Viernes, 31 de octubre de 2014 | Hoy
TEATRO
Un curso de composición dictado por el uruguayo los unió y desde entonces tuvieron cruces espontáneos, pero es la primera vez que arman un espectáculo en conjunto. Hoy y mañana, piano, guitarra criolla y voces sonarán en el espacio palermitano.
Por Sergio Sánchez
Hace diez años, Ezequiel Borra se demoró más de lo pensado y llegó corriendo, agitado, a una prueba para ingresar a un curso de composición. El encargado de dictarlo era el músico y escritor uruguayo Leo Maslíah, quien solicitaba que los aspirantes tocaran una canción para ser admitidos. “Subí rápido al escenario, estaba muy agitado, pero le gustó la canción. Y quedé”, cuenta, entre risas, Borra. “Pegamos buena onda y me invitó a algunos conciertos en Montevideo”, completa el músico. Después de varios encuentros espontáneos –y no tanto– a ambos lados del Río de la Plata, Maslíah y Borra se animaron a formalizar una propuesta en conjunto. Por eso, se presentan hoy y mañana a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780). Un escenario ideal para interpretar canciones de ambos a dúo, en segmentos en solitario y en formato acústico. Piano, guitarra criolla y voces serán los instrumentos que sonarán en el espacio palermitano. “Es un lugar ideal para llevarlo a cabo, por su excelencia técnica, espacio escénico, clima”, considera Maslíah.
“Dos generaciones musicales que confluyen en espacio y tiempo compartidos, no para vacacionar sino para trabajar afanosamente contra el prejuicio popular de que la música no es un trabajo”, bromean los músicos en el anuncio de prensa. El humor, por caso, es uno de tantos aspectos que comparten. Dice Borra, con tono jocoso: “Los dos escribimos, la gran diferencia es que él editó más de 40 libros y yo ninguno. Antes de dedicarme a la música, ya escribía. Maslíah tiene una manera muy particular de laburar las letras y jugar con las palabras que siempre me interesó. Sin embargo, también me gustan las letras más instintivas, porque en la canción a veces la letra elaborada puede ser contraproducente. Pero su estética es única, no hay dos como él”. Lo que sí editó Borra fueron cuatro discos. Y promete otro para el año que viene. “Ezequiel es un excelente compositor y como intérprete es muy carismático”, señala Maslíah. Y augura: “Creo que puede haber muy buena complementación escénica además de la musical, pese a ser tan distintos los dos en el tipo de expresividad”.
En los últimos años, las nuevas generaciones de músicos argentinos encontraron en autores como Eduardo Mateo, El Príncipe, Fernando Cabrera y el mismo Maslíah, entre otros, una manera válida de entender la canción y un terreno fértil para transitar y explorar. Para Borra, son faros estéticos. “Si bien ahora se está dando más, ese cruce siempre estuvo. Son iconos que te agarran y si podés dejarte llevar por ellos te cambian, te enseñan, sólo con escucharlos. Es tremendo tener la posibilidad de ver a algunos de estos músicos en vivo. Hoy me toca subirme a un escenario con Maslíah y ojalá algún día pueda compartir un concierto con Cabrera. El hoy está muy en boga, pero Mateo tuvo que pedir limosna en la calle antes de morir. Hay un montón de genios de la música que aún no son reconocidos.”
–Maslíah, más allá de las individualidades, ¿el universo de la canción uruguaya y la argentina están destinados a cruzarse, retroalimentarse, convidarse?
L. M.: –Sin duda es así. Nos separan fronteras políticas, pero culturalmente estamos muy cruzados. Fijate que, por ejemplo, uno de los “iconos” de la música que en la Argentina se considera como propia, “La cumparsita”, es uruguaya, además de haber sido compuesta por un uruguayo. Y cuando yo era chico, en Montevideo cualquiera que fuera a estudiar guitarra aprendía “Zamba de mi esperanza” sintiéndola como si fuera algo propio. Lo mismo pasaba con las canciones infantiles de María Elena Walsh. Nadie las tomaba como algo “extranjero”.
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