Mié 29.07.2015
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TEATRO › CARLOS SORíN DEBUTA COMO DIRECTOR DE TEATRO, CON LA OBRA EQUUS

“En el teatro soy un traductor”

El cineasta pondrá en escena la pieza de Peter Shaffer que en los ’70 representó el primer éxito de Miguel Angel Solá. “En el teatro la responsabilidad es compartida entre todos. En cambio, en cine yo soy el único que recibe los aplausos o las bofetadas”, dice.

› Por Cecilia Hopkins

“Con Equus no solamente debuto como director de teatro, también como espectador”, asegura el director cinematográfico Carlos Sorín (La película del rey, Historias mínimas) a punto de estrenar su primer montaje teatral. Lo del debut como espectador lo dice porque, según recuerda, la última obra de teatro que vio fue una de Osvaldo Dragún, a fines de los ’60. La entrevista con Página/12 continúa en tono risueño: “Había estado bebiendo cuando le dije a la gente de Palermo Films (los productores de este proyecto) que me animaría a dirigir esta obra de Peter Shaffer. Y después no pude volverme atrás”, asegura el director quien, no obstante su declarada falta de experiencia en las tablas, en 2003 hizo la régie de Armida, ópera de Gluck, en el Teatro Colón.

Estrenado en Buenos Aires en 1976, Equus fue el primer éxito teatral de Miguel Angel Solá. En la puesta de Sorín, Peter Lanzani se hará cargo del rol del adolescente aquejado de una extraña fascinación sexual y religiosa por los caballos. El psiquiatra que lo atiende, el personaje que hacía Duilio Marzio, hoy lo interpretará Rafael Ferro. Completan el elenco de esta obra que se estrena mañana en El Galpón de Guevara (Guevara 326) Eugenia Alonso, Alicia Muxo, Josefina Pieres, Alejandro Polledo y Pía Uribelarrea. La banda sonora pertenece a Nicolás Sorín, el diseño de iluminación, a Julián Apezteguia, ambos colaboradores frecuentes del director.

“Shaffer puso acotaciones muy precisas en su texto y yo las fui respetando. Se podría decir que no hay diferencia entre la dramaturgia y la puesta”, afirma Sorín haciendo referencia al texto que corresponde a la versión original estrenada por el Royal National Theater en Londres, en 1973. En cambio, el director no se entusiasma cuando habla de la versión cinematográfica de Sydney Lumet, de 1977: “Equus es un texto tan teatral que cuando pasa al cine pierde su alma”. Sorín compara el desarrollo de la pieza de Shaffer con el teatro tradicional japonés y con la tragedia griega. Como en el Noh, también aquí habrá máscaras y una puesta austera y ceremonial. Como en el Kabuki, habrá escenario giratorio. Y, al igual que en el teatro griego, habrá un coro a cargo de los comentarios de una acción dramática que, según el director, “termina en la catarsis del paciente que significa su sanación”.

–¿Cómo vivió el cambio de registro expresivo?

–Me di cuenta de que en el teatro la responsabilidad es compartida entre todos los que hacen una obra. En cambio, en cine yo soy el único que recibe los aplausos o las bofetadas. Se podría decir que en cine soy el autor y que en el teatro soy un traductor.

–¿Qué otras diferencias encuentra?

–En teatro se arma un grupo compacto entre actores y técnicos. En cine, rara vez están las mismas personas durante todo el proyecto. El teatro se va haciendo, se va encontrando el tempo dramático con los ensayos, los personajes van tomando volumen y esto hace que vaya cobrando otra dimensión.

–¿Cómo trabaja los personajes en sus películas?

–En cine, el actor es la materia prima. Los elijo por su aspecto, por su gestualidad y su actitud, sean o no actores. Al personaje lo voy construyendo con la cámara, con la elección de planos y luego, con la edición. En teatro el actor construye al personaje por sí mismo. Al director le corresponde la mirada del conjunto.

–¿Qué extrañó del cine en cuanto a la construcción del relato?

–Principalmente el primer plano, que es la esencia del cine. Con esta herramienta comienza a existir el cine como lenguaje. Luego me fui acostumbrando a esta carencia y me di cuenta de que el teatro tiene otras posibilidades, como la intensidad de la voz y el cuerpo en escena, la música y la luz que también traccionan la emoción del espectador.

–Después de esta experiencia, ¿volverá a dirigir teatro?

–No lo sé, es posible. Por el momento me siento como un huésped: el teatro no es mi casa pero se que lo voy a extrañar. Lo que más inquieta del teatro es su presencia viva, real. Y lo que más me inquieta como director es qué va a pasar después del estreno y qué pasará en cada función. Una película, cuando el director decide terminarla, sigue siendo igual a sí misma.

–¿Cómo describiría el mal que sufre el protagonista?

–Es una psicosis mística. Hay que considerar que es una obra de teatro y que el caso psiquiátrico es bastante elemental: un chico que tuvo al lado de su cama una imagen de Cristo crucificado (puesto allí por una madre muy religiosa) realiza un proceso de transferencia cuando su padre agnóstico la reemplaza por la imagen de un caballo. Podría parecer mecánica esta transferencia pero termina conmoviendo.

–¿Qué ocurre con el psiquiatra que trata a este paciente?

–Este caso lo confronta con sus propios problemas: la crisis de haber llegado a los 50 años con un matrimonio sin expectativas, la envidia que le produce no solamente la devoción que experimenta el paciente sino también todo lo que hace alusión a la potencia sexual, a la masculinidad. Y las preguntas que se hace, que lo llevan a tener una crisis con su profesión.

–¿Cómo se produce la sanación del personaje?

–Como una catarsis. Pero el autor es escéptico en relación a ese tema. Por eso se introduce un interrogante muy ligado a la antipsiquiatría: ¿Qué significa curarse, adaptarse a una sociedad enferma? También se da la contraposición entre materialismo y religiosidad.

–¿Pensó en modificar la obra en tiempo y lugar?

–No quise aggiornarla porque una obra tiene que ver con la época en que fue escrita. Los temas que trata, aunque hoy están vigentes, son muy de los ’70. Tampoco quise trasladarla a otro lugar. De haber podido hacerlo la hubiera pensado en Venado tuerto, con caballos, gauchos y malambo (risas).

* Equus se podrá ver en El Galpón de Guevara (Guevara 326). Jueves a sábados a las 20.30, domingos, 19.30.

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