Lunes, 2 de marzo de 2015 | Hoy
TEATRO › ANDREA GARROTE HABLA DE SU NUEVA CREACIóN TEATRAL, EL COMBATE DE LOS POZOS
La trama sucede en un futuro distópico en el que existe Francisco II y el dinero perdió todo valor. “Me interesa un sentido más primigenio de la política en relación con cómo vivir entre nosotros”, destaca la actriz, directora y dramaturga.
Por Carolina Prieto
Para Andrea Garrote es imposible concebir el teatro sin humor y sin emoción. En Niños del limbo, la última obra que escribió, actuó y dirigió, la comicidad atravesaba la tensión entre el mundo ficcional del taller literario donde transcurría la acción y la realidad de los personajes. Se mantuvo en cartel durante tres temporadas, fue traducida al inglés y al francés y publicada en México. Ahora, esta mujer orquesta de mirada vivaz y enorme entusiasmo está dando las puntadas finales de su nueva propuesta, El combate de los pozos, que desembarca el 13 de marzo en el Beckett Teatro. Si los personajes de Niños del limbo no querían dejar entrar los vaivenes sociales, en este nuevo trabajo ciertas cuestiones relativas a la vida pública son centrales. Algo hastiada de las familias disfuncionales, de los conflictos neuróticos que se multiplican en la producción escénica local, Garrote hace foco en temas vinculados con la política y el poder y promete hacerlo con ingenio, delirio y ni una gota de solemnidad. “La obra habla de política, pero no de la coyuntura actual. Creo que estamos sobreexcedidos por la agenda mediática, por lo que los medios nos imponen. Me interesa un sentido más primigenio de la política en relación con cómo vivir entre nosotros”, comenta a Página/12.
El germen fueron dos escenas escritas hace años, que descansaban en su computadora. “Una transcurría en el Congreso de la Nación y tenía que ver con un grupo de personas que hablaba de cosas de lo más ramplonas. La otra era sobre un grupo de estudio que había hecho una revista sobre filosofía y política sin ningún éxito, con fallas en el diseño y errores de ortografía. La obra surge cuando me doy cuenta que las dos situaciones resonaban temáticamente y que si las articulaba ganaban ambas. Además, no tenía ganas de hacer una comedia familiar ambientada en el Congreso ni una obra completamente centrada en pensadores inactivos”, agrega. La nueva trama sucede en un futuro distópico en el que existe Francisco II, el dinero perdió todo valor y una empanada cuesta 20 mil pesos. Plantea dos espacios: una situación se desarrolla en el interior del Congreso de la Nación y la otra en un departamento cercano de la calle Riobamba. En el primer espacio y por motivos misteriosos, un grupo de políticos se queda encerrado. “Creen estar en el meollo de la resolución de los problemas pero no resuelven nada, son movidos por caprichos, por necesidades básicas, hablan de las cosas más pavas y cotidianas. En cambio, el otro grupo que es más inocuo y está como sustraído, habla y reflexiona sobre grandes temas del mundo. Pero a la vez no saben cómo hacer para pagar las empanadas que pidieron. Son medio tarambanas. Aparecen la acción sin reflexión y el pensamiento sin acción”, anticipa. Afuera de estos dos foros de discusión una rara manifestación ciudadana se expande por las calles y los descoloca bastante.
–¿Cómo se relacionan las dos situaciones?
–Los actores interpretan los mismos personajes que están presentes en las dos situaciones: son los políticos encerrados en el Congreso en un momento y, en otros, los pensadores en el departamento. Tienen los mismos nombres. Por ejemplo, en la escena del Congreso, una diputada no tuvo a su hijo y en la otra situación el hijo ya es un adolescente. Son los mismos personajes que por alguna línea temporal que se dividió, se modificó, en un momento son políticos y en otro son pensadores, como si convivieran tiempos paralelos y se produjeran chispazos entre esos dos tiempos.
–¿Qué serían esos chispazos?
–A través de los teléfonos empieza a haber una comunicación entre esas realidades paralelas. Ciertas charlas que hay en una escena resuenan en la otra, pero ellos no entienden muy bien qué pasa, no son conscientes de que atraviesan situaciones diversas. Es una hora y diez de obra a un ritmo muy rápido.
–Ninguno de los dos grupos aparece como muy lúcido...
–Están tratados con la misma vara. No terminás rescatando mucho a nadie, pero creo que es lo que le da el humor y una posible identificación con lo que piensan y dicen. Son seres ridículos de comedia. Es una forma de exorcizar algunos temas y preguntas que me preocupan y que me han angustiado. Ya sabemos que no hay ninguna totalidad a la que podamos adherir y hay que convivir con esa complejidad del mundo, con esa desazón. Me interesa plantear algo de esto y que a la vez sea una fiesta, algo que nos permita reírnos. Muchas veces adjetivamos a las personas, las responsabilizamos. Y creo que mucho de lo que somos tiene que ver con la situación de vida en la que estamos inmersos. En la obra, las mismas personas piensan y actúan diferente, porque su situación de vida es distinta. Es hora de pensar cómo son las instituciones en las que nos movemos, cuáles son las ideas, los conceptos que las sostienen.
–¿Cómo se traslada esta disociación a nivel escenográfico?
–Me resultan muy atractivos los problemas teatrales. En este caso, cómo generar un espacio virtual y virtuoso como para contener ambos espacios. Santiago Badillo, el escenógrafo, ideó unas sillas que se combinan, arman distintas formas y remiten a espacios distintos. Una resolución sencilla y funcional. Y casi no hacen falta cambios de vestuario.
–¿Cómo armó el elenco?
–Conozco muy bien a los actores. Fueron alumnos míos, pasaron por mis talleres de actuación y de dramaturgia para actores. Son Pablo Bronstein, Gastón Filgueira, Juan Fiori, Mercedes Najman, Jenny Sztamfater y Marinha Villalobos. Trabajamos mucho, se comprometieron con la producción. Me encanta sacar nuevos actores a la cancha.
–¿Cómo sigue su año?
–Con una retrospectiva del ciclo de escenas y obras breves Perfecta Anarquía, que vengo haciendo hace años con alumnos y ex alumnos. Será los sábados de abril y mayo en La Casona Iluminada, una maratón de 9 de la noche a una de la madrugada, una manera de reencontrarnos todos. En abril reestrenamos Personitas, escrita y dirigida por Javier Daulte, y va a salir un libro que recopila mis obras, editado por Colihue. Incluye La ropa, La dama o el tigre, Siempre tenemos retorno y Niños del limbo. Y me eligieron para integrar el comité de escénicas en la Bienal de Arte Joven.
* El combate de los pozos. Desde el 13 de marzo, los viernes, a las 21, en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Las entradas ya se pueden reservar o comprar por alternativateatral.com
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