cada septiembre tienen esta cita de honor. Saben que es una forma más de homenajearlo, como sucede con distintas actividades y funciones de sus obras que se presentan por todo el país. Pero señalan una diferencia con los premios Hugo, que supuestamente se crearon en su honor. “Los premios Hugo no son los premios Hugo Midón. No está tan abocado al espectáculo como Hugo hubiera querido...”, señala Goldberg.
–¿Qué otras formas creen que son buenas para recordar y homenajear a Midón?
G. G.: –Que la obra viaje, ya es un montón. Yo tuve la suerte de dirigir, pero también hay otra gente que lo puede hacer con mucho respeto. Eso me parece que es lo más importante. Una vez cuando estábamos haciendo en el Alvear Huesito caracú, al lado había otro espectáculo muy popular. Y un día no sé qué pasó que no hubo función, y la sala se llenó de gente que no sabía quién era Hugo Midón. Entonces, como hasta no hace mucho no era muy popular, que su obra ahora esté viajando es lo más.
S. K.: –Los libros que se están presentando en el festival también tienen ese objetivo: se difunden por todo el país, llegan a todas las bibliotecas, a todas las escuelas. Es bárbaro. Es otro modo de darlo a conocer, porque debe haber gente que no lo conoce, y lee anécdotas, escucha los discos, y eso es maravilloso. Antes había un público reducido y ahora hay una mirada más amplia que ayuda, como este festival, a que se difunda. Entonces, te imaginás eso llegando a los colegios de todo el país...
–Ustedes lo conocieron a Midón como artista, como director, como compañero, y como amigo. ¿Cuál es el primer recuerdo que se les viene a la cabeza?
C. M.: –La vuelta manzana, pero como espectador. Fue la primera vez que vi algo suyo, y estaba Anita. Y pensé que quería eso para mí. Y se me dio. Una cosa única, y para chicos.
A. M. C.: –El haciendo de Nicolás en La vuelta manzana. Cuando saltaba (hace un paso de baile monótono). Yo trabajé con él en esa obra. Y como se deprimía cuando estrenábamos porque dejaba de trabajar (risas). Tenía todo un proceso, después de que estrenaba, que se quedaba vacío. Estaba nervioso porque ya estábamos nosotros arriba del escenario.
R. C.: –Qué sé yo... Tantas cosas. La carterita esa que llevaba siempre bajo el brazo (risas). Siempre te acariciaba el pecho con la palma de la mano antes de los ensayos o de las funciones, y te decía “disfruten”. Y que siempre le dolía la cabeza, mirá vos. Y nosotros que pensábamos que no se bancaba el éxito... Era un artista, y mirá todo lo que deja. Su necesidad de hacer, de escribir, de contar todo es impresionante cómo perdura en el tiempo. Un tipo único. Realmente no tiene comparación con nada, ¿entendés?
G. G.: –Lo primero que recuerdo son sus manos, sus dientes y sus cejas cuando abría la puerta del estudio y yo me escabullía adentro del abrazo de Hugo. Era muy amoroso. Además, no faltaba a una función. Eso también lo aprendí de él.
S. K.: –Yo lo conocí en unas vacaciones en el ’86, y lo que siempre me sorprendió fue lo natural que era. Y después trabajé 23 años con él... Una vez tenía sesión de terapia y después iba a Río Plateado, entonces llegué muerta de risa y le conté que me vi a mí misma bajando las escaleras del subte cantando “Voy a poner en mi valija...” (risas). ¡Le dije que le debía otra sesión a él! Es increíble cómo vas por la vida y sus canciones te vienen.
R. C.: –¡Bueno, vamos a ensayar que tenemos la función todavía!
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