Miércoles, 3 de junio de 2015 | Hoy
TEATRO › RUBéN PIRES HABLA DE SU PUESTA DE ESPERANDO A GODOT EN EL TEATRO EL TINGLADO
El actor y director da algunas pistas sobre por qué cree que el clásico de Samuel Beckett, escrito a fines de los ’40, conserva la vigencia: “Beckett no intentaba parecer metafísico. Por supuesto que hay temas metafísicos en la obra, pero subrayarlos es un error”.
Por Cecilia Hopkins
“Si lo supiera lo hubiera dicho en la obra”, solía repetir el irlandés Samuel Beckett cuando los desorientados críticos le preguntaban acerca de quién era Godot, el personaje que nunca llega en su obra Esperando a Godot, mientras los vagabundos Vladimir y Estragón aguardan pacientemente su aparición. Entre escuetas citas bíblicas, planteos filosóficos en clave cotidiana y citas literarias enmascaradas, los personajes de esta tragicomedia buscan el modo de pasar el tiempo repitiendo juegos y palabras. Una práctica que se extiende a lo largo de los dos actos en los que estructuró el autor esta pieza que juega a duplicarlo todo, incluida la pareja protagónica, que encuentra su imagen deformante en la dupla que integran Pozzo y Lucky, amo y servidor que irrumpen en escena con inexplicables fines.
Escrita a fines de los ’40 y estrenada en París en 1953, la pieza fue resistida por la crítica hasta que finalmente se convirtió en objeto de múltiples lecturas académicas y se transformó en un clásico de la escena contemporánea. “Esperando a Godot es uno de los últimos clásicos del siglo XX”, observa en la entrevista con Página/12 el director y actor Rubén Pires, quien acaba de estrenar esta pieza en El Tinglado (Mario Bravo 948), conduciendo a un elenco notable integrado por Gerardo Baamonde, Carlos Lipsic, Eduardo Lamoglia, Héctor Díaz y Sebastián Mouriño.
Pires, junto con el director y docente Hugo Halbrich, decidió volver al texto original escrito en francés, lengua adoptada por Beckett tras emigrar a Francia de su Irlanda natal, donde había establecido una estrecha relación de amistad con James Joyce, a quien consideraba uno de sus mentores. “Leyendo la traducción al castellano de Ana María Moix, publicada durante el franquismo, comprendimos que eludía la procacidad con la que se expresan los personajes en francés y quisimos realizar cambios”, detalla el director. Asimismo, Pires decidió adaptar algunos giros a la forma de hablar de este tiempo.
–¿Qué piensa de las interpretaciones que se hicieron de esta obra, cuando pasó a ser un texto respetado por la intelectualidad?
–Beckett no intentaba parecer metafísico. Esa interpretación vino con los análisis académicos posteriores. Por supuesto que hay temas metafísicos en la obra pero subrayarlos es un error. Esperando a Godot es pura acción dramática. Nada de lo que los personajes dicen debe ilustrarse ni tampoco hay que dar pistas sobre las relaciones con otras obras literarias.
–¿Qué textos leyó para pensar su adaptación?
–Leí a Laura Cerrato, a Anthony Cronin y su biografía El último modernista. Me interesó leer acerca de su vida porque me sirve conocer al autor para comprender cómo escribe. Beckett se va de Irlanda y, de alguna manera, hace lo opuesto a Joyce, que tiene una obra donde prolifera el lenguaje. Beckett, en cambio, busca erosionarlo. Su poética es una poética de la sustracción.
–¿Qué otras características de la escritura de Beckett encuentra interesantes para la puesta teatral?
–En Esperando a Godot Beckett une elementos que hipotéticamente no pueden unirse. Uno de estos dos personajes devastados, por ejemplo, logra expresarse con imágenes de una sensibilidad poética que no tiene que ver con su torpeza. Y, por otro lado, el bestial Lucky elucubra el monólogo más intenso de la obra. Otro descubrimiento en el transcurrir de los ensayos fueron los distintos textos de otros personajes del teatro clásico (Edipo, Hamlet, el Segismundo de La vida es sueño) de los que se apropia Beckett en muchos pasajes de la obra.
–¿Por qué cree que la obra sigue vigente?
–Estamos esperando todo el tiempo. A las elecciones, para que el nuevo presidente haga lo que esperamos que haga. O en vez de vivir el año plenamente, estamos esperando las vacaciones. Llenamos el tiempo con esperas. En cuanto al lenguaje, encuentro al mundo más desértico después de la aparición de la virtualidad.
–¿Cuál es su crítica acerca de la virtualidad?
–En estos momentos, el valor de la palabra se fue desecando. La escritura de hoy es el chat y este modo de dialogar se parece mucho a los diálogos de los personajes de Beckett, que se comunican cada uno desde su propio universo y muchas veces sin escucharse.
* Esperando a Godot, en El Tinglado (Mario Bravo 948), miércoles a las 20.30.
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