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Domingo, 19 de julio de 2015

TEATRO › DIQUI JAMES HABLA DE LOS DIEZ AÑOS DE FUERZA BRUTA

“Intentamos mantener un estado de sorpresa, más que un efecto”

El creador de este grupo de vanguardia teatral asegura que no le gusta hacer balances, ya que su compañía está en permanente movimiento, pero en esta entrevista repasa los hitos de esta década de trabajo, con los festejos del Bicentenario como punto más alto.

 Por Andrés Valenzuela

“Vamos al solcito”, pide Diqui James en el Centro Cultural Recoleta. Faltan horas para el regreso de Fuerza Bruta a la sala Villa-Villa, que él y los otros fundadores del grupo De La Guarda construyeron hace años en ese espacio, y el equipo trabaja a toda máquina reacondicionando el lugar. Un obrero despeja pequeñas vigas de madera, suenan martillazos, se acomodan toneladas de bebidas energizantes y dos chicas barren, acumulando basura a un costado. La ansiedad es palpable. Es que esta temporada en Buenos Aires no será una cualquiera: marca los diez años de carrera de Fuerza Bruta, el grupo de teatro de vanguardia nacido de una escisión de De la Guarda. Una década más tarde, es justo decir que Fuerza Bruta se ganó un lugar imborrable en la historia del arte nacional tras su impresionante participación en los festejos del Bicentenario nacional, en 2010, un hecho que reconocen como un punto de inflexión en su camino.

Ahora retomarán las funciones de Wayra Tour, el espectáculo que realizan desde 2011. “Ahora estamos probando con una burbuja donde los espectadores quedan como atrapados, que ocupa gran parte del espacio”, anticipa James cuando Página/12 le pregunta por los cambios que tiene la nueva versión. “Con esto se generan como dos ámbitos y estamos incorporando unas proyecciones para que esa burbuja sea lo más psicodélica, que transforme el espacio completamente”, explica. El objetivo, agrega, es “jugar con esos dos mundos del afuera y el adentro, perder la noción de dónde se está y llevar al extremo la idea de modificar el espacio”. Los espíritus ansiosos tendrán que esperar casi al final de la hora y media de show para verlo: “Es un cierre en el cual se rompe la teatralidad y todo se transforma en una fiesta”. Anteayer comenzaron las funciones, que durante las vacaciones de invierno serán dos diarias de martes a domingo. Terminado el receso invernal, continuarán los espectáculos.

–¿Qué balance hace de los diez años de Fuerza Bruta?

–¡Que pasan muy rápido! En realidad, nunca hago balances. Está buena la excusa de los diez años para mirar para atrás y hacerlo, pero a la vez estamos en un momento muy activo y mirando para adelante. Eso es lo más lindo: me pongo a pensar en los diez años y no tengo tiempo de analizar, porque estamos con muchas cosas para adelante. Un balance podría ser ése, los frutos que rindieron estos años.

–Habla de mirar para adelante, de hacer cosas. ¿Cuál era la idea original y cómo evolucionó el grupo?

–Con De la Guarda tuvimos un problema fuerte con el espacio creativo por el quilombo que te genera que te vaya bien. Cuando vos hacés un espectáculo que tiene éxito en todo el mundo, y tenés giras y una, dos y tres compañías al mismo tiempo, si vos ocupás todo tu equipo creativo en llevar adelante esa odisea, es imposible inventar algo nuevo. Te conformás, que ya es mucho, con que tenga calidad lo que mostrás todos los días.

–Sostener lo que ya consiguieron.

–Imaginate que hay días que hacemos nueve funciones en tres continentes. Son 30 o 40 funciones por semana. Y tenés que tener una calidad artística y la seguridad, ¡es un quilombo! Requiere un equipo gigantesco. Entonces, con Fuerza Bruta logramos tener, por suerte, ese éxito de tener tres compañías, de estar en Nueva York, Asia, Europa y Sudamérica, pero al mismo tiempo preservar ese espacio que necesita la gente con talento y ganas para pensar y generar cosas nuevas. Para eso tienen que estar en un área distinta a la de la gente que vos necesitás que estén todos los días haciendo lo mismo y a la que le rompe las pelotas que les cambies algo.

