TEATRO › FERNANDO FERRER Y LA NOVELA DE MI VIDA, DE ADRIANA TURSI Y PATRICIA SUAREZ
› Por María Daniela Yaccar
Un afamado escritor latinoamericano tiene, de pronto, una vida más interesante que la novela que está escribiendo (y que no puede continuar). Y es la vida, justamente, la que le da las respuestas a esa trama que lo tiene a mal traer. Del cruce entre realidad y ficción y de los enigmas personales más íntimos –esos que sólo se responden con el paso del tiempo– trata, entre otras cuestiones, La novela de mi vida, de Adriana Tursi y Patricia Suárez y con dirección de Fernando Ferrer. “En la tarea artística uno hace lo que puede, como nuestro personaje”, dice a Página/12 el director, respecto del conflicto que transita el escritor (Martín Ortiz). “El artista intenta ir hacia un lado y después en el andar, quizás, el camino se va a haciendo a su propio fluir. Y lo que se está trabajando se nutre de lo que se está viviendo.”
“Es inevitable que salgan cosas de uno en la tarea. Es una excelente manera de procesar cosas que no tengo idea de cómo procesarlas en la vida personal. En ese sentido el trabajo se torna híper íntimo y personal. Hay veces que ensayando o escribiendo entiendo algo de un modo nuevo o lo veo de un modo en que no lo había visto antes”, continúa Ferrer. “No necesariamente porque uno deba hablar explícitamente de sus conflictos, pero muchas veces la metáfora trabaja sobre uno, casi de un modo inevitable. Algo de eso le pasa a nuestro escritor. Pero espero que el proceso de trabajo sea más gozoso porque es por definición un juego, y jugar para sufrir es medio un contrasentido. En ese aspecto espero que la vida de cualquier artista sea muy diferente a la de nuestro personaje y más parecida a la de un chico que la pasa fenómeno haciendo lo que quiere”, contrasta.
Los personajes que van apareciendo en la vieja casa que habita el escritor son su hermano (muy diferente a él, interpretado por Julio Feld), una supuesta periodista extranjera que viene a entrevistarlo (Violeta Zorrilla) y su madre (en la destacada y vital actuación de Roxana Randón). “Otro eje de la obra es la incógnita que cada uno de los personajes tiene. El enigma y el cruce entre realidad y ficción son fundamentos muy fuertes del material. Sobre todo por la profesión del escritor. Lo que escribe y lo que le pasa parecen acercarse. Y se le presentan antiguos escenarios de conflictos personales muy complejos”, sostiene Ferrer, quien ya había dirigido otro texto de Suárez (en coautoría con María Rosa Pfeiffer), La Bámbola, y dice “admirar mucho” a Tursi: “Al leer la obra no paré de divertirme y de reflexionar y eso me entusiasmó”. Otros de sus trabajos destacados fueron La piedad de los animales y La musa del capricho.
“De La novela... me atrajeron su inteligencia y humor. El conflicto es intenso y tiene una vuelta de rosca interesante, que acentúa esa intensidad y la vuelve desopilante. Me divertí mucho leyéndola, tanto que me impulsó de la silla a querer poner en acción esas imágenes”, cuenta Ferrer. Respecto del humor, que se cuela en asuntos trágicos –por eso es que ubican al espectáculo entre el culebrón y la sátira–, el director añade: “El texto lo sugiere claramente. Un drama depende de cómo uno lo tome o bajo qué color de filtro lo mire. Narrado poéticamente puede ser híper divertido. Por lo menos para el observador. Porque para los personajes lo que les está pasando es tremendamente serio, perturbador y muy profundo. El modo de ver esta historia desde un aspecto absurdo aparece en el texto”. La novela de mi vida se presenta los sábados a las 21 en Belisario Teatro, avenida Corrientes 1624.
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