–Grupos de trabajo separados...

–Mirá, en Nueva York, hace siete años y medio que tenemos el show. Hace un par de semanas cambiamos el espectáculo, hicimos una nueva versión y nos costó muchísimo meter esas modificaciones. Porque es gente que está muy capacitada para repetir todos los días en el mismo teatro el mismo show y con una calidad, con un nivel... Son muy profesionales, en ese sentido. ¡Pero yo ahí me volvería loco! Por suerte no me tienen ahí todos los días. Entonces, es fundamental entender dónde uno tiene a la gente que se copa con probar cosas nuevas, con inventar, con estar en movimiento y que le cambies las cosas todo el tiempo, y que estén en otro lado los que están capacitados para llevar un barco que necesita salir todo perfecto todos los días.

–Antes usó la palabra “preservar”. Un rasgo característico de Fuerza Bruta, como de De la Guarda antes, era el espíritu autogestivo. ¿Se puede mantener a esa escala transcontinental?

–Por ahora... Nosotros nos autogestionamos. Somos los productores del espectáculo. La autogestión tiene que ver sobre todo con que vos manejás la estrategia de hacia dónde querés crecer y qué espacios querés preservar para tu creatividad. Después, la gente que se suma a ese proyecto e invierte guita para ir a China, o quiere llevar el show a Japón o de gira a Estados Unidos, donde sea, es bienvenida. No es la autogestión por tener el título. Si sumás un socio que te da las libertades que necesitás y te entendés, bienvenido siempre. Tuvimos un socio en una época, una empresa canadiense muy grande que tuvo su ciclo, y ahora volvimos a ser nosotros los dueños de todo. También tenemos, sí, socios locales. En China hay un productor que conoce el mercado, que maneja la historia. Y vas con él a la conquista de China. Ahí no podés autogestionarte, es muy difícil. En Londres ya fuimos tres veces al mismo teatro, donde tocaron Led Zepellin, The Doors, Hendrix, los Ramones y toda la escena punk. Ese teatro reabrió en 2006 con nuestro show. Ahí volvimos tres años seguidos y nos coproducimos directamente con el teatro.

–Crecieron y evolucionaron como compañía. ¿Le parece que hay un público que creció con ustedes?

–Me parece que no sólo hay un público que creció con nosotros sino que hay un público que creció a partir del festejo del Bicentenario. De alguna manera, por haber sostenido un montón de años –desde la Organización Negra, con De la Guarda y Fuerza Bruta– una manera de hacer espectáculos, un lenguaje si lo querés llamar así, ahora somos mucho menos raros que cuando en el ’88 hicimos acá La Tirolesa. Entonces, hay un público que creció con nosotros, en el sentido de que para ese público nuestro lenguaje es más cercano.

–¿Y con el Bicentenario?

–Es muy fuerte lo que pasó en 2010. Antes éramos tratados como los raros o los de vanguardia al borde de no sé qué, se discutía si lo que hacíamos era teatro, y nosotros sostuvimos que era un lenguaje popular, con raíces en el Carnaval, en el teatro callejero, una cosa más primitiva que cualquiera pudiera entender. Sostuvimos ese discurso desde Cemento en el ’87 y en el Bicentenario se comprobó que eso era real. Hubo gente con huevos y ganas de convocarnos para ese fin, hicimos un desfile que todo el mundo entendió perfectamente. El lenguaje atravesó todas las barreras culturales que puede haber en una sociedad como la nuestra, que son bastantes y a partir de ahí en la Argentina el público se abrió completamente. Se ve mucha mezcla de público en nuestros espectáculos, algo que me gusta mucho. Me emociona si veo en una fiesta en la calle, en el Carnaval, a los viejos, a los pendejos y los jóvenes, todos mezclados y festejando a su manera. Eso, a su manera, pasa en el espectáculo.

–La alusión al Carnaval es constante en ustedes. Por formación y antecedentes el vínculo parece ser sobre todo con el Carnaval porteño. ¿Es así?

–Tenemos un vínculo con la murga porteña, con la de La Boca, porque hicimos cosas con ellos. Los corsos de Carnaval tienen algo particular y obviamente la mezcla de público es mucha, pero el Carnaval del norte del país también es muy fuerte y está muy arraigado. El Carnaval de Brasil me encanta; tienen un estilo de festejar el Carnaval que me encanta, que es como muy suave, muy lindo. Nosotros somos más eufóricos para festejar, nos gusta romper cosas, somos más sacados, y los brasileños festejan súper suave. Yo me siento un loco acelerado y los tipos son como relajados, pero al mismo tiempo en la fiesta son completamente exuberantes. También me pegó mucho haber ido a España de pendejo. A los 19, pasé de la dictadura de acá a los San Fermines, y me reventó el bocho. Me gusta el festejo popular, cuando salen todos a la calle, cada uno con su tribu y su edad, pero compartiendo la celebración.

–Suena a que extraña hacer espectáculos en la calle...

–¡Es lo que más me gusta! Obviamente, me gusta mucho también hacer espectáculos dentro de una caja negra donde vos controlás mucho: la luz, el sonido, podés modificar el espacio... Obviamente que me gusta, pero lo que me vuelve loco y me hace llorar es la calle. Siempre estoy empujando ahí esos proyectos, que son los más difíciles de todos.

–Menciona la “sacadez” del festejo. Suele decir que le gusta generar una sensación límite en el espectador, de que está todo por romperse.

–Para mí es muy importante que el espectador se sienta en un lugar en que no está seguro. No que corre riesgo su vida, sino que tiene que estar despierto, que no puede estar seguro de qué va a pasar, y que eso que pasa es real. Si vos te ponés en el medio de la pared que viene por el pasillo, la pared te va a chocar. Tenés que estar alerta, por más que nosotros te cuidamos y no vamos a dejar que te choques. El espectador tiene que tener la sensación de que está en un lugar donde todo pasa de verdad y cualquier cosa puede pasar. Tratamos de mantener un estado de sorpresa, más que un efecto. Para mí eso es muy importante. Hay algo con la butaca, el escenario y ese confort que me duerme.

–La típica escena a la italiana.

–Claro. No me gusta como formato.

–¿Por eso hablan de experiencia sensorial, más que de teatro?

–No, no. Para mí es un teatro. Es una experiencia absolutamente teatral. Para mí es teatro primitivo con tecnología del siglo XXI y habiendo vivido cien años de cine. Me hago cargo de que el cine existe. Tal vez el que hacía teatro hace un siglo no estaba marcado por eso.

–¿Qué implica para usted la existencia del cine para el teatro?

–El cine significó un espacio de libertad que el teatro, atrapado en el tiempo con la literatura, no tuvo. A mí me queda la sensación de que el teatro se quedó atrapado en los libros y el cine se llevó toda la joda, toda la experimentación. Obviamente, hay un montón de gente haciendo cosas, pero en general vos podés decir “sí, es un actor serio, hace teatro” ¡Y me chupa un huevo! No quiero hacer teatro serio, ¡quiero divertirme! ¿Por qué el actor serio hace teatro y el que se divierte hace cine? No entiendo ese lugar del teatro como el lugar solemne y el cine donde probamos y nos divertimos. Creo que es al revés: el teatro debe ser mucho más el lugar de experimentación. Además, hoy con el cine ni necesitás ir al cine, o con la música no necesitás ir al show o siquiera comprarte el disco. Entonces, el hecho en vivo que es el teatro es algo muy único en este momento, socialmente. Nosotros nos hacemos cargo de que vos venís con tu cuerpo. Y sos vos con tu cuerpo que viene a vivir algo único con los actores y los demás espectadores. Por eso me parece que la butaca te aísla, te pone barreras. Lo que pasa en Fuerza Bruta es que la reacción del público no es individual, sino grupal, social.

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“El espectador tiene que tener la sensación de que está en un lugar donde todo pasa de verdad y cualquier cosa puede pasar.”
Imagen: Sandra Cartasso
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